lunes, 29 de septiembre de 2008

Pereza

«No puedo aguantarlos más. Se pasan todo el día pidiéndome cosas como si no existiese nadie más a quién fastidiar. Yo ya sé lo que quiero hacer y no hace falta que se pasen todo el rato detrás de mí recordándome que estudie, que arregle la habitación, que coma, que duerma, que no salga con mis amigos, que no hable por teléfono... no creo que haya nadie más vigilado y más sometido que yo.

Cada vez que llego a casa eso parece un tribunal inquisidor. ¿Dónde he estado?, ¿con quién?, que si he ido a clase o qué he tomado. Uno se harta de estar todo el rato respondiendo preguntas tontas. Seguro que sus padres eran más tolerantes cuando eran ellos pequeños. Lo peor es que me hacen sentir raro. Mis amigos no son sometidos a esa tortura. Sus padres sí que son “guays”. Les dejan hacer lo que les da la gana y no están todo el rato detrás de ellos y les dejan hacer lo que quieren. Ni siquiera se preocupan a donde van el fin de semana o con quién. Yo ya soy lo suficiente mayor para hacer lo que me dé la gana, tengo 16 años. También sé lo que quiero hacer de mayor: quiero ser D’J, estoy harto de estudiar para nada. Sólo soy feliz cuando estoy fuera de casa. Menos mal que mis padres no me viene a buscar a la discoteca, si lo llegasen a hacer me iría de casa.

Cuando estoy en la disco la cosa cambia. Un par de pastillas, música a tope y bailar, siempre y cuando no aparezca una niña a la cual hacer un favor, aunque siempre aparece alguna. Durante esas horas soy en amo del mundo. Si mis padres me vieran comprenderían que soy feliz haciendo lo que me gusta. A veces subo junto a la cabina del discjockey y lo observo moverse. Cada noche es perfecta, las pistas se mezclan de una manera casi imperceptible manteniendo siempre ese ritmo frenético que nos lleva al éxtasis. Lo que más me gusta de él es que se niega a poner peticiones. Él tiene el poder de la noche y nosotros somos sus siervos. Las chicas están como locas para que les haga de todo. ¡Es el mejor trabajo del mundo!

De las pocas veces que me ha hablado he sabido que tampoco quiso estudiar. Se fue de casa con 18 años y desde entonces vive muy bien sólo. Tiene su propio apartamento y un coche, cada noche está con una chica distinta y toma lo que le da la gana sin que nadie le recrimine. Hasta me dio a probar las “pirulas” que toma y estuve durante un par de horas alucinando. Ojalá él fuera mi padre.

Ya lo hemos decidido. Mi colega y yo nos vamos a ir de casa este fin de semana. Hemos venido a la discoteca a despedirnos de la gente y disfrutar lo más posible de nuestra última noche en el pueblo. Han venido cuatro D’J y la fiesta promete. Hemos pillado dos docenas de “pastis” para no perdernos nada. Estoy harto de que mis padres se empeñen en dirigir mi vida. Esta ha sido la última vez que me recriminan por haber suspendido todo. Entre mi amigo y yo hemos robado cerca de 2000 € y eso nos llega para tres o cuatro meses viviendo tranquilos. Hemos cogido unos billetes de autobús para irnos a Madrid nada más acabe la fiesta, y desde allí iremos al sur. Vamos a hacer la ruta de la costa. Hemos quedado ya con alguna gente de por allá que nos van a acoger en sus casas y así no tendremos gastos. Luego buscaremos cualquier trabajo y me dedicaré a observar a todos los D’Js de por allí. Voy a hacerme famoso, seré el número uno.»


