viernes, 31 de octubre de 2008

Black Rose III

Esta noche ha sido agotadora, menos mal que todavía quedan hombres capaces de satisfacer a una mujer. Qué mal repartido está el mundo, unos tanto y otros tan poco y eso que si les hicieses caso a lo que dicen todos son estupendos. ¿Por qué no nos rebelamos un día y les decimos lo penosos que son? Menos mal que somos lo suficientemente hipócritas o su ego quedaría reducido a la más mínima expresión. Yo soy de las afortunadas de poseer un amante digno de presumir. Es casi tan insaciable como yo, porque lo que tengo en casa desde luego no es ninguna joya. Sí, me quiere y esas cosas pero a la hora de la verdad en la cama no es nada satisfactorio. Lo intenta y pone de su parte, pero digamos que lo que pone no es gran cosa. Fijo que ahora está en casa preguntándose dónde he pasado la noche mientras me prepara el desayuno. Es tan cariñoso que empalaga. Odio a los hombres así de tontos.

..........

¡Es un desgraciado!¡Un h... de p...! ¡Me ha dado dos tortazos! Parece que no le ha sentado demasiado bien el hecho de que le dijese la verdad, bueno, parte de la verdad. Parece mentira que a estas alturas tenga que estar dando explicaciones de dónde he estado y con quién. Pero cuando le dije que cualquier desconocido lo haría mejor que él salto como un perro en celo. Es triste que los hombres se crean que con un tortazo consiguen algo. Menos mal que se fue de casa o le cortaba en pedazos. ¡Y se atreve a recriminarme que yo nunca le he querido! Será estúpido, claro que le quiero pero no para lo que él imagina. Siempre es bueno tener al lado una persona que te dé cierta estabilidad, no creo que en mi empresa me dejaran seguir siendo la directora general si supieran lo de mis noches. La gente se cree que si una persona está casada siempre dará una mejor imagen y rendirá más en el trabajo. Si eso fuese cierto cuando una persona se divorciara le despedirían de inmediato. Mejor así, que se vaya a llorarle a su "mama" y que piense bien lo que ha hecho. No creo que se atreva a volver a casa en unos días y así podré seguir pasándomelo bien con mi "amigo".

..........

Desde luego este hombre es insaciable casi 8 horas seguidas. Al final voy a tener que pedir días libres para poder recuperarme. Menos mal que le dije que se fuera sino acabaría destrozada en todos los sentidos. Lo que me extraña es que en la puerta me apareciese una rosa negra. Está claro quién me la dejo pero lo que no me explico es por qué no entró en casa. Mejor fue así sino me vería explicándole que hacía en cama con otro. No creo que le sentase demasiado bien que le respondiese que estaba disfrutando cosa que con él no he sido capaz en 5 años. Sí, mejor que la dejase en la puerta. Me encantan las rosas negras. Disfruto viéndolas marchitarse lentamente. Con 13 años obtuve mi primera rosa y entonces descubrí que la belleza se puede obtener con el poder. Me la ofreció un chico del que lo único que me acuerdo es lo penoso que era. Creo que estudiaba en un intituto cercano al mío. Normalmente íbamos a clase una pandilla de compañeras y un día se nos acercó y para reírnos de él le dije que si me regalaba una rosa negra me acostaría con él. Al cabo de un mes yo tenía mi rosa negra y un recuerdo penoso. Me pareció que si una persona quería acostarse conmigo me ofreciera algo que nadie más pudiera conseguir fácilmente. Y, a decir verdad, no creía que fuera capaz de conseguirla. Acabé convirtiendo las rosas en una forma de conquista y poder. Todos mis amantes me han regalado rosas pero sólo conservo los pétalos de esa primera. Mi marido en la noche de bodas me dejó sobre la cama un ramo con dos docenas de rosas granates y una rosa negra en el centro, creo que fue la única noche que llegue a disfrutar en mi matrimonio.

..........

Llevo una semana sin tener noticias suyas. Ni en el trabajo, ni en casa de sus padres me han dicho nada y su móvil me da siempre apagado. No sé donde se habrá metido ese imbécil pero me está empezando a enfadar de verdad. Cuando le vea los tortazos no va a ser lo único que le recrimine. Nadie me deja plantada y se va sin más y menos un cobarde como él. Si se cree que una rosa le va a valer como excusa está muy equivocado, además mañana es mi cumpleaños y habíamos quedado con gente, ¿haber qué les digo?, no mira mi marido no está porque me ha dado dos tortazos y es penoso en la cama.... no, no creo que eso sonara muy bien. Y lo peor es que llevo 5 días sin acostarme con nadie. Estoy que muerdo.

..........

¡Qué detalle!, el cabrón no se digna a venir pero me manda un paquete. Si se piensa que con un regalo va a conseguir que le perdone creo que se puede ir buscando a otra. Espero que no se le ocurra aparecer y montar un espectáculo delante de mis amigos o iré a la comisaría y lo denunciaré por malos tratos. Ya me encargaré de llevar unos cuantos negrones. Igual que hay hombres para irse a la cama los hay para otras cosas. Todo se puede comprar. Veamos que coj... me ha enviado...

Hola mi amor. Sí mi amor, porque pese a lo que tú pienses siempre lo has sido. Sé que no puedo volver atrás en el tiempo y hacer como si nunca hubiese sucedido y llevo muchos días arrepintiéndome de esos tortazos. Sé que parte de la culpa es mía por no saber darte lo que quieres. Necesitas un hombre con más iniciativa, un hombre con más fuerza, en definitiva un hombre que te domine y yo sólo soy un hombre enamorado hasta los huesos de ti. Estos días he estado divagando en como sería mi vida si tú no estuvieses en ella y no soy capaz de imaginármela. Me cuesta despertarme cada día y no ver la dulzura de tu rostro a mi lado, sentir tu olor. Me estremezco pensando en la delicadeza de tus labios y en todos los momentos que hemos compartido. El otro día cuando salí de casa la furia y la vergüenza me acompañaban. No sabía que hacer ni que decir. Una vez en el portal estuve tentado a volver arriba y pedirte perdón, implorarte el perdón por no darte lo que te mereces. Entonces me acordé de nuestra noche de bodas y me marche buscando por toda la ciudad la rosa negra que tanto deseas. Es difícil conseguirla si no se encarga pero después de unas horas di con ella y con el ramo. Una vez de vuelta a casa le vi entrar. No es que me sorprendiese, porque yo ya lo sabía. Sabía de tus aventuras, de tus amantes, de tus viajes de negocios sin mí, pero todo eso me daba igual. Sabía que después de cada aventura volvías a casa, a mi lado, y eso me llegaba. Mi amor por tí es tan grande que hasta las infidelidades me daban igual mientras estuvieses conmigo. Pero todo cambió cuando lo vi subir a casa. Mi corazón se rompió en ese instante. Todo me valía, no me importaba lo que hicieses pero el saberte con otra persona en casa me rompió el corazón. Todo dejaba de tener sentido en este mundo pero no puedo evitarlo, sigo queriéndote. Sé que alguna gente es capaz de vivir con un corazón roto y que el tiempo es capaz de conseguir que las heridas se acaben cerrando, pero yo no soy como los demás. Tú eras mi existencia, mi forma y razón por la que vivir. Muchas veces dices que el dinero y el tiempo lo curan y lo consiguen todo y en eso te doy razón, en parte. Si estos días vas al banco comprobarás que todas nuestras cuentas están en blanco al igual que el préstamo y los seguros. Una pequeña fortuna de la que no creo que te cueste mucho recuperarte. Es increíble lo que es capaz de hacer la gente por dinero. Todo se puede conseguir si tienes el dinero suficiente y es verdad, así que digamos que ese dinero ha sido invertido. Sé que no te va a costar mucho el olvidarme ni olvidar todo lo que te hice, empezando por la falta de satisfacción y acabando por los tortazos. Tampoco soy capaz de imaginar los motivos que te llevaron a casarte conmigo pues sé que nunca me has querido aunque el amor que siento por ti me hacía pensar que, con el tiempo, podría conseguir que por lo menos me apreciases un poco. Se ve que también soy un fracasado en eso. Así pues lo único que me queda por ofrecerte es esto. Lo que tienes en tus manos es lo que me queda de todo nuestro amor y todos estos años. Me ha costado mucho el decidirme a dártelo pero sé que si no lo hiciera nunca comprenderías todo lo que te amaba. Lo siento por todo el daño que te he causado. Te quería y te seguiré queriendo.

..........

Cuando la policía llegó la mujer seguía gritando e hicieron falta varios agentes y el servicio de asistencia médica para conseguir calmarla, pese a todo no fueron capaces de quitarle una caja que llevaba en sus manos hasta que la sedaron completamente. Cuando el agente observó el interior de la misma no fue capaz de aguantar más y reclamó la ayuda del forense. En la caja llena de sangre se hallaba una rosa negra ensartando un corazón roto a la mitad.

jueves, 30 de octubre de 2008

Black Rose II

Esto tenía que haberlo hecho hace mucho tiempo. Nunca debí de haber esperado a que las cosas salieran tan mal, aunque sé que en parte la culpa fue mía. También ella a hecho que la situación fuera insoportable para los dos con sus continuos engaños, mentiras. Otra persona habría actuado bastante peor que yo. Total, tampoco le hice tanto daño. Ella aguanta bien un par de tortazos. Si es que llevaba mucho tiempo provocándome y al final no aguanté más. Ella y su manía de irse con sus amigas a cenar y luego le parece mal que yo salga con mis amigos. Por lo menos yo no llego a la mañana siguiente desaliñado y sin ganas de hablar. Nunca debí de consentir eso, pero la quiero. Estoy harto de hacerme el ciego y el tonto. No se si realmente le importo algo pero a mi con su simple presencia me basta. Necesito su cuerpo cerca del mío, aunque no me haga caso. No puedo imaginarme mi vida sin ella.

No tendría que haberle pegado, pero cuando me dijo que cualquiera lo hacía mejor en la cama que yo, ya no aguanté más. Y no fue tan fuerte. Llevo toda la mañana recorriendo floristerías para conseguir su flor preferida y no he encontrado más que una. ¿Por qué los hombres cuando llevamos un ramo de flores parecemos estúpidos? supongo que será porque nos imaginamos la cara de felicidad que pondrá cuando le entreguemos el ramo. Las flores lo perdonan casi todo. Supongo que un ramo con 23 rosas rojas y una rosa negra perdonará el daño que le he hecho. Dichosa rosa negra. Hasta que empecé a salir con ella ni siquiera me imaginaba que pudieran existir. Menos mal que a veces alguna floristería las tiene. Le encantan.

