Una vez en casa arrojé el bolso contra el sofá. Mi cuerpo estaba lleno de ira. ¿Quién se creía que era para rechazarme? Era la primera vez que me sucedía, que alguien me despreciaba de esa forma. Abrí la ducha y me desnudé. Andaba por la casa como una leona enjaulada mientras el agua repiqueteaba contra la mampara. Un par de veces fui a la nevera para buscar algo con que saciar mi frustración, pero me encontraba totalmente hinchada por la comida. Cansada y con el cuerpo ardiendo me marché a la ducha dispuesta a relajarme profundamente.
Al cabo de media hora salí con las ideas más claras y el cuerpo renovado. Creo que si quiere volver a verme tendrá que darme muchas explicaciones… y muchas, muchas disculpas. Sin encender el ordenador me marché a cama dispuesta a olvidarme de una noche tan aciaga.

Cuando estaba casada era distinto. A él le gustaba tener la televisión en la habitación y casi siempre se quedaba dormido con ella encendida. Otras veces se pasaba horas hablando por teléfono arreglado asuntos de última hora, según él. Pero a la hora de la verdad… bueno es igual, ya todo eso es agua pasada. Ahora duermo arropada por la penumbra.
Suena el despertador y me giro para robar al día esos últimos instantes de modorra. Al cabo de cinco minutos de campaneo incesante me levanto a apagarlo y junto a él veo una foto. ¡UNA FOTO MIA EN CAMA!
2 comentarios:
Se disfrutan estos relatos.
Felicidades
http://asadodecostilla.blogspot.com/
¡Hola! Hoy he visto un comentario que me hiciste en mi blog una vez. Me he pasado por el tuyo y me ha gustado mucho, estos relatos que escribes son, a mi parecer, muy sencillos pero a la vez, gracias precisamente a su sencillez, muy significativos. Eso me gusta mucho en la literatura. ¿Son cosas que te pasan o es pura invención tuya? ¡Felicidades sea lo que sea y mucho ánimo si es lo primero!
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