martes, 7 de octubre de 2008

El Olfato

Ya no lo soporto más. Cada vez me resulta más difícil el dejar que se acerque a mí. Me repugna su olor, su tacto, sus... babas. Al comienzo todo era distinto, nos divertíamos juntos, salíamos juntos,... nos emborrachábamos juntos, si es que los borrachos están juntos en su borrachera. Parecíamos hechos en uno para el otro y hubiera sido así si yo no hubiera tenido el accidente. Siempre decimos que fue un accidente porque nos da miedo reconocer la verdad.

Era una mañana como cualquier otra. Estaba sola en cama como muchas otras veces y escuché los gemidos de mi hija. La pobre sólo estaba llorando de hambre o porque había que cambiarla pero esos llantos me estaban volviendo loca. La noche anterior había acabado con la reserva de vodka que teníamos en casa y esa mañana no estaba como para soportar eso. Primero intenté clamarla entre mis brazos pero lo único que conseguí fue que llorase aun más, yo apestaba a alcohol y vómitos secos que ni siquiera sabía que tenía. Luego empecé a impacientarme y la dejé en la cuna mientras buscaba algo para calmar mi ansia al tiempo que yo paraba de gritarle que se callase. Pero cómo me iba a hacer caso una niña de apenas unos meses. Al cabo de unos minutos empezaron las sacudidas a la cuna cada vez que me acercaba. No encontraba nada, todas las botellas estaban vacías. Y fue entonces cuando sucedió. El último golpe que le di a la cuna fue lo suficientemente fuerte para que ella se callara y aproveché para ir a buscar "algo" a la tienda. Cuando regresé, más calmada, me acerqué a ella para arroparla pero ya no hizo falta. Nunca más la podría escuchar llorar. Al azahar y la dulzura que manaba de mí es lo último que recuerdo hasta que él nos encontró abrazadas y envueltas en un mar de sangre, de mi sangre. Dicen que es bueno tener amigos hasta en el infierno y desde luego a veces parece que eso es verdad. Su muerte fue declarada a un accidente fortuito. Hace dos años de ese accidente y desde entonces no he vuelto a beber.

Ahora me rodea un mundo de olores. En su habitación todavía hay el olor a la ropa que llevaba, el olor de la colonia, el olor de la inocencia. En el resto de la casa el olor predominante es el de la lejía, tardé meses en quitar el olor a vino barato, vodka, ginebra y whisqui que tenía la casa. El único sitio que persiste ese olor es el de la habitación. La cama, su ropa, todo lo que usa huele a alcohol, lo triste es que ese era mi mundo no hace mucho.

Al principio de mi "nueva actitud" acepté reprimenda, cada grito, cada tortazo, cada golpe, cada violación como una forma de expiación de mi culpa. Al fin y al cabo si no hubiese sido por él ahora estaría muerta pero lo peor son los olores, los olores a muerte que me rodean. Mi único consuelo es que dentro de unos meses él dejará de existir, el cáncer me va a dar una nueva oportunidad para rehacer mi existencia. En el fondo soy una afortunada muchas no tendrán mi suerte.

1 comentario:

eclipse de luna dijo...

Siempre me dejan sobrecogida tus historias..a veces tan duras, a veces...tan reales..
Un besito y una estrella.
Mar