Creo que este largo paseo me ha venido bien para aclararme las ideas. Bien, ni siquiera va a hacer falta que suba arriba, está en el portal. Cuando me vea se va a quedar sorprendida. Le encantan los regalos. Y luego tenemos que hablar mucho. La quiero demasiado como para perderla por unas cuantas palabras. Me está saludando, voy a esconder las flores detrás de mi para que no las vea, bueno, por lo menos que no vea la rosa negra, el ramo es enorme. Pero... ¿quién es ese tío que la está besando?, ¡y aun encima entra en mi casa! ¡Desgraciada! ¡En mi casa no, por favor!

...............

Llevo más de diez horas escondido en el portal de en frente observando las luces de casa. La del salón, la de la cocina, la de la habitación. Ese tío se ha quedado toda la noche en mi casa,... con mi mujer... ¡en mi cama! Creo que alguien se va a acordar de haberme conocido.

- "¡Disculpe!, tome estas flores. Creo que le hacen más falta que a mí."

Esa mujer tenía pinta de necesitar mucho un ramo. Me encantó la cara de extrañeza que ha puesto. Valió la pena pagar ese dinero por ellas. La rosa negra la reservaré para dentro de unos días. Le voy a dar tiempo para que disfrute. Cuando el primer pétalo empiece a caer alguien se va a arrepentir de tener caprichos. Cuando empiece a marchitarse la bañaré con su sangre.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Black Rose I

Aun puedo percibir en el aire el olor de las flores. Nunca había pensado que pudiese durar tanto tiempo en una habitación. La verdad es que tampoco recuerdo cuando había sido la última vez que alguien me había regalado flores. No puedo decir que éstas hayan sido un regalo, bueno sí. Una se acostumbra tanto a estar sola que no se acuerda de los pequeños detalles como esos. Que un desconocido se le acerque a una y le regale un ramo de rosas no es nada habitual. En la tienda todo el mundo hablaba de mí. Que quién sería el admirador, que si por fin tenía novio,... las típicas tonterias que se dicen cuando una lleva tanto tiempo como yo sin pareja estable. Me encantó ser el centro de atención de todos por lo menos durante unos días.

Nada más llegar a casa las puse en agua he intenté que se conservasen frescas el máximo tiempo posible. Guardé cada pétalo como si de un tesoro se tratase y me fui haciendo preguntas sobre quién sería y por qué me dió las flores a mí. La última flor fue secándose lentamente y no se le llegaron a caer ninguno de los pétalos. Su color rojo fuego se fue oscureciendo poco a poco hasta volverse casi negro. Me encanta observar mi rosa negra. La cambié a un pequeño jarrón de cristal y en la base le puse un platito con el resto de los pétalos de las demás rosas que no consiguieron alcanzar esa clímax de perfección.

Mi rosa negra, perfecta en su ser y conservando dentro de ella ese suave aroma a frescura. Cada día me despierto con el olor de las flores cada vez más leve pero al mirar mi rosa me siento mejor. Hace unas semanas creía que mi vida ya no tenía ningún sentido y que mi única solución era dejar de vivir, como las rosas al marchitarse.

Hoy me siento como élla, perfecta, frágil pero con un aliento fresco en mi interior que me dice que siempre pude una seguir aquí, eternamente florida, eternamente bella. Cada vez que me miro las marcas de las muñecas y pienso en añadir una nueva recuerdo mi flor. Recuerdo a ese extraño que con su gesto me salvó. Y lloro porque he descubierto quién soy...

martes, 28 de octubre de 2008

El cazador

Estoy sólo en la noche, aburrido de aguantar miradas estúpidas de mujeres estúpidas. La mayoría se creen que no tenemos otra cosa más que hacer que andar como animales en celo tras de ellas. Las jóvenes de hoy en día son las peores, con esa prepotencia y esa autosuficiencia manifiesta, ¡ilusas! La mayoría no conocen a un hombre más que en sus mejores sueños. Están acostumbradas a esos petimetres de medio pelo que presumen de su musculatura de gimnasio cuando en realidad no son más que muñecas lloronas que no soportan que les maltraten. Ya me he aburrido de ellos y de su forma lastimosa de implorar perdón. Su hombría brilla por su ausencia. Podrán presumir de estar con muchas mujeres pero ninguno ha poseído a ninguna, los niños no son capaces de eso.

A mí ya me aburren hasta los juegos insulsos salidos de malas revistas para adolescentes. El sexo es mucho más que un juego, es una forma de vida. Hay gente capacitada para aguantar horas y horas en la cama con una mujer y son incapaces de hacerla gozar. Hasta hay algunos tan deplorables que organizan sus encuentros y llevan un maletín con "su juguetes". Me imagino yo la cara de sorpresa de la partener de turno cuando de un maletín de ejecutivo empiezan a salir todo tipo de instrumentos usados una y mil veces, bueno, mil veces no, mejor alguna que otra vez. Soy mujer y me pasa eso y el pobre saldría corriendo de la habitación espantado por mis carcajadas.

Lo que realmente interesa es la improvisación. Pero hay que tener en cuenta que improvisar no es mentir descaradamente. Como los tíos que aseguran ser fotógrafos y en su puñetera vida han visto más cámaras que las que les regalaron en la primera comunión. Yo estuve una temporada usando esa estratagema y realmente estaba involucrado en mi papel, hasta tal punto que me salieron ofertas de trabajo como fotógrafo profesional. Me encantaba retratar a las mujeres. Verlas perder poco a poco la timidez frente a la cámara hasta deshinibirse totalmente. Tengo algunos reportajes que serían la envidia de cualquier revista pornográfica tanto por lo expuesto como por la calidad de lo creado. Tampoco hay que ser excrupuloso con quién elegimos, sólo hay que tener claro lo que queremos obtener y perseguirlo.

Otra temporada empleé mis conocimientos como masajista para romper el hielo. No hay como insinuar que uno es masajista profesional para que te surjan multitud de candidatas dispuestas a desnudarse con tal de que les toques un poco y las dejes bien. En eso último era un auténtico experto. Claro que para que todos estos trucos funcionen hace falta saber cómo emplearlos. Hay que estudiar a cada mujer detenidamente. Después de todos estos años se podría decir que soy un auténtico especialista en conseguir lo que quiero. Lo que más me había costado había sido el pasar por profesor de derecho en la universidad. Estuve semanas estudiando leyes y acabé yendo a la universidad para hacerme pasar por un profesor trasladado. Llegué a dar una conferencia y a acostame con casi una docena de mis "alumnas".

Hoy me he fijado en una chica que para la mayoría pasaría inadvertida. No es ninguna preciosidad pero se mueve como si el sexo fuera su razón de ser. Va dejando señales a casi todos los hombres que no se percatan de ellas. Con suerte alguno le devuelve la sonrisa, esa sonrisa estúpida que parece pedir perdón. Su melena riza estará bajo mis manos esta noche.

Me dirijo hacia ella intentando que no se percate de mi presencia y la escucho. Por la forma de hablar parece ser fotografa o algo relacionado con la fotografía. Me parece muy fácil. Ella se ha dado cuenta de mí y su mirada me demuestra gran complicidad. Somos dos tiburones en medio de un banco de peces dormidos. Más que sentir atracción nuestras enegías colisionaron. Cuando le dije que yo era fotógrafo se rió dudando me mí mentira pero accediendo sin embargo a ver como seguía la noche. A partir de ese momento mis esfuerzos se centraron en conseguir a esa mujer en cuerpo y alma, en cuerpo lo estaría en unas horas.

Quedamos en que iríamos a su casa a sacar algunas fotos pero se sorprendió cuando del maletero del coche saqué una maleta con el equipo fotográfico. En mi interior me sonreí por la batalla que acababa de ganar. ella estaba dispuesta a acostarse conmigo pero ese golpe de acto me hizo llevar a mí la iniciativa nuevamente. Una vez en su casa tomamos unas cuantas copas que se sumaron a todas las que ya llevábamos. Le dije que se pusiese cómoda mientras preparaba todo y ella empezó a desnudarse. Aunque era lo que yo pretendía no le dejé. Le sugerí que lo hiciese lentamente para poder hacer un reportaje en condiciones de como se iba transformando en un objeto del placer.

Los dos estábamos disfrutando. Me confesó que ella ya había hecho alguna cosa con amigos suyos y eso hacía que la naturalidad fuera perfecta. Una vez desnuda le sugerí un juego: Le ataría con cinta y fotografíaríamos toda la escena como si de una violación se tratase. Aun bien lo había dicho ella me indicó donde teníamos que ir. La até boca abajo con las manos en la espalda y empecé a tomar fotos mientras ella se retorcía para mí. La imagen era perfecta pero me faltaba el terror de su cara.

Como soy un perfeccionista le tapé la boca y en ese momento noté mi erección. No sé si ella contaba con lo que pasó después. Con todo mi vigor y sin ninguna piedad la forcé por todos los agujeros que quedaban al descubierto. Me tomaba el tiempo necesario de ir sacando las fotos a los cambios que ella tenía en la expresión. Como pese a todo no me convencía le golpeé unas cuantas veces. Ahora era perfecta. Yo estaba cansado pero no había prisa y me tomé el tiempo necesario para recuperarme y seguir tomando mi reportaje. Hasta la dejé sobre el suelo y me hice el dormido. Me encantó verla arrastrándose por el pasillo. Cuando la alcancé ella intentó gritar otra vez pero yo ya estaba nuevamente dispuesto. Tardé casi seis hora en acabar el reportaje y luego una hora más en dejar todo limpio. No contaba con acabar esa noche con dos reportajes tan magníficos: Una sesión de violación y una "gore" por el mismo lote.