• Sus padres estuvieron llorando durante meses pero su corazón se quebró para siempre. Ellos habían hecho todo lo posible para que su hijo tuviera de todo y tal vez ese fue su fallo. Querían que nunca le faltase de nada y le dejaban tomar sus propias decisiones pero sabían que sólo podrían empeorar las cosas y le decían que dejase a sus amigos. Ahora se arrepienten de no haberlo alejado de sus amigos y de tomar otras decisiones. Su madre siempre le ocultó a su marido esos pequeños hurtos que notaba en el bolso por miedo a que él le pegase. Su padre siempre le ocultó a su mujer esas pastillas que cayeron del bolsillo una noche que le ayudó a meterse en cama. Los dos se arrepienten de no haberle ayudado a pensar de una forma distinta pero ahora es tarde.

Él tomó su última decisión cuando salió de casa esa noche. Él no quiso escucharlos nunca porque ellos no sabían nada de la vida y por eso compró esas pastillas. Él nunca quiso luchar por el futuro porque eso nunca llegaría y cuando notó como su cerebro explotaba deseó que todo hubiera sido un sueño, pero en la vida real los sueños no existen y cuando te despiertas pagas por todo lo que has hecho.

Ahora sólo quedan lágrimas.

domingo, 28 de septiembre de 2008

La cajera

Buenos días. Nunca había pensado que esas dos palabras iban a ser capaz de congelar mi cuerpo. Han transcurrido más de 15 años y todo ha vuelto de repente. Las productos que tenía a punto de pasar por el lector se me cayeron de las manos. Quince años que parecieron no haber existido nunca. La voz sigue igual pese a que en su rostro se ve el paso del tiempo. Y esos ojos... ¿Cuántas veces me desperté gritando, empapada en sudor y con esos ojos en mi mente? Todo mi cuerpo tiembla cuando me agacho a recoger las cosas que han caído. Me siendo desnuda y frágil. Pese a las ganas de salir corriendo me vuelvo a sentar y le observo detenidamente. En su cabeza casi no hay pelo y por lo que parece está casado. Un hombre no haría esta compra: jabón de olor y jabón de baño, productos de limpieza, dulces,.... efectivamente, debe de estar casado, un hombre no compraría salvaslips y compresas.

Empiezo a buscar por ella para ver como es. Me gustaría decirle tantas cosas, avisarle, llorar. Si dieran un Óscar a la sonrisa más fría esa sería la mía. Los productos los paso mecánicamente mientras le observo y le miro. En mi interior no hay más que un deseo irrefrenable de venganza. Me gustaría coger un cuchillo y atravesarle con él el corazón mientras le miro a los ojos. Pisarle la cabeza. Cualquier cosa que sea con tal de verlo sufrir. Y que muera lentamente. Que cada segundo que he sufrido en estos años se grabe en su carne. Qué cada vez que sentí asco cuando un hombre me tocaba le haga mella en su corazón. Y sigo pasando las cosas de una forma mecánica.

Casi al final escucho la voz de una mujer llamándolo. ¡Se llama Luis! Luis, Luis... nunca más olvidaré ese nombre. Si por lo menos hubiera tenido un nombre tal vez lo hubieran encontrado. Luis, el nombre de mi infierno. Luis, sería capaz de odiarte pero no lo voy a hacer porque eso implicaría que siento algo por tí. Ni el desprecio me permito sentir. Ella es una mujer de mi edad. Normal. Totalmente normal. Por mucho que la miro no veo nada raro en ella, bueno sí: ¡Él! ¿Qué le habrá visto? ¿La habrá violado en cama? No, no creo, eso sólo lo hacía con jóvenes. Y se vé que le quiere. Esa caricia que le hace en la espalda. No puedo seguir mirando. No me siento capaz.

Le dijo el importe y con complicidad le pregunto a ella que si le quiere. Ella se sorprende y me dice que sí y empieza a llorar. Luis la abraza y me dice que no me preocupe. Que ella está así desde que a él le diagnosticaron cáncer. En mi fuero interno me alegré, ojalá sufra. Luego me fijo en ella, está derrumbándose. Él me confiesa que no le queda más de un mes de vida y que se negó a que le hicieran nada. Prefiere vivir sufriendo a morir drogado. Le dije que le comprendía.

