martes, 24 de marzo de 2009

Una nueva vida: 7ª parte

Una vez en casa arrojé el bolso contra el sofá. Mi cuerpo estaba lleno de ira. ¿Quién se creía que era para rechazarme? Era la primera vez que me sucedía, que alguien me despreciaba de esa forma. Abrí la ducha y me desnudé. Andaba por la casa como una leona enjaulada mientras el agua repiqueteaba contra la mampara. Un par de veces fui a la nevera para buscar algo con que saciar mi frustración, pero me encontraba totalmente hinchada por la comida. Cansada y con el cuerpo ardiendo me marché a la ducha dispuesta a relajarme profundamente.

Al cabo de media hora salí con las ideas más claras y el cuerpo renovado. Creo que si quiere volver a verme tendrá que darme muchas explicaciones… y muchas, muchas disculpas. Sin encender el ordenador me marché a cama dispuesta a olvidarme de una noche tan aciaga.

Un resplandor. Oscuridad. Abro los ojos pero todo sigue a oscuras y me doy la vuelta dispuesta a seguir durmiendo hasta que suene el despertador. Me encanta la oscuridad y en mi habitación no hay nada que resplandezca. Antes tenía un despertador que me habían regalado con radio, pero sus lucecitas me martirizaban cada vez que abría los ojos por la noche y opté por volver al clásico reloj de campana con su relajante tictac. Hasta el teléfono lo dejo en el salón, para no cogerlo si me llaman y el portátil lo apago cuando no aguanto más.

Cuando estaba casada era distinto. A él le gustaba tener la televisión en la habitación y casi siempre se quedaba dormido con ella encendida. Otras veces se pasaba horas hablando por teléfono arreglado asuntos de última hora, según él. Pero a la hora de la verdad… bueno es igual, ya todo eso es agua pasada. Ahora duermo arropada por la penumbra.

Suena el despertador y me giro para robar al día esos últimos instantes de modorra. Al cabo de cinco minutos de campaneo incesante me levanto a apagarlo y junto a él veo una foto. ¡UNA FOTO MIA EN CAMA!

domingo, 15 de marzo de 2009

El jugador: Día 1

Un nuevo mes un nuevo juego. Cuando era un niño de apenas 16 años soñaba con que me pagaran por hacer lo que más me gustaba: jugar. Ahora he conseguido lo que la mayoría quisieran, soy probador de videojuegos. Al principio era divertido, era el primero en probar todos los juegos, encontrar los fallos, crear el mapa de pistas, valorarlo..... pero eso era cuando era divertido.

Ahora tengo 25 años y llevo 5 en esta rutina constante. Pocas novedades son capaces de sorprenderme ya y eso que los gráficos son cada vez más parecidos a la realidad y más globales. También antes solía ir a la multitud de certámenes de videojuegos para retar a la caterva de mentes videoadictas, pero tampoco tiene gracia ya.

Aunque muchos me vean como un paria o un fracasado social yo podría reírme de ellos. Soy el probador mejor pagado de toda la compañía y mis opiniones han conseguido que muchos juegos no llegasen a ver la luz o que fueran un éxito de ventas en su primer fin de semana, ya que no sólo me limito a dar consejo sobre la jugabilidad, también les oriento hacia el público que se dirigen y la campaña de publicidad.... pero ya estoy aburrido.

Las nuevas consolas fueron divertidas.... la primera semana. La adaptación de los juegos a la movilidad espacial me aburren. Ahora ya no llega con que seamos los mejores jugadores, ahora parece que quieren atletas. Menos mal que eligieron a otro grupo para probar esos juegos. Mi especialidad son los de guerra, asesinatos.... grandes misiones de lógica y acción.

A mi novia también le gustaba esta vida. Hasta que descubrí que al cabo de un año se había aburrido de eso y de mí. Se marchó con una jugadora y ahora viven cerca de aquí... no soporto verlas cada mañana abrazadas o cogidas de la mano. Me gustaría enseñarles como se usa correctamente mi SVD en su cabeza.