Hay días en los que uno tiene suerte.

lunes, 27 de octubre de 2008

Ángeles

Creo en los ángeles porque los he visto. Sí, se reirán de mí, pero es cierto. La gente se cree que esas cosas no son más que fábulas para niños pequeños, y puede que tengan razón. Es como los cuentos de caperucita, las cabritillas, Rizos de Oro o un sinfín de historias para no dormir. Gracias a ellos sabemos que la soledad es el primero de los miedos y luego va la oscuridad y más tarde la confianza. El poder de los cuentos y las leyendas está en que nadie cree que sean ciertas. Eso era lo que me pasaba a mí. Otro punto a tener en cuenta es que siempre idealizamos las cosas. Por ejemplo, las sirenas, esos seres bellos y hermosos dispuestos a salvarnos la vida. Por lo menos es lo que queremos creer, nadie adoraría las sirenas si las representásemos como los monstruos carnívoros y sádicos que son. Unos seres que se alimentan de nuestra sangre cual vampiros y que nos atraen con su canto como el flautista de Hammelin. No, nadie quiere creer en eso.

Algo parecido me pasó con los ángeles. Unos seres de luz que nos guían y aconsejan para protegernos. Unos bellos seres eternos que están en el paraíso y que nos acompañan a él. Incluso para no caer en el error de confundirnos inventamos a los demonios, esos ángeles caídos que nos llevan al mal y a la condenación. Los roles estaban claros: los ángeles, el bien y la luz; los demonios, el mal y la oscuridad. Dos fuerzas que habitan entre nosotros en equilibrio.

Antes también creía en eso, y antes estaba enamorado. Fue duro perder al mismo tiempo la inocencia y el amor. Se llamaba Eva, fue mi primera y última mujer. Nuestra vida era parecida a un paraíso. Nos adorábamos y todo era perfecto. Un trabajo en el que nos valoraban, una hija en camino y amor, mucho amor. No nos imaginábamos la vida sin estar juntos. Y cuando todo era perfecto sucedió.

Ella se había puesto de parto. Todo el embarazo había sido "de libro", como decían los médicos. Entre las contracciones y los primeros espasmos de parto apenas habían transcurrido 40 minutos. Ya lo habíamos hablado con la matrona y yo iba a estar delante cuando naciera nuestra hija. En ningún momento paramos de decirnos cuanto nos queríamos. Y una vez en el paritorio en cuando vi a los ángeles, eran dos. Ellos se sorprendieron porque no se esperaban que nadie los pudiera ver. Observé una luz extraña al lado de la matrona y cuando pregunté que era es cuando se me mostraron. Sabía que nadie más podía verlos. Estaban envueltos en una maravillosa luz y el cabello cubría sus rostros. Uno tenía unas alas blancas como si de un majestuoso Pegaso se tratase. El otro, en cambio, las tenía plegadas en torno a su cuerpo como una capa de color marrón, me recordaba a las gárgolas de la serie Gargoyles. Al fijarme en las manos me sorprendí porque en vez de dedos tenían una especie de garras que no paraban de moverse. El ángel oscuro me miró y en su rostro sólo pude ver unos ojos poderosos que me penetraron el alma. Escuché en mi mente un grito que casi me hace caer. Un grito que me decía que me marchase. En ese momento Eva apretó con fuerza mi mano, estaba empezando el alumbramiento. Todo sucedió en segundos. El ángel de la luz atravesó a la matrona sin que esta se diese cuenta de su presencia y con sus garras desgarró el cuerpo que se asomaba de dentro de mi mujer. Por unos instantes pude ver como una pequeña alma se revolvía entre sus garras y luego desaparecía dentro de la monstruosa boca que había abierto ese ser. Intenté detenerlo pero entonces es cuando el ángel negro se abalanzó hacia mí y me penetró. Todo el mundo desapareció y en mi cabeza empezaron a aparecer un montón de imágenes que me hicieron comprender.

Sí, eran seres eternos del bien y del mal, pero se alimentaban de nuestras almas para poder existir. Estaban siempre ahí y siempre en equilibrio. Eran ellos, los ángeles negros los que se encargaban de que el hambre de los ángeles de la luz no se desbordase. Me hizo ver que si ellos no existieran nuestra vida nunca llegaría a seguir porque a los ángeles les encantan las almas puras. Entonces escuché un grito. Eva sabía que algo acababa de suceder, que su hija había muerto delante de ella, que le habían arrebatado la vida. Mi ángel me soltó y pude ver como extendía sus alas membranosas. Poso su boca sobre Eva y empezó a aspirar.

El cuerpo de Eva empezó a marchitarse. Para los médicos yo no era más que un loco que daba manotazos al aire mientras mi esposa y mi hija morían delante de mí. Cuando acabó de alimentarse me miró y me dijo una cosa que cambió mi vida. Me dijo que la única forma de que pudieran morir era que alguien matara a su alimento justo cuando ellos comían. Cuando me lo dijo no supe realmente el porqué lo hacía pero creo que después de tantas muertes a mis espaldas lo comprendo. Ellos están condenados a la eternidad y eso les aterra. Aun no he encontrado a los ángeles de mi mujer y mi hija pero vivo con la esperanza de hacerlo algún día porque cuando a las pocas semanas de su muerte yo cometí el primer asesinato me convertí en lo que perseguía. El alma de ese ángel entró en mí transformándome en un ser semejante a ellos. Un ser de la oscuridad y de la luz. Un vampiro de almas eternas, un ángel inmortal.

domingo, 26 de octubre de 2008

Blanco

En el fondo no es importante lo que uno piensa o sabe. Esa es la primera premisa de una relación, mejor dicho, de una relación abocada al fracaso. Está claro que ese fue uno de los motivos por los que ahora estoy así. Al final nos cansamos de estar supeditándonos a otra persona. No es fácil estar todo el día acatando órdenes y dejando que nos impongan su voluntad sin tener en consideración la nuestra. Hasta en el trabajo esa situación sería insostenible, aunque hay gente dispuesta a vivir eternamente esclavizada, eternamente humillada.

Lo triste es que una no se da cuenta de la situación en la que está metida hasta que es algo totalmente inevitable. Lo que me hizo percatarme de lo que me pasaba fue el tiempo. Algo curioso es el tiempo. Nunca nos damos cuenta de lo que nos influye en nuestras vidas. Los días soleados estamos más alegres y nos gusta vestir de una forma más jovial. Los días propensos para la apatía son los días lluviosos. Creo que les llaman ciclos circadianos. Pues fue un día cuando me di cuenta que todos mis días eran grises.

Ni en verano me daba cuenta del Sol. Sentada en mi mesa todo era gris. Cuando salía de casa el cielo estaba en penumbra y cuando acababa la jornada estaba igual. Y los fines de semana estaba encerrada en cuatro paredes. Nunca salíamos ni hacíamos nada, sólo estábamos encerrados. Pasaba las horas arreglando una casa impoluta mientras él veía la televisión o bajaba a tomar algo con los amigos. Sentada en mi mesa vi que mi vida era gris. Mi ropa, mis días, mi matrimonio, mi trabajo... estaba muriendo ahogada en un mundo sin color y todo me resultaba indiferente.

Tuve que ir al baño a llorar porque en ese instante todo se me vino abajo. Añoraba a esa niña que estaba llena de esperanzas e ilusiones y me aborrecía a mi misma. Tenía que hacer algo para intentar recuperarme a mi misma. Me pedí la mañana libre alegando molestias, después de 13 años sin una sola baja nadie me puso pegas pero tuve que dar muchas explicaciones para que no me acompañasen al médico. Hasta se extrañaron de que no ordenase mi mesa antes de salir. Una vez en la calle me miré en un escaparate que teníamos en frente y tomé una decisión.

Ese mismo día fui a cortarme el pelo y entré en una boutique a comprarme ropa. Una ropa blanca llena de luz. También esa semana me separé de mi marido y solicité el ascenso que tanto me merecía y nunca me atrevía a pedir. Y cada vez que salgo por la puerta y me veo en ese escaparate situado en frente de mi trabajo sólo veo una luz blanca saliendo de mi interior.

viernes, 24 de octubre de 2008

La abuelita

Le duele mucho pero no puede seguir en cama. En cama es peor. Lentamente se levanta ayudándose con una silla que deja todos los días al lado de la cama para esa función. 75 años son muchos si el cuerpo está lleno de achaques, y parece que a esos años los achaques es lo único que no cuesta coger. Cuando por fin se levanta inicia el protocolo de todos los días. Primero deja deslizar el camisón por las piernas y se dirige al baño a cumplir con sus primeras funciones del día y asearse. Por lo menos ella aun no tiene problemas en los esfínteres como sus amigas, ella le llama supervivientes.

Una vez aseada inicia las labores de limpieza de todos los días. Es increíble lo que se mancha la casa todos los días. Aun no han inventado nada para que no se llene todo de porquería. Si por lo menos estuviera en un piso tendría vecinas que le ayudaran cuando no puede más, aunque solo fuera moralmente, ya que otra cosa muchas veces no se puede hacer. Recuerda cuando era joven y toda esa labor no le llevaba más de una hora, hoy en día tarda toda la mañana y las cosas no quedan perfectas.

Lo que peor lleva es el trabajo del jardín. Peor, parece que esa palabra siempre aflora con la vejez, pero es cierto, preparar el terreno donde plantará los rosales es una tarea ardua. Todo el mundo admira lo preciosas que tiene las rosas, si supieran lo que cuesta conseguir el abono. Hace años que le dieron la receta y se prepara su propio abono orgánico, ya no se fía de esas cosas que ponen ahora y que hacen que todo huela fatal. Sale de casa hacia el invernadero donde hace todos los preparativos. Antes también lo usaba para cultivar flores dentro pero ya no, ahora es el lugar donde se prepara el abono.

El calor que hay en el interior hace que esté todo listo en mucho menos tiempo y así no tiene porque preocuparse tanto por si estará a punto o si va bien el proceso de fermentación. Tiene varias cubetas que va rellenado según lo necesita. Esta mañana se prepara a rellenar la cubeta que uso el mes pasado. Antes era más fácil conseguir la turba y desechos orgánicos, la red de alcantarillado ha puesto todo más complicado, por suerte le comentaron una receta que desde que la usó por primera vez sus rosas se han ido convirtiendo en la envidia de todo el mundo, hasta le hicieron una vez un reportaje y ya ha ganado muchos premios.

El truco del abono es añadirle un poco de carne para que así el proceso de fermentación sea más rápido. Ya tiene todo dispuesto y ya sólo queda trocearla bien. Menos mal que siempre hay chicos dispuestos a ayudar a una ancianita a traer las cosas a casa. Y mientras deja caer el hacha se ríe porque por lo menos ese tuvo la decencia de no pisar sus flores.

jueves, 23 de octubre de 2008

El Lobo

Nunca supe como decírselo, bueno, no es verdad. La verdad es que soy un cobarde y no quiero tener que mirar su cara, sus ojos. Tengo miedo de enfrentarme a ella. Además, la culpa no ha sido mia. ¿Quién iba a suponer que eso iba a pasar? Siempre habían ido bien las cosas para todos, hasta cuando ellos llegaron.