Cuando salieron del supermercado pedí a una compañera que me sustituyese que me encontraba mal. Me fui a casa ydándole vueltas a todo lo que había pasado. Hace quince Luis me mató por dentro y viví encerrada en aquel momento pidiendo venganza, olvidándome de mí. Quince años condenándome y sufriendo. Y después de quince años ese mismo hombre me regala las palabras que me devuelven parte de mi. Había vivido drogada por un recuerdo y no había afrontado la situación. No podemos olvidar pero tenemos que ser capaces de vivir con los recuerdos. Y por primera vez veo algo de esperanza en mí.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Ira

Sus manos dejaron de moverse y cayeron inertes a los lados. No podía dar crédito a lo que acababa de hacer. Nunca había pensado que pudiera comportarse de esa forma y menos él. Tantos años subyugado al miedo le habían condicionado de una forma cruel. Odiaba todo lo que su pasado representaba y durante todo este tiempo había intentado comportase de una forma distinta. Cualquier arrebato o intento de furia había sido sometido de manera inmediata por su mente. Nunca había sido capaz de explotar ni se había consentido el exponer sus sentimientos. Temía que pudiera convertirse en ese ser que tanto odió.

Aún recuerda los lamentos silenciados por los golpes que se escuchaban en la habitación. Nunca sospecharon que él lo sabía. Ella siempre intentó que no se notara nada y que las cosas no trascendiesen más allá de la habitación. Pero el maquillaje no lo tapa todo. La forma de andar quejumbrosa y los sobresaltos que se llevaba cada vez que escuchaba cerrar la puerta hacían que crecieran con el miedo como un hermano más. Además, él era demasiado joven como para saber todo lo que había sucedido. Lo peor siempre había sucedido mientras dormía. Sabía que su hermana quería matarlo pero nunca supo el motivo hasta que fue mayor. Hasta que fue demasiado tarde.

Tal vez él se escapó de muchas cosas por ser el pequeño, pero en el fondo no quería creer que sólo fuera por ser hombre. Y no era tan malo. Siempre se acordaba de él. Le compraba todo lo que quería y cuando había tenido problemas en el colegio había sido él quién acudió a pegar a esos niños que le habían tirado en el patio. Todavía tiene en la mente las palabras que le repetía tantas veces: “Sólo si te temen harán lo que quieres.” También entendió tarde esa frase.

Lo más triste es que un día uno toma conciencia de lo que sucede a su alrededor, normalmente de una forma cruel. Ese día las cosas salieron fuera del dormitorio. Él estaba enfadado. Hacía varias semanas que le habían despedido y no era capaz de encontrar un trabajo. Su madre hacía todo lo que podía para que las cosas marcharan lo mejor posible y tal vez ese fue su fallo. En una de las casas que trabaja comentó la situación por la que pasaban e intentaron ayudarnos. Cuando le comentó que le había encontrado trabajo él la miró con furia. Parecía un animal rabioso al que le quitan el hueso con el que juega. Las palabras que dijo no eran importantes pero cuando ella quiso disculparse empezó a golpearla. Su hermana intentó ponerse en medio como si fuera una pared pero un tortazo llegó para derrumbarla. Y no pudo aguantar más.

Estaba en la cocina cenando tranquilamente cuando empezaron los gritos y los golpes. Se asomó
para ver que sucedía y sólo pudo ver como una fiera golpeaba con saña a su hermana y a su madre. Un niño de 13 años no es capaz de muchas cosas y sobretodo cuando se enfrenta a una mole de más de 120 kilos e hizo lo único que podía hacer. Cogió un cuchillo y se acercó a él por la espalda. Justo antes de saltar su padre lo vio pero ya era tarde. Sintió como el cuchillo se hundía en la carne mientras gritaba que las dejase en paz. Antes de que pudiera articular una palabra coherente la hoja se había hundido varias veces más inundándole el rostro de sangre. Toda la ira contenida salió a flote y cuando él se cayó al suelo su hermana ocupó su lugar. Apenas unos minutos más tarde todo había acabado. Intentó llorar pero ya no fue capaz de hacerlo.