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Este nuevo juego es espectacular: escenarios abiertos, misiones largas y unas texturas realistas. La historia también engancha pese a ser muy común. Un francotirador se mueve por una ciudad y tiene que acabar con una serie de objetivos. Como siempre empieza con un número muy limitado de armas y munición pero también puede interactuar con cualquier objeto.

El principio de cada misión es divertido, hay que recorrer las zonas intentando pasar inadvertido. Se va totalmente desarmado y hay que localizar el mejor sitio para actuar. También hay la posibilidad de acabar con el objetivo pero recurriendo a las armas que se encuentren.

Este primer objetivo es una responsable de tecnología informática que se emplea para su uso bélico y hay que eliminarla a ella y a su sistema informático. Me encanta el entorno, la cantidad de elementos de IA es increíble. Los vigilantes del edificio, los trabajadores... Me dirijo al parking y me fijo en un operario. Con sigilo me acerco a él y le agarro con fuerza el cuello con mi brazo. Es una lucha denodada por su muerte. En otro videojuegos un simple golpe lo habría dejado inconsciente, en ese se tienen en cuenta todos los elementos: los golpes con los otros coches, los arañazos que ocasiona la lucha, las patadas... todo es lo más cercano a la realidad. Una vez muerto me hago con su ropa y su tarjeta electrónica y dejo su cadáver en el maletero del coche, aunque antes me he tenido que vendar los brazos para que no sangren y me delaten.

Consigo introducirme en el edificio y leo la planta en la que está ella. Los vigilantes no sospechan nada y me dirijo a los ascensores hacia la 12 planta. La ventaja de haber escogido un operario es que nadie se fija en ellos y consigo llegar sin dificultad delante de su despacho. Todas las mesas están ocupadas y es evidente que no podré hacer nada así que opto por esconder al personaje en un baño hasta la hora de salida. Sé que ella será la última en salir.

El tiempo pasa rápido, por suerte, y pronto cesa el ruido de las oficinas y escucho como todos se van, las luces se apagan y reina el silencio. Salgo de mi escondite y al abrir la puerta veo que la luz de su oficina sigue encendida. A mi alrededor no se ven muchas cosas que se puedan emplear como armas: grapadoras, pequeños cortaplumas, abrecartas de plástico,... nada útil. Despacio abro algún cajón y me quedo maravillado en los detalles: fotos, recortes, bolígrafos, piezas de fruta.... esta vez los creadores se han esmerado. En uno de ellos encuentro por fin una navaja que puede valer y me dirijo hacia mi objetivo. Ella está absorta en su ordenador. Al abrir la puerta me pregunta quién soy y le respondo que el de mantenimiento... parece que mi respuesta es la correcta ya que vuelve a abstraerse. Me sitúo cerca de ella y antes de que se de cuenta le clavo con todas las fuerzas la navaja en la cabeza. Se escucha el ruido del filo quebrando el hueso. No contaba con que se pudiera hacer eso pero parece que han previsto todas las opciones.... ella empieza a tener estertores y muere.... Por fin se ve una muerte casi sin sangre. En otros juegos ese hecho se acompañaría con sangre a borbotones, no es que no me guste pero al final cansa. Introduzco el disco con un virus en el ordenador y tras asegurarme que se ha copiado correctamente me voy..... La primera misión ha sido perfecta.

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Este juego me gusta, estoy deseando encontrar algún fallo pero por ahora ha sido perfecto. El tiempo también se aproxima a la realidad, han sido 5 horas seguidas para una misión, de no ser porque estoy especializado supongo que no la hubiera podido realizar. Mañana haré la 2º misión.

viernes, 13 de marzo de 2009

Una nueva vida: 6ª parte

La primera en preguntar era yo pero las preguntas me inundaron sin saber cuál elegir, ¿cómo sabía que ropa tenía puesta?, ¿cómo es que me conocía y desde cuándo?, ¿cómo es que pudo ponerme el ramo de flores y desaparecer tan rápidamente?, ¿cómo es que conocía la ropa que tenía en mi armario?,... un sinfín de preguntas que me habían atormentado desde el día que vi la nota pero de mis labios sólo salió un simple ¿quién eres?