Eran un matrimonio encantador. Jóvenes, llenos de espectativas e ilusiones y una niña preciosa. Creo que tenía un año cuando llegaron al barrio. Le encantaban los animales. También tenían un pequeño caniche pero duró poco, creo que fue un coche o un camión, no lo recuerdo bien. Lo que sí que es cierto es que después de la muerte del perrito no quisieron tener más, pero a la niña le encantaban. Jugaba con todos los del vecindario sin tener miedo de ninguno.

Aun me acuerdo de todo como si se me hubiera quedado grabado a fuego. Era la noche de San Juan. Todos los vecinos solemos hacer una sardiñada ese día. Es una excusa para reunirnos, beber un poco y compartir miserias. No está mal. Los niños pequeños y las madres suelen estar alejados del fuego jugando mientras "nosotros" preparamos todo y aligeramos la carga de bebidas. Y los perros siempre intentan robar un chorizo o un trozo de carne. Es decir, una reunión como las de casi todo el mundo ese día.

Todo iba perfecto y entonces es cuando nos dimos cuenta que la vecina nueva estaba gritando. Cuando miramos hacia donde ella estaba no vimos nada anormal, los perros estaban peleándose por un trozo de carne que nos acababan de robar. Pero cuando nos acercamos.... ¡Dios, no era carne! estaban destrozando a la pobre niña. Todavía escucho el sonido de los huesos al romperse y la ropa y la carne desgarrándose.

Intentando liberarla matamos a los perros pero ya era tarde. Uno de ellos se escapó con un trofeo entre sus fauces, un trozo de brazo. Alguna que otra vez lo hemos vuelto a ver pero cada vez que nos acercábamos a él se escapaba corriendo. Desde entonces nadie de nosotros hemos vuelto a tener perro.

El perro que se escapó era el mio.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Amarillo


Lentamente me asomo al exterior. Todo está tranquilo aun así tardo varios minutos en decidirme a cruzar la calle. Nuevamente vuelvo asegurarme de que no hay nadie, lleno mis pulmones y empiezo a correr hacia la otra acera.



Vivo en un pueblo. Es el mejor lugar para poder disfrutar de la vida. Todo parece que sucede más lento pero que la intensidad es mayor. Cada pequeño suceso que rompe la rutina diaria se transforma en una noticia que en pocos instantes todos conocen. Hubo una vez que la mujer del alcalde, yendo distraída, como siempre, tropezó con el niño de Inma y cuando los gritos de esa histérica mujer se callaron todo el mundo sabía que la “alcaldesilla” había perdido los papeles.

La intimidad cobra otro matiz en un pueblo. No puedes estornudar en tu casa sin que el vecino te desee salud, solía decir mi padre. Las jornadas se inician antes de que el gallo cante. La gente sale contenta a trabajar en el campo. Las mujeres se quedan arreglando la casa y empezando a preparar los desayunos para unos infantes que aun descansan. Poco a poco las caras alegres de los escolares empiezan a sonar por las calles. Golpes a botes que se transforman en balones imaginarios, carreras, puertas que suenan clamando por sus compañeros de pupitre.

Pese a estar en el siglo XIX, la gente aun prefiere ir andando a los sitios. Es como si la tecnología sólo se hubiera hecho lugar en las viviendas. Casi todos tienen ordenadores gracias al alcalde, que es lo opuesto a su mujer. Con el fin de favorecer la conectividad acabó implantando red inalámbrica en todo el pueblo. Eso hizo que la gente entrase en la tecnología por la puerta grande. Tal vez si no fuera por él nadie hablaría a la “alcaldilla”.

Éramos un pueblo perfecto.

Luego llegó esa ola de independentismo que nadie entendía y que nos golpeó directamente en el corazón. Nuestro pueblo, pese a ser un lugar poco visitado, se hallaba a los pies de una supuesta frontera que nadie sabía que existía. Ya habíamos escuchado la noticia de la independencia pero a nosotros nos daba igual hasta que una mañana, a la hora en que los hombres salían al campo, una explosión nos levantó a todos. El ayuntamiento había desaparecido y con él la vivienda del alcalde. Aun bien no nos habíamos repuesto cuando nuevas explosiones sonaron desde la montaña, nos estaban bombardeando.

Los siguientes días fue un ir y venir constante de ambulancias, soldados, helicópteros… y bombas. Al cabo de una semana sólo quedaríamos vivos la mitad del pueblo. Los llantos y los gritos ya no había forma de acallarlos. Los pocos que habían intentado ir a la ciudad y escapar de la guerra habían sido abatidos como perros rabiosos. Nadie lo quería creer pero de todos los que salieron sólo un niño de 8 años volvió con su cuerpo impregnado con la sangre de sus padres. Pero eso fue el principio.

La guerra acabó al cabo de un mes y llegaron los francotiradores. Al principio algún soldado rezagado fue el blanco de sus mortíferas armas. Los intentos por acabar con ellos fueron inútiles, la guerra dejó multitud de ruinas y lugares donde cualquiera se podría esconder. Cuando se marcharon los soldados empezaron con nosotros.

Apenas quedaremos un centenar de personas en el pueblo que intentamos sobrevivir cada día con las pocas reservas alimenticias que nos quedan. El maíz ya se tendría que haber cosechado y los animales andan sueltos por el pueblo. Hoy me toca a mí conseguir comida.

A lo lejos veo una gallina picoteando frente a un esplendoroso maizal amarillo. Estoy escondido en las ruinas de una casa. Ya he cruzado varias calles y mi corazón está a punto de reventar de la tensión. Pienso en todos los que me esperan, los niños. Miro la comida que nos puede hacer aguantar un día más y empiezo a correr.

Un golpe en el pecho hace que me detenga completamente mientras me desplomo de rodillas. La gallina huye entre el amarillo que se abre ante mis ojos. El olor del campo me inunda y recuerdo. Recuerdo cuando el que se escondía entre el amarillo del maíz era yo.

martes, 21 de octubre de 2008

Rojo

Cierro la puerta mientras suspiro. La jornada se me ha alargado en el tiempo y por fin he llegado a casa. Lo primero que hago tras dejar las cosas sobre la mesa es quitarme la ropa que me aprisiona. Siempre cumplo con la misma rutina liberadora. Me encanta sentir el frío del suelo en mis pies y esa sensación de libertad.

Todas las mañanas al vestirme tengo la misma sensación de agobio. La ropa me encorseta, me aprisiona en su tela, me devora en su falso color. Quisiera poder estar desnuda todo el día y que todos estuvieran igual. Sin mentiras escondidas bajo los pliegues, sin estatus creados a base de talonario. Sería difícil al principio, pero con el tiempo nos acostumbraríamos a ver la belleza que guardamos en nuestro interior sin andar con escrúpulos infantiles. Justo entonces podríamos salir a la calle en igualdad de condiciones sin que nos violasen con la mirada cada vez que un poco de carne asoma al exterior.

Me miro al espejo y disfruto contemplando mi cuerpo. Me encuentro cansada de luchar cada día. Luchar en un trabajo asfixiante lleno de gente asfixiante. Estoy exhausta de vivir siendo quién no soy. Sólo cuando contemplo mi cuerpo frente al espejo veo mi realidad. Estoy sola frente a la única persona que se ha fijado en mí. Mi garganta se encoje mientras me dirijo a abrir el agua de la bañera.

Nuevamente en el salón enciendo el equipo estereofónico y pongo en el compacto un disco de bandas sonoras que empleo para evadirme. La música empieza a sonar por el hilo musical de la casa mientras me mezo a su ritmo. La primera canción que suena es de la banda sonora de “Feliz navidad Mr. Lawrence”, el rumor de las olas me acompaña en mi tristeza. Quisiera poder decirle a alguien que le quiero, abrazarle. Pero estoy sola.

Hace un mes que él se marchó. Decía que no había otra y que la presión a la que lo sometía por culpa de mi trabajo era insoportable, pero hoy lo vi. Fue una casualidad, pues yo nunca salgo por la mañana de la oficina. Tuve que ir a visitar a un cliente y, mientras esperaba al ascensor de su edificio, una pareja se arrimó al portal a darse arrumacos. Una sensación de alegría vino a mí al verlos y cuando él separó sus labios de los de ella mi mundo se rompió. Pensaba que aun tendría alguna oportunidad y que me perdonaría si yo cambiaba. Yo me mentía y cuando vi como la miraba supe que ya nunca volvería a mí.

Mis ojos empiezan a llorar cuando suena la “Vida es bella”. ¡Qué gran mentira! La vida no es bella, la vida es cruel. Arrastrando los pies por el pasillo llego al baño con el rostro anegado en lágrimas. Cierro el grifo mientras arrojo varias perlas de sales en la bañera. Todo está lleno de vapor. Mi piel se humedece. Abro los cajones buscando. Cuando por fin encuentro lo que quiero me introduzco en el agua.

El calor es casi insoportable pero poco a poco me introduzco hasta estar completamente sumergida. Siento como mi sangre palpita con fuerza mientras el ritmo del “último mohicano” empieza a ganar intensidad. Cierro los ojos y guío la mano derecha sobre mi brazo izquierdo. Sólo permito un pequeño gemido al sentir mi piel abriéndose. Con dificultad repito la operación en el brazo derecho.

Mañana ya no me harán falta más pastillas para poder aguantar. Mañana mi dieta y mi peso no serán importantes. Mañana no tendré que gritar a nadie. Mañana tal vez alguien me extrañe. Abro los ojos y veo como el agua se ha vuelto roja. Cierro otra vez los ojos y disfruto por última vez de Michael Nyman en “El piano”.

lunes, 20 de octubre de 2008

Sirena

Soy una sirena. Está claro que yo antes no lo sabía pero un día me dí cuenta que yo estaba predestinada a ser una sirena. Claro que antes me gustaba andar con mis compañeras, ir a jugar con ellas, correr, pero eso era antes. Yo antes era una niña normal, o eso creía y una mañana descubrí que la vida que conocía antes había desaparecido. Me había transformado en una sirena pero no lo sabía.