viernes, 26 de septiembre de 2008

El Gigolo

"¡Eres increíble!" Me encantan que me digan eso, aunque después de tanta gente ya tenía que estar acostumbrado. Pero he de reconocerlo, lo soy. Por lo menos en la cama. Puede que mi juventud sea el motivo para ello, 25 años, pero pienso que la razón reside en el ejercicio. Desde mi primera vez, con 16 años, hasta hoy, no ha habido un sólo día sin que hubiese mantenido una relación. Alguno pensará que soy un fantasma, pero es la verdad. Y todas ellas mayores que yo. Tampoco me fijo en las de mi edad, me parecen demasiado insulsas. Prefiero conquistar a las maduras, y si a eso le añadimos mi fama como gigoló, obtendremos un galán perfecto.

Nunca una mujer se ha quejado de mí y nunca una mujer a quedado insatisfecha. El truco reside en el detalle. Hoy en día no se sabe conquistar, la gente tiene prisa y se olvidan de los detalles: Una flor, un poema escrito en una servilleta, una llamada, un susurro o una simple caricia hacen más que cenas y joyas, y tampoco podría competir contra eso. Pero ante cualquier conquista lo que también importa es el tiempo de trabajo.

Conquistar a una mujer no es fácil cuando uno tiene mi edad y la candidata 10 años más, por lo menos. Nadie se fija en un chaval, no ofrece nada, y por eso hay que estudiar las situaciones. Averiguar donde trabaja, donde vive, sus horarios, sus gustos y costumbres, el correo que recibe.... una labor de investigación digna del mejor detective privado. Esto se puede hacer en cualquier momento. No es la 1º vez que me paso horas delante de un portal esperando a verla llegar. Y cuando ya tenemos todos los datos hay que pasar a la acción e ir llamando poco a poco su atención.

Una mujer no se fija en un chico desgarbado, aunque le lleve un ramo de flores con una dedicatoria, pero cuando los ramos pasan a ser semanales nos encontraremos a una mujer ansiosa por que llegue el miércoles y ver si su admirador se ha acordado de ella, me gustan los miércoles porque así la inquietud aumenta cara al fin de semana. El siguiente paso es, un día, no mandárselo y esperar. Cuando sale esa tarde del trabajo la cara suele ser de tristeza o de rabia, no se han acordado, y es entonces cuando al acercarme con una flor y una sonrisa cuando ella se rinde. Me encanta esa mirada de extrañeza que ponen: ¿Un mocoso?, ¿pero que habrá visto en mí?, eso piensan casi todas. Y enseguida ves que su ego aumenta al pensar que han conquistado el corazón de un "chaval".

¿Y la primera vez? Siempre intento que sea especial. Suelen estar nerviosas y muchas se apuran y también ahí hay que tener tacto. No les suele gustar que sea un niño el que controle la situación completamente, les gusta ser a ellas las que llevan la voz cantante, pero no me gusta dejarles salvo para los detalles. Otra vez los detalles: determinadas caricias, formas de besar o de moverse, pequeños gustos,... aunque al final todas se dejan hacer. Hasta determinadas cosas que nunca harían cuando las prueban enloquecen. Es como si se destapase la caja de Pandora que tenían oculta. Si sus parejas supieran todo lo que pueden llegar a hacer dedicándoles un poco de tiempo se sorprenderían.

Y empiezan los regalos. Lo más habitual son los relojes aunque una mujer me llegó a comprar un piso y un coche para que no me marchase. El dinero no suele ser el motivo de porque lo hago, no. Es más, tengo ya tanto dinero que aunque despilfarrase 1000 € a la semana tardaría años en vaciar la cuenta, las mujeres agradecidas suelen ser muy generosas. No es el dinero, lo que me motiva es la prensa. Romper una relación cuando es perfecta cuesta mucho y una mujer despechada es el ser más peligroso que existe. Conseguir que le dejen a uno es una labor más delicada que la conquista.