Al principio creí que no me iba a responder. La pregunta debió de sorprenderle pues empezó a mostrarse inquieto hasta que por fin se decidió y eso fue como abrir la caja de Pandora. Me dijo que se llamaba Andrés, que tenía 35 años y se dedicaba al mundo de la informática. Luego empezó a hablarme de como era de joven de los estudios que tenía y de como había pasado su etapa de universitario entre juergas y demás aventuras. Luego me dijo que había estado casado hasta hacia dos años. Me habló de su matrimonio y de lo bien que se lo habían pasado. De todos los sitios que conocía de los que quería conocer. En resumen: me describió quién era de principio a fin una vida normal, excesivamente normal, aunque de esto no me di cuenta en un primer momento.

Me pasé dos horas escuchándolo detenidamente, observándolo, su forma de gesticular, su forma de mirarme, su forma de moverse. Todos los miedos que sentía pasaron a un segundo plano. Era como si su voz me fuera hipnotizando lentamente. La curiosidad por esa persona cobraba más fuerza hasta que entonces me nombró y me preguntó que qué me apetecía en ese momento. ¡Vaya con la preguntita! No le podía decir lo que me apetecía realmente, mejor dicho, lo que le apetecía a mi cuerpo.

No se que fue lo que me hizo tomar esa decisión, si fue el alcohol, el sitio, sus ojos... no lo se. Nada más pronunciar las palabras me arrepentí, pero ya había tomado una decisión. Le dije que fuéramos a mi casa porque lo que me apetecía no lo podíamos hacer allí.

Me miró extrañado, como si no supiera lo que iba a suceder, mejor dicho, lo que yo quería que sucediese. En ese momento se levantó y me dijo: “Gracias por la velada, pero aun no”, y se fue dejándome desencajada. Cuando me repuse de lo que acababa de suceder me marché a casa dolida. Acababan de destrozar lo que yo creía que era imposible, mi autoestima.

jueves, 5 de marzo de 2009

Una nueva vida: 5ª parte

No me dejó hablar más así que hice lo que me recomendó. Él ya había elegido la cena y después de haber leído la carta fue lo mejor, estaban todos los platos en un idioma que dificultaba el saber que podía comer. El primer plato fue una especie de bizcocho de verduras muy suave con un ligero sabor a curry que se deshacía en la boca. De segundo pidió unas berenjenas nuevamente rellenas de verduras y carne y recubiertas con una crema de queso. Pero lo mejor fue el postre, un exquisito pastel de chocolate, moka y mousse de chocolate bañado en licor y con una salsa un poco amarga que no pude identificar. ¡Buff! Y si no es poco durante la comida nos bebimos dos botellas de vino. He de reconocer que disfruté gratamente de la comida tanto que me encontraba embriagada y satisfecha, por lo menos el apetito.

Como había insistido en que estuviésemos los dos en silencio durante la velada, me limité a contemplar como comía y como me miraba. ¡Y como me miraba!, cada vez que mis piernas se movían la abertura del vestido se deslizaba hacía arriba sus ojos me recorrían cada centímetro, como queriendo empujar hasta el final, a sabiendas que no había nada. Entre el calor del vino y el mío propio no lo resistía y me notaba cada vez más impaciente, deseando que nos fuéramos de allí a cualquier parte, mientras él sólo sonreía.