Yo tarde varios años en saber lo que soy y tal vez por eso estaba siempre triste. No me apetecía nunca nada. No quería ver a las que eran mis amigas, no quería salir de casa y sólo quería llorar. Ahora entiendo a los peces que están en la pecera. Siempre me parecieron animales tristes que añoran la libertad y las aguas azules y por eso se mueren: por la tristeza que sienten.

Mis padres fueron los primeros en darse cuenta que yo ya no era una niña pero tampoco me podían ayudar porque ellos no eran capaces de ver que yo era una sirena. Hasta que un día me llevaron al mar y descubrieron a la sirena que había en mí. Yo nunca había visto el mar más que en fotos o en reportajes de la televisión, tal vez por eso me asusté en cuanto me vi en la playa.

Aun hoy no tengo palabras para describir esa primera sensación, aunque sé que yo había nacido para vivir allí. En cuanto mi cuerpo se encontró en el mar empecé a sentir que me transformaba, aunque no podía ver mis aletas sabía que estaban allí. Sumergí mi cabeza en el agua y cuando la saqué nuevamente para respirar toda la tristeza que sentía desapareció. Esos pequeños recuerdos de la niña que hubo una vez en mí se diluyeron entre el vaivén de las olas. Entonces observé que el los ojos de mis padres aparecían una lágrimas de felicidad. Me estaban viendo tal y como era.

Desde ese día nuestra vida cambió y el mar, o en su defecto la piscina, no paso un día sin ir al agua y mis amigas me acompañan para verme nadar. Todas están contentas de que yo sea una sirena e incluso alguna me dijo que quería ser como yo, por suerte no somos muchas o de lo contrario no seríamos tan especiales. Lo triste es que la gente no nos ve y pasa a nuestro lado sin darse cuenta que somos seres reales y que estamos a su alrededor.

Alguna vez, en mis sueños, recuerdo a aquella niña que había en mí. Una niña que iba siempre con sus padres saltando y jugando y que un día se olvidó de ponerse el cinturón. Cuando mi cuerpo aterrizó después de haber atravesado el cristal sentí morir mis piernas. Pero lo que pasó en verdad es que me había transformado en una sirena.

domingo, 19 de octubre de 2008

Granate

La tenue luz de la habitación me deja vislumbrar mi silueta. Estoy tumbada sobre la cama y con los pies apoyados en la cabecera, me encanta ver mis pies moverse. Se que debo de parecer una demente pero es lo único que me apetece.

Debe de ser la única cosa que a estas alturas me satisface. Es triste. Sé que aunque nadie lo entienda ya estoy harta de justificaciones y explicaciones. No quiero nada más que estar sola.

Mi mente está agotada de todo, de las presiones a las que me he sometido. El trabajo, un jefe inútil, un novio infantil y más inútil todavía, a estas alturas exnovio. No puedo más, estoy muerta por dentro y mi único consuelo es estar sobre una cama desnuda y contemplando mis pies.

Creía que estaba preparada para aguantar cualquier sorpresa pero al final siempre nos sorprenden. Si no hubiera salido esta mañana a llevar unos papeles al banco nunca me habría enterado de nada. Seguiría siendo la novia perfecta y dispuesta a casi todo por él.

En la mesilla, al lado del bote de pastillas, veo el barniz granate. Sí, el granate me quedará bien. Con calma me incorporo y me dispongo a decorarme las uñas una última vez. Al finalizar me tumbo agotada y vuelvo a apoyar los pies sobre la cabecera de la cama.

Espero lentamente mientras noto como mi corazón se va ralentizando poco a poco. Nunca me había dado cuenta de lo maravilloso del cuerpo humano, justo cuando sé que no va a llegar un mañana descubro que mis pies son maravillosos.

viernes, 17 de octubre de 2008

Verde

Despacio aparto los cartones que me servían de manta. Despacio me incorporo para no molestar a los compañeros que tengo alrededor mientras voy hacia el cubo que tenemos en el rincón. Despacio intento no salpicar y suplico porque no desborde una vez más. Observo como todos se levantan como zombies sin alma, asustados cuando escuchan el cerrojo de la puerta descorrerse.

Despacio avanzamos hacia la luz que se abre ante nosotros con la misma ropa que usamos día tras día. Hace tiempo que dejamos de oler, hace tiempo que dejamos de protestar, hace tiempo que sólo sobrevivimos.

Una escudilla llena de una masa informe es nuestro sustento diario mientras a los últimos los sacan a empujones. No hay palabras, sólo sonidos. Otra vez sacan a uno arrastras por los pies. Despacio dirigimos la mirada hacia otro lado cuando pasan a nuestro alrededor y lo introducen en una hormigonera. Masticamos nuestro miedo. Hubo un tiempo en el que grité y protesté pidiendo dignidad.

Un silbido. Despacio avanzamos hacia la camioneta formado una hilera silenciosa, sólo rota por el golpear de las escudillas al resbalar de las manos contra el suelo. Uno a uno vamos entrando a la oscuridad y nos acuclillamos, despacio, en silencio. No somos sardinas, ellas tienen libertad, somos la carnada. El motor arranca y nos movemos.

Al cabo de un rato nos detenemos y la luz nos golpea cada vez que se abre el portón. De cada vez uno se baja, despacio, en silencio y nos movemos ocupando ese espacio que quedó. Cuando al fin llega mi hora salgo al exterior mientras agarro el cartón que me alzan.

Ante mí aparece un niño que me indica que le siga. No me fijo en él, son todos iguales, como nosotros. Avanzamos despacio por la calle, nadando entre la multitud hacia nuestro lugar. Cuando por fin lo alcanzamos me siento en la fría calle y lo cojo en brazos. Ante nosotros sitúo el cartón mientras el niño empieza a gemir. Dirijo despacio la mirada al cielo y recuerdo.

Recuerdo que una vez mis pies descalzos corrían por la hierba mientras la alegría desbordaba mi interior al cruzar el mar verde de la jungla.

jueves, 16 de octubre de 2008

Azul

Un día más abro los ojos. El Sol me recibe un día más con un espectáculo de luz y calor. Es maravilloso levantarse los días de Sol, hace que el dolor de huesos sea más leve y le alegra a uno el corazón. Lentamente me incorporo. El paso de los años es cruel cuando uno se acerca al ocaso de la vida pero si uno no se mueve es peor.

Con dolor me dirijo hacia el baño para asearme. Los buenos hábitos nunca hay que perderlos. Tras orinar y lavarme a conciencia procedo a afeitarme. Aun añoro el sonido de sus zapatillas al aparecer tras de mí para darme un beso, sus abrazos, su olor… Una lágrima aflora en mis ojos mientras me agarro al recuerdo de su cara. Una cara que vi durante más de 50 años. El corazón se me encoje cuando pienso en como me dejó pero le prometí que viviría hasta que pudiéramos volver a estar juntos. Le prometí que sería feliz hasta que mis labios volvieran a posarse en los suyos, pero la espera es tan larga…

Observo mis manos aguantándome erguido frente al lavabo y sigo afeitándome mientras pienso en el día tan maravilloso que me espera. Cuando acabo ahueco mis manos para que el agua acabe de limpiar los restos de la espuma. No hay nada como un chorro de agua bien fría en la cara para decirle a uno que está vivo. Miro fijamente al espejo y por unos instantes me olvido de lo que estoy viendo y me imagino cuando el mundo era mío, cuando era nuestro. Las canas que aun quedan en mi cuero cabelludo desaparecen y todo se vuelve negro. Los rizos que tantas miradas de soslayo levanté en las mujeres aun están ahí y sonrío.

Lentamente vuelvo a la habitación. La luz del Sol ha calentado lo suficiente el suelo como para que mis pies lo agradezcan mientras busco la ropa que me voy a poner. Es preciso que cada día uno se arregle como si alguien importante lo fuera a ver, así uno se encuentra mejor consigo mismo. En eso un hombre lo tiene más fácil, pero pese a todo, la ropa tiene que estar impecablemente planchada.

Antes me lo hacía ella, pero a raíz de que empezó a enfermar fui aprendiendo todas las tareas que antes me parecían imposibles. No es que no le dejara hacerlas, no. Cada día, antes de acostarnos, ella se levantaba y cuidadosamente me planchaba como buenamente podía la ropa del día siguiente. Nunca se lo dije, pero cuando ella se acostaba me levantaba para planchar la ropa que ella había intentado alisar entre temblores para que cada mañana me viera perfecto. La quería tanto… vaya, hoy estoy melancólico.

Agarrándome al brazo del sofá me siento para que mi corazón se desahogue. Miró tras la ventana y observo un maravilloso cielo azul con un enorme Sol en medio. Antes usaba el truco de mirar al Sol para esconder las lágrimas que pocas veces me afloraban, hoy son las lágrimas las que hacen que el Sol se difumine con el azul del cielo. Un suspiro brota con fuerza desde mi interior mientras siento unos labios en mi mejilla. Lentamente me giro y la veo frente a mí…

miércoles, 15 de octubre de 2008

Añil


No puedo más, la odio con todas mis fuerzas. Mi corazón era suyo y después de destrozarlo lo pisoteó. Yo la quería y no puedo imaginar mi vida sin ella. Todos estos años juntos se han esfumado por culpa de él. Los dos teníamos un futuro, yo quería tener hijos. Ella era mía y de nadie más.

Todo era perfecto y vino él con sus ideas de que no era libre y que no podía consentir mis arrebatos y se la llevó. Todas esas mentiras consiguieron alejarla de mí. Tal vez no tendría que haberle pegado con tanta fuerza. Sigo sin creer que yo le hubiera hecho tanto daño. Seguro que le dijo a su amiguito que le golpease para luego decirle al forense que fui yo. Yo nunca le haría tanto daño de no ser por él. Si pudiera lo mataría y a ella también.

Ahora se ha ido. Debieron de aprovechar que me tenían retenidos esos estúpidos policías para vaciarme la casa. Se ha llevado mis cosas: la ropa que le compré con mi dinero, mis maletas, mis fotos,… todo me había costado mucho dinero y tiempo. ¡Eran mis cosas!

Y me deja esta estúpida carta. No quise ni leerla. Seguro que sólo eran más mentiras. Lo peor es que también me han despedido del trabajo porque dicen que mi ira asusta a los clientes y que no puedo pegar a nadie. ¡Él me provocó!