Aun recuerdo a la primera mujer que me dejó. Al cabo de dos semanas de llamadas y mensajes se acabó suicidando. Fue una gran pérdida, me encantaba lo bien que olía y cómo bailaba. Ella me enseñó muchas cosas entre ellas a dar masajes después de hacerlo, era algo sumamente erótico pero al desaparecer la carga sexual se hacía más irresistible. No me acuerdo de su nombre pero guardo ese recorte, apareció en todos los periódicos. Yo me reía cuando acusaban al exmarido del crimen, al final quedó absuelto pero yo me reí mucho. Desde aquella mujer he conseguido que otras treinta mujeres se suiciden por amor y creo que esta noche conseguiré sumar la treinta y una. La pobre está muy mal y después de este último fracaso ya no tiene ninguna razón para seguir viviendo y supongo que usará las pastillas que casualmente me olvidé el su mesilla junto a una carta debidamente escrita en la que le anuncio mi muerte, eso siempre funciona.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

El portal

¡Qué asco! mi cuerpo se revuelve cada vez que le miro a los ojos. Tengo esos ojos y ese olor grabado en mi interior a fuego. No puedo hacer otra cosa más que apartar la cara para no verlo y para no percibir ese olor a putrefacción que sale de su boca cada vez que me la acerca. Una y otra vez me arremete y las lágrimas que hay en mi interior quieren salir. Una y otra vez intento que no vea en mí más que frialdad en impotencia. No he vuelto a intentar escapar, mi ojo cerrado y el sabor de la sangre en mis labios me avisan de que si lo intentase sería peor. Noto como su mano me agarra el pecho con fuerza mientras sigue empujando. Las piernas me duelen como si hubiese corrido una maratón. Cada vez que emito un sonido el frío del puñal en mi cuello lo acalla.

Deseo que esto acabe de una vez desde el mismo momento que me empujó dentro del portal. Con el primer grito vino el primer puñetazo. Luego esa voz suave y tranquila que me congeló el corazón y me hizo desear no haber nacido. Un suave pinchazo en el vientre y calor saliendo de mi interior cuando intenté pegarle, y otro golpe en la cara fueron lo suficientemente convincentes para que no siguiera forcejeando. Me sabía muerta y creí que lo mejor era ceder aunque ahora hubiera preferído el morir entonces. No noté el frío de la noche en mi piel cuando me cortó la ropa dejando mi cuerpo al descubierto, ni la frialdad de la piedra al tirarme sobre ella, sólo dolor. Un dolor intenso cuando mis rodillas y mis manos golpearon en el suelo. Un dolor en la cabeza cuando tiró de mi pelo como si se tratase del arnés de un caballo. Y un dolor que me rompió la poca inocencia que quedaba en mí cuando me rasgó mi interior por detrás. El dolor era indescriptible, yo quería expulsarlo de mi interior y él se empeñaba en entrar más y más en mi carne. Una vez satisfecho por esa parte fue cuando me agarró de un brazo y me volteó con fuerza golpeando mi espalda en las escaleras. Por entonces ya no me quedaban lágrimas por salir. Ya me había matado por dentro y no le iba a consentir que me matase por fuera. Deseaba que acabase de una vez. Suplicaba porque alguien entrase por esa puerta y lo matase. Deseaba vez como su sangre manchaba el suelo mientras yo le escupía. Pero eso no sucedería.

Ahora sólo espero el final. Grabo en mi mente cada instante deseando poder vengarme algún día. Noto como mi cuerpo hace rato que dejó de ser mío y que mi corazón se ha roto. No creo que pueda volver a dejar a un hombre tocarme. Acelera sus movimientos y noto el calor de sus fluídos en mi interior. Grito porque no puedo más. Deseo que mi interior lo repela mientras él se ríe. Un nuevo golpe en mi cara y en mis costillas junto con un aviso para que no me levante. Encojo mi cuerpo como cuando estaba en el útero de mi madre y escucho golpear la puerta.

