jueves, 2 de octubre de 2008

Eternidad

El rumor de las olas se escucha a lo lejos escondido entre el trinar de mil aves que se despiertan. El Sol suavemente se alza calentando nuestros cuerpos desnudos. Nunca antes habíamos imaginado que existiese un lugar tan perfecto. La naturaleza se haya en pleno esplendor y nosotros no somos más que un elemento más dentro de ella. La miro y observo al ser más perfecto que podría existir. La felicidad que noto en mi interior me inflama como una vela al viento. Quiero despertarla para decirle que la quiero y que soy el ser más afortunado por tenerla a ella junto a mí. Otras personas dirán que no es tan guapa e incluso le verán defectos pero yo no veo más que a un ángel que un día bajo del cielo para acompañarme.

Gracias a ella estoy convencido de que el cielo existe y de que ahora mismo nos encontramos en el paraíso. Me incorporo y escucho como algunas aves que se habían posado a nuestro alrededor alzan el vuelo. Estamos rodeados de una orgía multicolor de luz y sonidos. Las aves del paraíso están sumergidas en interminables cantos de cortejo compitiendo por conseguir la canción perfecta, mientras el mar marca el ritmo al besar una y otra vez la arena. Me dirijo hacia una fuente cercana sintiendo la suavidad de la hierba bajo mis pies. Es maravillosa esa sensación de caminar descalzo, sensaciones que olvidamos con facilidad según crecemos y nos empeñamos en esconder nuestros sentidos bajo capas de humanidad. Recojo la fresca agua con mis manos y grito de felicidad cuando esta atraviesa mi garganta. Sin resistirme a la tentación sumerjo mi cara en la misma. Me siento vivo y me siento enamorado.

Empapado me dirijo otra vez a junto de ella. Sigue profundamente dormida y en vez de despertarla me tumbo a su lado para poder deleitarme con la visión de su cuerpo. Tiene el mismo cuerpo que cuando nos conocimos, un cuerpo que me enloqueció y que desde ese momento deseé. La quiero, la deseo, la amo, no podría imaginar mi vida sin ella. Pese a estar en el lugar perfecto todo esto no significaría nada si ella no estuviese aquí. Cierro otra vez los ojos y sigo escuchando el mar, los pájaros y su respiración. Y espero pacientemente a que ella se despierte para poder disfrutar otra vez juntos como la primera vez.




Sus ojos no encuentran consuelo. Cada noche se acuesta entre llantos y desea que todo llegue a su fin. La vida es una esclavitud y un tormento del que no puede escapar. Hubo una vez que estaba enamorada de un hombre que quería, de un hombre que necesitaba para poder seguir viviendo. Pero por desgracia eso fue hace años. Antes de que una enfermedad se lo arrancase de su lado y le demostrase que el amor puede ser cruel cuando no existe. Sólo cuando se queda dormida es capaz de recordar las últimas palabras que él le dijo y suspira mientras sigue esperando condenada a un martirio en vida. Hoy es el día que iban a cumplir 50 años de casados y es justo cuando cierra los ojos cuando recuerda perfectamente su voz diciéndole que le esperará en ese paraíso que mil veces imaginaron y que por ella esperará lo que haga falta.

Siente otra vez esa melodía formada por los pájaros y el mar pero en esa canción escucha un nuevo sonido que le inflama su corazón. Cuando abre los ojos la ve despierta y como si su vida dependiese de ese momento se vuelven a besar como hicieran una vez. Y jamás se volverán a separar.

1 comentario:

eclipse de luna dijo...

Vaya conseguiste emocionarme..hasta confieso que abordaron las lagrimas mis mejillas.
Que bonito relato, me ha encantado..un amor tan puro y verdadero que hasta me hizo soñar a mi..
Un besito y una estrella.
Mar