Todos están en mi contra, todos me odian, pero yo la quiero. Sé que con esto ella volverá. Le gustan los dramas y yo le voy a dar uno. He escrito una carta donde me despido de ella y le pido perdón. Le digo todas esas cosas que ella quiere oír de que la culpa era mía, de que tenía que haberla respetado y que ella es mi único amor… eso último es verdad.

He asegurado la cuerda en el gancho de la lámpara e hice una llamada a la policía diciéndoles lo que iba a hacer. Me tuve que aguantar la risa cuando se puso al teléfono esa inútil. Ahora dejan que cualquier cosa con bragas pueda ser policía y se creen que tienen poder. Como esa jueza que me dijo que no me podía acercar a mi mujer. Pero son mujeres y son fáciles de engañar.

Dejé el teléfono descolgado para que me localicen y les doy unos minutos. Ahora me toca actuar. Me paso la soga por el cuello y pruebo como sería. Flexiono las rodillas y el nudo empieza a apretarme cortándome la respiración. Mi cara empieza a cambiar de color. Me veo a través del espejo que tengo enfrente. Desde luego hay que ser estúpido en hacer esto pero si así viene cualquier cosa vale. Cuando no puedo aguantar más me incorporo y aflojo la soga, aun no me ha dejado marca.

Nuevamente repito la operación. Esta vez flexiono las rodillas un poco más. La cuerda empieza a hacerme daño en la piel pero yo aguanto mientras mi cara vuelve a congestionarse. Primero roja y poco a poco un color violeta. Cuando no aguanto más intento levantarme pero mis pies resbalan. ¡Joder! Intento aguantarme con las manos mientras busco la silla con mis pies. Al otro lado del espejo un hombre asustado me devuelve la mirada mientras su cara empieza a volverse añil. Quiero aire, quiero vivir… Antes de perder el conocimiento completamente esa cara añil tuerce su boca en un gesto de burla mientras que me miento pensando que tal vez la policía llegue a tiempo.

martes, 14 de octubre de 2008

Marrón

Toda mi vida se reduce a un mero excremento sobre el cual me sitúo ahora mismo. Todo lo que me rodea o lo que toco apesta tanto que no soy capaz de pensar con claridad. Sobre esta montaña de desechos orgánicos reconozco que estoy donde merezco estar. Nunca he sido capaz de hacer que nada funcionara, ni mis estudios, ni mis parejas, ni mi vida familiar y mucho menos los trabajos.

Una infinidad de oficios distintos que lo único que tenían en común era que en todos me sentía igual que ahora mismo. La falta de iniciativa propia, y la ausencia de estudios por mi parte, supongo que han contribuido a que nunca supiera lo que es cobrar una nómina completa. A mis casi cincuenta años conozco a la perfección las miserias de los trabajos temporales. Repartidor de motocicleta para una multitud de locales de comida rápida para los que yo no era más que otro M.M. (Mierda Motorizada); limpiador de escaleras, cosa que duró poco tiempo porque no sabía limpiar; repartidor de publicidad, al final me vieron tirando los folletos a un contenedor y acabé sin trabajo y sin dinero; reponedor de almacenes, otro trabajo para un M.M. (Mierda Musculada), también me despidieron por haber cogido un par de botellas; camarero, paseador de perros, limpiacristales, pinche de cocina, albañil, pintor sin futuro y un sinfín de trabajos basura que ya no soy capaz de recordar. Nunca llegué a durar más de dos meses en ninguno de ellos. Yo creo que los jefes se encontraban intimidados por mi presencia porque sabían que yo valía más que ellos.

Toda esa situación laboral repercutió en mi vida social y familiar. Tampoco conseguí mantener una pareja estable más de ese tiempo. Las guarras sólo querían estar conmigo por culpa del dinero y tan pronto me quedaba sin trabajo me dejaban porque decían que no estaban dispuestas a mantener a un vago impotente. ¡Impotente! Lo que les pasa a todas esas golfas es que ninguna me pone. Las mujeres se creen que porque ahora puedan trabajar ya son más que los hombres y no dejan de ser unas fregonas. Mi madre lo sabía bien por eso nunca protestó pese a lo que le hiciera mi padre. Él sí que sabía como tratar a las mujeres y a los jefes. Él tenía un trabajo estupendo de barrendero y sin haber estudiado nunca. "Los libros siempre te llevaran a ser un parado más" me decía constantemente y tenía razón, pero al revés. De no haber sido un fracasado con los estudios nunca me encontraría en esta situación actual: sin trabajo, sin pareja, sin casa, siendo un alcohólico fracasado y sobre un montón de excrementos.

El problema de encontrarte sin expectativas y sin futuro en la vida es que luego nunca quieres hacer nada por salir del pozo que has creado. Empecé a moverme por los albergues y por las casas de la caridad. Algunas me exigían limpieza para poder ayudarme, otras que no oliese a alcohol y otras sólo que no les dieras problemas. Me recorrí medio país envuelto en una bruma etílica y despertándome cada día sobre un montón de papeles o de vómitos. Me convertí en lo que mi padre barría cada mañana.

La ventaja de ser un indigente es que nadie te ve y puedes andar por donde quieras, si no armas mucho ruido. Nunca tuve problemas hasta hoy y tampoco creo que vaya a tener más.

Me encontraba dormido sobre mis cartones cuando sentí que me arrastraban. Al intentar levantarme no pude, estaba inmovilizado y tampoco podía gritar ni ver. No sé durante cuanto tiempo me estuvieron golpeando. Varias veces perdí el conocimiento al sentir quebrar mis huesos. Cuando nuevamente recuperé el conocimiento sentí el olor y el calor de las heces que me envolvían la cara. Habían vaciado sus intestinos en mí y deseaba que todo hubiera acabado ahí pero las cosas nunca acaban bien en estas situaciones así que recé para que fuera rápido.

lunes, 13 de octubre de 2008

Negro

La oscuridad me acorrala y me domina. No puedo abrir los ojos y aunque pudiera sería igual, seguiría sin poder ver. Mis manos no pueden moverse ni mi piel puede sentir. Estoy muerto pero sigo vivo. Noto el aire frío llenando mis pulmones y rasgándome por dentro. Quisiera detener el corazón pero no puedo. Mi cobardía me impide seguir adelante. Dicen que el suicido es un acto de valentía pero pienso que es el acto más cobarde que existe, aunque ni siquiera tengo valor para ese segundo de decisión. Mis ojos están secos y mi corazón vacío. Vuelvo a caminar por las calles solo. Vuelvo a casa solo. Vuelvo a dormir solo. Y aquí estoy, cubierto por la oscuridad.

domingo, 12 de octubre de 2008

El Sexto

Hoy lo he vuelto a sentir. Mientras hacía el camino de regreso desde el trabajo lo pude percibir, sabía que estaba en alguna parte. La sensación se me está haciendo insoportable. He intentado muchas veces saber quién era, quién es la persona que me está acechando, pero no lo he conseguido. Pese a notar sus ojos en mi nunca he conseguido ver a nadie.

Todo comenzó hace unos meses o mejor dicho, fue cuando empecé a notar pequeñas cosas. Lo primero fue la correspondencia. Muchas cartas me aparecían como si las hubiesen pegado de nuevo pero no le di importancia al hecho de que tanta gente se equivocara a la hora de cerrar los sobres. Luego la ropa, me desaparecían prendas de las cuerdas: camisetas, pijamas, sostenes, tangas... y fue gracias a la ropa cuando me percaté de todo. Un día antes de marcharme de casa a la compra tendí la ropa, y para asegurarme a cada prenda le puse 3 pinzas. Al volver había tres huecos pese a que no soplaba ni una ligera brisa de verano.

Le daba muchas vueltas a la cabeza pensando en todas esas cosas cuando todo fue a más. Sonidos de pasos acompañándome fuera donde fuera. Llamadas telefónicas a horas intempestivas que se cortaban. Intenté presentar una denuncia a la policía pero me dijeron que "sin pruebas no podrían hacer nada aunque mandarían una patrulla por la zona". ¿Una patrulla? Veía pasar más veces a la semana al camión de la basura que al coche patrulla. Le empecé a pedir a mis compañeros que me acompañasen a casa por las noches para poder encontrarme más segura. Sabía que no eran más que conjeturas y percepciones pero cada vez estaba más aterrorizada. Y las cosas empezaron a aparecer fuera de su sitio.

Ya llevo varios días sin salir de casa. En el trabajo he dicho que estaba enferma y he aprovechado para cambiar la cerradura y rebuscar por toda la casa por si veía "algo". Las pocas veces que tengo que salir de casa lo hago parándome en todas las esquinas para mirar atrás. Alguna vez me pareció ver una sombra pero empiezo a dudar de todo lo que oigo o veo. Cuando regreso a casa vuelvo a tener esa sensación. Y sucede.

Me disponía a desnudarme para meterme en cama cuando al apagar la luz unos brazos me agarraron por detrás y me taparon los ojos y la boca ahogando mis gritos. Lo siguiente que he sentido es como me zarandeaban de un lado a oto sin poder hacer nada. Los sonidos de una respiración que no era la mía me rodeaban y un olor que me resultaba familiar. Una cinta adhesiva me inmovilizó las manos y me tapó los ojos antes de tirarme encima de la cama. Un tacto frío y húmedo empezó a recorrer mi cuerpo primero lentamente y luego mucho más brusco. Deseaba que todo acabase de una vez temiendo el desenlace final pero por lo menos estaba feliz por una cosa: no me estaba volviendo loca.

sábado, 11 de octubre de 2008

El Tacto

Nunca he pretendido destacar ni llamar la atención. Se me podría definir como la típica compañera de clase que sabes que está ahí y que sólo se suele recurrir a ella para pedirle los apuntes, nada más. Tampoco destacaba por mis notas que eran de lo más normal y eso que me esforzaba por mejorarlas. La definición más común con la que me definían era con un simple "es de las del montón". ¿Del montón?, ¿del montón de qué?, ¿de mierda? Cada vez que escuchaba eso me entraban ganas de gritar y decirles cuatro cosas pero nunca me atreví a hacerlo, eso contradecía mi espíritu. Yo no pretendía ser nada más que lo que era y si alguien era lo suficientemente perspicaz ya me descubriría. Y así pasaron los años de instituto y más tarde los de la universidad, sin que nadie me descubriese.