Una vez que nos hubieron recogido las cosas de la mesa se acomodó entre los cojines y saboreó el último trago del licor que tenía. En ese momento su mirada cambió volviéndose más insinuante, o eso notaba. Entre los efluvios del alcohol y su mirada mi cuerpo empezó a arder por dentro. Notaba como me saboreaba al igual que había hecho antes con el licor. Lentamente, estudiándome. Entonces me percaté que el vestido y la posición me habían jugado una mala pasada y me encontraba con las piernas totalmente al descubierto. Lo único que me salvada de la completa desnudez era el juego de luces que unido al pliegue de la tela me tapaba lo justo para dar paso a la imaginación. Y esa sensación me gustaba.

Y fue entonces cuando me invitó a otro juego. El juego de la verdad. Las condiciones eran las siguientes: haríamos preguntas alternas primero yo y después él las cuales se podrían responder o no pero si se respondían siempre tenía que ser con la verdad y si no se respondían el juego y la velada se habrían acabado en ese momento. El límite a las mismas era nuestra imaginación. Y que si quería nunca más volveríamos a vernos. Mi curiosidad era más fuerte que el pequeño timbre de aviso que me sugería que me marchase y accedí sin saber lo que podría pasar.

lunes, 2 de marzo de 2009

Una nueva vida: 4ª parte

Del restaurante me habían llegado referencias por compañeros de trabajo. Era un restaurante oriental que no llevaba abierto más de un año. Mi primera sorpresa fue al entrar. Era un lugar muy acogedor con música ambiental y un perfume a curry en el aire que embriagaba. No había muchas mesas y la mayoría estaban ocupadas. Entonces me di cuenta... si no sabía quién era él ¿cómo reconocerlo? Primero me fije en los comensales buscando una cara conocida en vano. Luego busqué a gente que estuviese sola o expectante y la lista se redujo a 3 mesas: un caballero de unos 60 años en muy mal estado y con una tos bastante desagradable que no intentaba disimular, un chico de unos 25 años que devoraba ansioso panecillos y otro que no distinguía por estar sentado de espaladas a mi pero que aparentaba unos 40 años. Justo cuando me decido a indagar más se me acerca la camarera y me dice que le acompañe que me están esperando. Afortunadamente parecía que nos dirigíamos hacia el caballero de espaldas pero cuando me disponía a ocupar mi lugar veo que mi guía sigue avanzando.

- “Sígame, es por aquí, en la otra ala. Los zapatos puede dejarlos en esos cajetines”

¿La otra ala? Eso era como entrar en un cuento de las mil y una noches. Las mesas de la entrada daban paso a pequeñas mesas que no levantaban más de dos palmos y que se hallaban iluminadas por las velas de unos hermosos candelabros; en lugar de las sillas unos grandes cojines hacían de asiento y respaldo; el sonido de la música de la entrada parecía amortiguado por el murmullo del agua de una cascada.

- “Por aquí” - dijo separando unas grandes gasas que caían desde el techo separaban los reservados. Y entonces lo vi.

Se hallaba recostado de medio lado y nada más escucharnos se levantó. Era evidente que yo no lo reconocía así que lo primero que hice fue un análisis visual de la situación. Era alto y de complexión normal, por suerte para mi parecía que no era ningún fanático de la actividad física y el deporte como mi ex; el pelo trigueño y algo despeinado, como si el peine se hubiese peleado con él y hubiera ganado la batalla; la tez cetrina hacía que resaltase más aun la sonrisa infantil de su rostro al verme, pero lo que más me llamó la atención había sucedido justo antes de que se hubiese levantado, estaba jugando con sus pies. Todos estos pequeños detalles hacían de él un niño grande.

Al darme un beso en la mejilla como saludo noté el aroma de la colonia que llevaba, un olor muy agradable y fresco que junto con la suavidad de sus labios me hizo estremecer. Me invitó a sentarme enfrente a él. Nada más recostarme sobre los cojines la abertura del vestido dejó mis piernas al descubierto y nuestros ojos se cruzaron, desde luego él tenía buen gusto para la ropa. Al preguntarle cómo me conocía se limitó a decir que ya había elegido la comida y que las preguntas ya las respondería más tarde, que mientras me limitase a disfrutar de la velada.