Durante un tiempo indefinido sólo soy capaz de llorar. Todo mi ser ha sido violado. Mi cuerpo, mi alma, mi maternidad. En mi interior hay algo que me pide que me levante y que intente avanzar pero algo ha muerto esa noche. Deseo lleguer a la seguridad de mi piso, entrar en el baño y no salir hasta que me encuentre totalmente limpia y sé que pasaría mucho tiempo hasta que eso sucediera. Pero doy la vuelta y me dirijo al hospital. Me va a tocar revivir cada segundo pero si no lo hago no podré vivir.

Y algún día me lo volveré a encontrar.....

martes, 23 de septiembre de 2008

Codicia

No es justo. Yo me porto bien y nunca me traen los Reyes lo que les pido. Este año había sido muy bueno y no había hecho nada malo. Hasta en casa ayudaba a veces a poner la mesa. Y cada vez que les preguntaba a mis padres si había sido bueno me decían que sí. Los Reyes no son buenos. No pueden serlo, si lo fueran me habrían traído todo lo que había pedido en la carta. Ya sé que no sé escribir muy bien pero les había puesto los dibujos y los recortes de las revistas. Lo primero que les decía era que quería la consola de juegos y cuatro juegos. Ya soy mayor y puedo jugar con ella ¡ya tengo siete años! Y no me la han traído. En vez de una consola me traen un chándal. ¿Para qué me sirve un chándal? No sirve para jugar con él. Y tampoco me han traído la bicicleta, llevo pidiendo una bici toda mi vida. Era el regalo que más quería y tampoco me la han traído. En su lugar me trajeron unos muñecos con un helicóptero y un barco con más muñecos. Yo no quería eso, ¡quería una bicicleta! Lo que sí que me han traído es unos libros para leer y un plumier nuevo. Mamá me decía que pidiera eso que los Reyes suelen traer cosas con las que vas a jugar o cosas que vas a usar, pero yo no quiero esos Reyes. Yo quiero los Reyes de Marcos.

A Marcos le han traído hasta un coche teledirigido y una bicicleta nueva que tiene ruedas para no caerse. Para el próximo año voy a poner la carta en casa de Marcos. Además, Marcos sí que es malo. Todos los días nos anda pegando en el colegio y escupe. También insulta a su madre cuando sale y se porta mal. ¡Y los Reyes le traen una bicicleta! Los Reyes no son justos. A mí me traen ropa y pinturas y a Marcos le traen juguetes y una televisión. Estuvo presumiendo en clase de que podía ver la televisión en su habitación porque había sido muy bueno, y yo llego al colegio con un chándal y resulta que Marcos tiene uno mejor, uno de fútbol.

El otro día, la profesora nos dejó traer los juguetes que nos habían traído los Reyes para jugar en el patio. Casi todos habían venido con Spidermans y yo había traído mi muñeco que no hace nada. Tiene una pistola pero no puede lanzar telarañas y no es un superhéroe. Ese día Marcos trajo un robot muy grande que se mueve y habla sólo con darle a un botón. Una vez en el patio Marcos se rió de mi muñeco y me dijo que mis padres eran pobres y que por eso tenía Reyes pobres. Me puse a llorar cuando todos se rieron y me marché junto a la profesora pero ella no me entendía: yo había sido bueno y marcos no, y él tenía juguetes buenos y yo no. Tal vez Marcos tenía razón y mis padres y mis Reyes eran pobres por ser bueno.