Lo que llevaba peor era mis relaciones con los chicos, mejor dicho, la ausencia de ellas. Estaba claro que tampoco era de las que resaltaba en ese aspecto. Las únicas experiencias sexuales que había tenido habían sido conmigo misma y he de reconocer que eran muy satisfactorias pero quería algo más. Debía de ser de las pocas mujeres que con 23 años nunca le habían propuesto llevarlas a la cama o a donde fuese y eso me frustraba.

Enfrente del baño yo tenía un espejo en el cual me miraba cada vez que salía de la ducha y no estaba nada mal, bueno, estaba aceptable. Tal vez me sobraban 4 o cinco kilos pero he de reconocer que la naturaleza se había portado muy bien en donde me había repartido esos kilos de más. Tenía un cuerpo bastante apetecible. Unas piernas bien hechas, un buen culo, la cintura se adivinaba bastante bien, los pechos bien plantados pese a ser una 100, y respecto a la cara y al pelo nada que objetar. Supongo que el problema residía en que nadie me había visto nunca así, ni siquiera la compañera que tuve de piso en la universidad. También he de reconocer que la forma en que me vestía no contribuía mucho a resaltar mi figura, mejor dicho: no contribuía nada.

En el trabajo solía escuchar entre susurros que yo vestía como si llevase un saco en la cabeza cada vez que elegía la ropa. Pero es que a mi me daba igual lo que opinaran yo siempre intentaba ir cómoda y floja. Me encantaba la ropa holgada con la que podía sentir el roce de la tela en mi piel cada vez que andaba. No comprendía a esas mujeres que les encantaba ir tan... encorsetadas. Me gustaba notar mis pechos cada vez que movía. Supongo que si mis compañeros supieran que nunca llevaba sujetador se abrían fijado en mí, pero no quería ser "una de esas". También me gustaba llevar el pelo suelto. Tenía una melena riza la cual me tapaba la cara y que sólo recogía cuando me sentaba delante del ordenador.

Y así pasaban los días. Nunca pretendí ser otra persona y siempre esperé a que llegase ese momento especial hasta hoy. Estando en el metro noté como una mano me rozaba, al principio creía que era uno de esos típicos cerdos que se entretenían tocando a las mujeres pero notaba en esa forma de rozar algo distinto, algo que me gustaba. Así que opté por no hacer nada y dejarle hacer. Notaba su inseguridad en cada caricia. Notaba como se deslizaba en mi cintura como si fuese el pliegue de la ropa. Me estremecía con cada caricia creyendo que no podría contenerme. Su mano se deslizaba suavemente por mi espalda hasta tocar el pelo. Era imposible que nadie se diese cuenta de lo que estaba pasando. Cuando la sentí en mi cuello tuve mi primer orgasmo no causado por mí. No podía más y decidí darme la vuelta y en ese mismo instante me enamoré.

Ya llevamos casi dos años juntas y todavía me estremezco recordando esa primera caricia, esa primera vez. Y soy feliz de ser como soy.

jueves, 9 de octubre de 2008

La Vista

No entiendo como no he podido darme cuenta antes, las cosas no aparecen del día para la noche. Supongo que la culpa en parte era mía por no querer verlo pero ahora que he analizado nuestra vida juntos tengo que reconocer que él nunca me engañó, me engañé yo sola.

Esto ya viene desde siempre, supongo. Al principio yo le justifiqué todas las cosas. Todos sus desplantes, todos los desprecios que no quería ver, su falta de afecto. Pero todo eso lo suplía con el cariño que yo le procesaba. Me daba igual que no me quisiera mientras estuviese conmigo, lo peor es que yo creía que eso era amor.

El que él quisiera acostarse conmigo me llenaba, me daba igual que todo acabara en unos pocos minutos, me daba igual no haber sentido nunca un orgasmo, porque yo creía que en el fondo eso era el amor. El amor era una entrega plena por mi parte, él ya hacía bastante yendo a trabajar para mantenerme.

Y luego vinieron los hijos. Yo sabía que él no quería niños pero le convencía para que tuviésemos dos. ¡Que tonta era! para él los niños fue lo mismo que cuando cambió el coche o cuando cambiamos de piso, una forma de demostrar su hombría. Me daba igual todo lo que me decía mientras estaba embarazada. Me daba igual como me recriminaba lo gorda que estaba y lo deformé, hasta no me importaba que mirase a las demás mujeres echándome en cara que yo no estaba así. Él estaba conmigo y no con ellas y yo tenía en mi vientre sus hijos.

Lo peor vino luego, cuando los niños nacieron. Yo no veía nada, estaba demasiado ocupada cuidando a los gemelos y atendiendo la casa y atendiéndole a él en todo lo que quería. No veía nada. Me afanaba en que los niños no le importunasen lo más mínimo, los padres no deben ocuparse de los hijos, eso es cosa de las mujeres. Ahora que lo miro desde la lejanía no recuerdo una sola caricia de él hacia ellos, ni un beso. Yo justificaba su frialdad y falta de sentimientos e intentaba compensarlo con mi cariño. Pero con los niños empezaron los gritos. Que si no le dejaban escuchar la televisión, que si hacían ruido cuando jugaban, que si no le dejaban descansar, que si no le dejaban follarme..... y fue entonces cuando empecé a ver.

Hace unos meses que nos hemos divorciado. Yo no me sentía capaz de superar la separación y no creía que él pudiera vivir sin nosotros, por suerte para mi las cosas no fueron así. El mismo día que se fue de casa marchó a casa de una amiga mía. Por lo que parece llevaban muchos años viéndose. Mejor para todos, ella odia a los niños y gracias a ella él nunca luchó por ellos. Encontré trabajo haciendo lo que mejor sabía hacer, trabajando en una casa. Creía que no podría hacerlo pero el empezar allí y ver a un matrimonio joven como yo, como se querían y como idolatraban a sus hijos fue como ponerme unas gafas delante de mis ojos. Ahora tengo tiempo para mí, para mi vida y lo que estoy viendo me gusta.

miércoles, 8 de octubre de 2008

El Gusto

Cada vez que me miro al espejo veo lo mismo, un monstruo horrible. Por mucho que intento ser objetiva y por mucho que intento dejarme convencer no hay forma: esa persona que veo no soy yo, o por lo menos, no es quién quiero ser. Me sobra grasa por todas partes aunque ya no tanto para mi metro setenta.

Mi novio tenía razón y supongo que por eso me dejó. Mi cuerpo no se parece en nada a las mujeres que a él le gustaban. Tenía mucho culo, mucha pierna, mucho pecho, mucha papada.... mucho de todo. Pero eso ya ha cambiado desde entonces, ahora ya no estoy tan gorda. Me sobran unos 10 kilos para estar en mi peso ideal. Lo peor de todo es lo pesada que se vuelve la gente con la comida, está obsesionada con que debo de comer a todas horas. Si sabré yo lo que tengo que comer.

Tengo todo totalmente controlado para que no me falte de nada en la alimentación ni en la dieta. Ya tomo complejos vitamínicos para que me ayuden e infusiones para eliminar líquidos. También tomo todos los días un laxante ligero para ayudarme a eliminar más toxinas. También tomo unas barritas de esas que te suplementan las comidas que están deliciosas. Me encantan las que saben a chocolate. Se me hace la boca agua de solo pensar en el chocolate. Claro que cómo voy a tener hambre. ¡Tanta comida en la mesa! Nada más verla me entran las náuseas y tengo que hacer un esfuerzo para tomarme la ensalada que me prepara mi madre. Apenas acabo de comer me levanto y voy al baño. La comida no me aguanta en el cuerpo y acabo vomitando todo. Tengo que decirle que no me ponga tanta comida en el plato. Ella ya sabe que con una rodaja de tomate y un par de hojas de lechuga ya me llega. Mi organismo no necesita más. Y pese a todo me tuve que tomar un bistec y un yogur. El estómago me duele con todo lo que comí. Las madres se empeñan en que comamos todo lo que hacen, parece que sólo estamos bien si estamos gordas y ahora ya no voy a tener más hambre el resto del día....

Hace un rato que me he despertado y mi madre se alegro mucho al verme. Me dice que ahora todo va a ir mejor y que no tengo que preocuparme. Que todo será distinto. ¿No sé por qué me dice eso? Al ir al baño del hospital y verme en el espejo me doy cuenta que ya estoy bien. Por fin he llegado a mi peso 35 kilos. Lo peor es que no sé si ahora podré hacer que él vuelva conmigo. Pero si no le gusto siempre puedo adelgazar un poco más. Lo que pasa es que me encanta el chocolate.

martes, 7 de octubre de 2008

El Olfato

Ya no lo soporto más. Cada vez me resulta más difícil el dejar que se acerque a mí. Me repugna su olor, su tacto, sus... babas. Al comienzo todo era distinto, nos divertíamos juntos, salíamos juntos,... nos emborrachábamos juntos, si es que los borrachos están juntos en su borrachera. Parecíamos hechos en uno para el otro y hubiera sido así si yo no hubiera tenido el accidente. Siempre decimos que fue un accidente porque nos da miedo reconocer la verdad.

Era una mañana como cualquier otra. Estaba sola en cama como muchas otras veces y escuché los gemidos de mi hija. La pobre sólo estaba llorando de hambre o porque había que cambiarla pero esos llantos me estaban volviendo loca. La noche anterior había acabado con la reserva de vodka que teníamos en casa y esa mañana no estaba como para soportar eso. Primero intenté clamarla entre mis brazos pero lo único que conseguí fue que llorase aun más, yo apestaba a alcohol y vómitos secos que ni siquiera sabía que tenía. Luego empecé a impacientarme y la dejé en la cuna mientras buscaba algo para calmar mi ansia al tiempo que yo paraba de gritarle que se callase. Pero cómo me iba a hacer caso una niña de apenas unos meses. Al cabo de unos minutos empezaron las sacudidas a la cuna cada vez que me acercaba. No encontraba nada, todas las botellas estaban vacías. Y fue entonces cuando sucedió. El último golpe que le di a la cuna fue lo suficientemente fuerte para que ella se callara y aproveché para ir a buscar "algo" a la tienda. Cuando regresé, más calmada, me acerqué a ella para arroparla pero ya no hizo falta. Nunca más la podría escuchar llorar. Al azahar y la dulzura que manaba de mí es lo último que recuerdo hasta que él nos encontró abrazadas y envueltas en un mar de sangre, de mi sangre. Dicen que es bueno tener amigos hasta en el infierno y desde luego a veces parece que eso es verdad. Su muerte fue declarada a un accidente fortuito. Hace dos años de ese accidente y desde entonces no he vuelto a beber.