El próximo año voy a ser como Marcos para ver si así los Reyes me traen todo. Voy a portarme mal y quitarle las cosas a los niños. Hoy ya he conseguido el coche teledirigido pequeño de Marcos. Como no me lo quería dar le tuve que tirar por las escaleras. Al llegar abajo estaba manchado de sangre y le cogí el coche antes de que se levantara. La profesora nos dijo llorando que Marcos no iba a volver pero yo sé que en las películas los malos siempre vuelven. Pero si lo hace no le voy a devolver el coche ¡ahora es mío!

viernes, 19 de septiembre de 2008

Noticia

Llevo andando toda la mañana sin un rumbo fijo. Dejo que mis pies y mi mente decida el trayecto sin pensar en un destino. Me fijo en las caras que se van cruzando y en la gente que tiene claro cual es su destino, y me sorprendo de lo triste que me parece esa gente. Entonces veo la cara de la felicidad en un rostro. Una mujer lleva de la mano a un pequeño que sonríe mientras avanza a pequeños saltitos. Pese a la cara de cansancio de ella en ambos resplandece un sentimiento de alegría. Al pasar a mi lado escucho las palabras de complicidad de ella a él y se me encoge el corazón: "vamos cariño, que tu madre te espera allí con un regalo...".


Al cabo de unos días una noticia aparece en la prensa en la que una madre solicita ayuda para recuperar a su pequeño y en la foto la cara de aquel pequeño feliz.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Envidia

Antes mi vida era perfecta. Tenía todo lo una persona podía desear en el mundo. Juguetes, películas, la comida que me gustaba y lo más importante: los tenía a ellos. Nunca me cansaba de sus atenciones. Me gustaba la forma que tenía mi mamá de arroparme todas las noches mientras me besaba en la frente. Cómo mi papá me leía los cuentos una y otra vez y cómo asustaba a los monstruos que se escondían bajo mi cama. Por algo es el mejor papá. También me gustaba que me dejaran estar sobre su cama después de bañarme. Sé que no les gustaba que saltase en la cama pero me dejaban sin decirme nada. Siempre tenían tiempo para jugar conmigo o para estar viendo una película a mi lado. Antes me querían.

Y un día las cosas cambian. Sé que estaban alegres y contentos pero ya no me hacían tanto caso como antes. No me gustó que me vaciasen la habitación de los juguetes pero por mucho que lloré no me dejaron volver a ponerlos dentro. Bueno, tal vez fuera mejor así, ahora los tengo todos en mi habitación y puedo jugar con ellos siempre que quiera. Pero ahí no quedo la cosa. Mi madre empezó a ir al médico. Yo nunca quise ir, no me gusta como me mira la doctora y una vez me hizo daño.

Cada vez pasaba más tiempo en casa de los abuelos. Ellos me quieren mucho pero no me gustan. Cada vez que pido algo me lo dan pero sus besos saben mal. Huelen a babas. Además la abuela no paraba de decirme que mis padres no me iban a querer y que iba a venir otro niño a casa. ¿Para qué querrían otro niño?

Claro, lo que yo no sabía era que mi madre guardaba un niño en su barriga. Tal vez por eso estuvo tanto tiempo en cama. Ya no me acostaba ella y tampoco podía jugar en casa como antes. Parecía que les molestaba todo lo que hacía y luego llegó él.

Estuve unos días en casa de mis abuelos como cuando tengo vacaciones y, cuando por fin me viene a buscar papá para llevarme a casa, me encuentro un niño pequeño que no sabe hacer nada. Yo me esperaba a un niño como yo para poder jugar. Pensaba que ya que iba a tener un hermano podría ser como yo, así compartiríamos muchas cosas. Estaba claro que nuestros papás me iba a querer más a mí que a él pero no me importaba dejárselos. Pero en vez de un niño me encuentro un bebé pequeño que no sabía jugar a nada, mejor dicho, ni sabía jugar ni sabía hacer nada. No me explico que le veían si lo único que hacía era llorar todo el día y toda la noche.