Ahora me rodea un mundo de olores. En su habitación todavía hay el olor a la ropa que llevaba, el olor de la colonia, el olor de la inocencia. En el resto de la casa el olor predominante es el de la lejía, tardé meses en quitar el olor a vino barato, vodka, ginebra y whisqui que tenía la casa. El único sitio que persiste ese olor es el de la habitación. La cama, su ropa, todo lo que usa huele a alcohol, lo triste es que ese era mi mundo no hace mucho.

Al principio de mi "nueva actitud" acepté reprimenda, cada grito, cada tortazo, cada golpe, cada violación como una forma de expiación de mi culpa. Al fin y al cabo si no hubiese sido por él ahora estaría muerta pero lo peor son los olores, los olores a muerte que me rodean. Mi único consuelo es que dentro de unos meses él dejará de existir, el cáncer me va a dar una nueva oportunidad para rehacer mi existencia. En el fondo soy una afortunada muchas no tendrán mi suerte.

lunes, 6 de octubre de 2008

Gula

¡Qué caramelos más ricos! Yo de mayor lo único que quiero comer es caramelos. Ya sé que dicen que no son buenos pero eso es mentira. No conozco a ningún niño que se haya muerto por comer caramelos y eso que dicen de los dientes también es mentira. Mi abuela no come ningún caramelo y tiene unos dientes de plástico. La primera vez que se los vi me asusté mucho. La fuimos a ver al hospital por culpa de algo con la tensión de las venas, que no sé que es eso electricidad, y tenía al lado de la cama unos dientes de muerto. Luego me dijo mi papá que eran dientes de plástico porque se le habían caído los dientes. Así que eso de que los caramelos hacen que te caigan es mentira. ¡Sí, gracias!

Hay algunos niños que todavía se creen eso, pero son pequeños. Yo ya tengo seis años y soy mayor. Ya sé leer y escribir. Y pronto van a acabar las clases y van a venir los Reyes y Papá Noel. Este año he sido muy bueno y por eso me lo van a traer todo. Incluso, el otro día, vi un regalo que Papa Noel dejó ya en casa para no tener que traerlo ese mismo día porque tiene el trineo muy cargado y no le cabe todo. ¡Sí, también me gustan los caramelos de fresa! ¡Son mis preferidos! ¿Qué le pido? Bueno, le pido pocas cosas: Un muñeco, un juego de coches, un coche teledirigido, una bicicleta para aprender a andar, mi mamá me dijo que también le pidiese algo de ropa, un robot transformable, un juego de fichas... y el regalo que estaba escondido creo que es la consola. Este año sí que me he portado bien.

Gracias. Vaya, ¡cuántos caramelos tienes! Mi mamá hoy no está conmigo está mi tía. Es aquella señora de allí. Es un poco tonta pero de vez en cuando me compra alguna chuchería. A ella no le gusta estar en el parque y por eso se trae un libro y se lo pone a leer. Tengo que ir de vez en cuando a decirle como estoy pero alguna vez no he ido y tampoco pasó nada. ¡Mira como subo! ¿A que soy mayor? Los niños pequeños no pueden llegar hasta aquí arriba. El año pasado tampoco podía subir yo pero ahora soy fuerte. Los caramelos me dan fuerza.

¿Mis papás? Mis papás están trabajando. Mi papá trabaja en una oficina con papeles y mi mamá es abogada. Va a muchos juicios y me dice que ella se encarga de que los malos vayan a la cárcel. Yo de mayor voy a ser policía para ayudar a mi madre. Claro que tengo pistolas pero no me dejan llevarlas al colegio, dicen que no se puede llevar armas porque podemos hacer daño. Eso también es mentira. Son pistolas de juguete, aunque una vez maté un oso con mi escopeta. Era enorme, mayor que una montaña y yo no tenía miedo. ¡Que sí, que es verdad! Y le disparé y cuando cayó la piel se transformó en una alfombra que ahora tenemos en casa. ¿Me das otro caramelo?

Sí que tengo sueño. Me dices que me llevas a ver a mi papá. Vale pero tengo que avisar a la tiíta. ¿Ya la has avisado? Bueno, pues entonces vamos, aunque me vas a tener que llevar en brazos, tengo un poco de sueño. No, no quiero más, creo que los caramelos me han dado sueño...


...¡Por favor! ¡Quiero ir con mis papás! ¡Quiero a mi mamá! No por favor, no me lo hagas otra vez, seré bueno pero no me lo hagas más. No, más caramelos no, ¡no quiero volver a dormir!

sábado, 4 de octubre de 2008

El oído

El silencio es algo a lo que me estoy acostumbrando. Hace unos meses me parecía imposible que todo el ruido que me rodeaba fuera a desaparecer: los gritos, los portazos, el volumen de la televisión o de la radio,... los ruidos de mi vida cotidiana y la de mucha otra gente. No se como he llegado hasta aquí. Es como si estuviese recordando una película antigua en la que la protagonista se da cuenta de lo mal que lo pasaba y que lo que necesitaba era un empujón que nunca llegaba. Adoro el silencio.

No me imaginaba el placer que suponía el despertarme sin ningún ruido a mi lado. Ningún gruñido. Nada de la música distorsionada de un horrible despertador. Nada de encender la televisión antes de preparar "su" desayuno. Nada de escucharlo refunfuñar por el agua, por la comida, por la ropa, ... por cualquier cosa. Nada de voces salidas de tono e insultos. Nada de asustarme cada vez que siento cerrar la puerta y oigo unos pasos. Nada de asustarme cada vez que escucho mi nombre o cada vez que oigo su voz. Nada de asustarme si oigo mi piel sonar bajo su mano y olvidar por fin los gemidos que no quiero que salgan al exterior. Nada de resoplidos ni bufidos sobre mí. Nada de nada, sólo silencio.

Creía que nunca me acostumbraría al silencio, ¡qué equivocada estaba! Y sólo me hizo falta que mi voz fuese escuchada por quién quería oír. Sólo me hizo falta valor para dejar de escuchar los sonidos del miedo y remplazarlos por un silencio que me embriaga cada vez que llego a casa. Sé que los ruidos no volverán porque ahora el que teme mi voz es él. Me encanta el silencio.

Espero poder escuchar algún día una música, unas palabras, unos susurros, que me lleguen al corazón pero mientras vivo feliz con mi silencio.

viernes, 3 de octubre de 2008

Lujuria

Ariadna es una niña preciosa. Tal vez la más guapa de su clase y de todo el colegio. De eso no cabe la menor duda. Todos los niños han tenido fantasías nocturnas con ella y su forma de ser la hace más atractiva aun, si eso es posible. La forma de ser totalmente desinhibida y su permanente sonrisa la ha convertido en popular, cosa que ya sólo con el cuerpo habría conseguido. El desarrollo precoz que tuvo con ocho años y la gran opulencia de sus senos hace que resulte inevitable el darse cuenta que con nueve años ya es una mujer.

La forma de vestir tampoco ha contribuido a su anonimato. Pese a que en el colegio el uniforme es una prenda obligatoria la forma de ponerla y el tamaño de la misma suele variar de unos alumnos a otros. Los niños acostumbran a ir de una forma lo más desarreglada posible. Camisa por fuera, cazadoras poco discretas, pese a ser todas azules, peinados extravagantes, pendientes, pulseras y demás abalorios que les hacen ser perfectamente distinguibles los unos de los otros dependiendo del entorno por el que se muevan. Pero con las niñas es distinto. Casi todas parecen vestir el mismo uniforme que tenían en preescolar, dejando ver la majestuosidad de sus piernas, y las camisas se elevan lo suficiente para dejar vislumbrar sus ombligos. Ninguna se maquilla totalmente pero las barras de labios discretas, la línea de los ojos, un poco de colorete o un peinado espectacular las hace convertirse en algo más que niñas. Ellas lo sabían y ellos también.

Y de todas las nereidas la que más destacaba era Ariadna. En ningún momento ocultaba lo que la madre naturaleza había modelado tan delicadamente sobre su cuerpo. Muchos profesores habían sentido lo mismo que esos niños pero siempre se habían contenido o contentado con meros roces imperceptibles. Era la flor de un jardín yermo. No había nada que no destacase en ella. Su pelo negro y ondulado, sus ojos verdes, sus labios carnosos, su sonrisa eternamente feliz, su cuello que finalizaba justo donde las miradas se perdían, la gracia de sus manos, sus piernas perfectas... todas las cosas que una mujer podría imaginar para perfeccionar su cuerpo se habían reunido en ella. Nadaba en un mar de deseo y envidia y salía triunfante cada día.

Tal vez fue su perfección la que le causó los problemas. Los adultos saben como controlar sus instintos, sobre todo cuando están siendo supervisados para que nada malo suceda, pero el problema siempre surge con los niños. Todavía no son más que un volcán de hormonas dispuesto a explotar en cualquier rincón. Cartuchos de dinamita que hay que tratar con sumo cuidado para que no exploten. Pero pese a todos los intentos porque las cosas no sucedan siempre sale algo mal.

No se puede saber con exactitud de quién había partido la idea original porque una vez en marcha todos eran partícipes de la misma. Todos fueron los autores y todos los culpables. Desde que Ariadna había empezado a estar tonteando con niños parecía haber madurado más aun y la fruta que ella era se había hecho un manjar deseado. Después de la clase de gimnasia ella solía ser la última en salir del vestuario, necesitaba tiempo para salir impecable del mismo y ese detalle lo aprovecharon varios de sus compañeros.

Cuando los profesores la encontraron estaba tendida en el suelo inconsciente y desnuda. No fue más de una hora pero en ese tiempo fue golpeada y violada reiteradamente por más de diez niños. Cuando acabaron con ella siguieron golpeándola hasta que su cabeza no pudo aguantar más. Tal vez temían lo que ella pudiera decir de ellos. Tal vez fue ese último golpe el que hizo que su tiempo se detuviera para siempre, tal vez fue su mente que no quiso seguir creciendo. Ariadna sigue siendo una mujer hermosa pero su mente mantendrá para siempre esos nueve años en los que su vida y su inocencia murieron.