Mamá estaba enferma por culpa de él. Estaba todo el rato con él y no podía hacer nada conmigo. Ni siquiera me dejaba chupar de la teta como lo hacía él. Una vez quise dejarle un muñeco y lo único que hizo fue chupármelo todo. Pero cuando lo quise recuperar empezó a gritar y tuve que dejárselo. Es verdad que crece mucho pero no hace nada y si yo estuviera todo el día en cama y con los mimos de mamá también crecería. Me acuerdo que una vez estuve unos días en cama y cuando me levanté tuvimos que ir a comprar ropa porque no me servía la que tenía. No es que me gustase ir de compras pero estuvimos todo el día mamá y yo juntos.

No sé porqué no les gusta lo que hice. Desde que llegó el bebé papá y mamá están todo el rato quejándose de que no pueden dormir por culpa de sus gritos. Yo sólo quería ayudar a mamá. La pobre estaba muy cansada y me decía que no podía jugar conmigo por culpa del bebé. Yo soy un niño bueno y le ayudé a descansar. Conmigo se quedó dormido y cuando empezó a llorar le tapé con la almohada y se calló. No sé porque me gritan ahora. Yo sólo quería ayudarles...

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Estrellas

El cielo se haya cubierto totalmente de estrellas. Puede que para una persona que vive en el campo eso no sea más importante que una flor en medio del césped, pero para un niño que toda su vida ha estado en una ciudad esa es una visión increíble. Hace ya tiempo que Juan alza el vuelo hacia su mundo de ilusión. Una ilusión creada por él mismo y que cada noche se encarga de irla ampliando. Todos los días guarda en sus mejillas el mar de lágrimas con el que creará las estrellas. Una vez en su cúpula negra se desprende lentamente de cada gota de amargura, miedo o tristeza y empieza a formar una nueva estrella.

Esta noche va a crear una muy grande gracias a su padre. Él no es malo, lo que pasa es que algunas veces vuelve con ese olor tan desagradable y se dedica a gritarles y pegarles a su mamá y a él. Sabe, también, que por la mañana todo habrá pasado y que su padre le comprará otro juguete porque le quiere. Por eso Juan guarda en el cielo las estrellas, para que cuando su padre venga a verlo por la mañana no esté triste.

Aún se acuerda de la primera vez que encontró este lugar. Esa noche no podía abrir los ojos de los hinchados que estaban y tampoco podía dormir de lo que le dolía la espalda y, sin saber como, se encontró flotando. Primero despacio, ascendiendo por encima de su casa y luego, al mirar hacia arriba, empezó a volar velozmente hasta que tropezó con un enorme cristal negro que en el centro tenía una pequeña Luna a la que le faltaba un trozo. Juan ya sabía lo que era la Luna, cualquier niño de 5 años lo sabía. Pero la Luna estaba muy sola. Fue cuando se fijó en una luz que tenía de sus mejillas. Se frotó para quitárselo y al sacudir las manos vio como las gotas que salieron de sus manos empezaban a brillar con fuerza al lado de la Luna. Eran estrellas. Ya las había visto alguna vez en los cuentos o en las películas. Estuvo contemplándolas mucho tiempo hasta que escuchó unos pasos a su alrededor y cayó sobre sí mismo, mejor dicho, sobre el Juan que estaba en la cama. Abrió los ojos asustado y vio a su padre entrando lentamente por la puerta con las manos a la espalda. Cuando se le acercó a la cama le besó en la frente y dejó sobre él una bolsa de caramelos. Quería estar triste pero no lo estaba porque sabía que su tristeza estaba ahora al lado de la Luna. Por eso, cada vez que su padre se enfada con él, Juan guarda las lágrimas para seguir aumentando el universo y no estar triste por la mañana.


Ahora Juan tiene 8 años y sabe que, aparte de estrellas, hay constelaciones y galaxias y que, cuando las estrellas chocan porque no hay sitio, se transforman en agujeros negros. Su universo es enorme y acaba de crear una nueva galaxia en una esquina, una galaxia tan grande que no se ha dado cuenta de cuando se abría la puerta. Y se olvidó volver.

martes, 16 de septiembre de 2008

Último amante

La brisa que entra por la ventana hace que todo mi ser se estremezca. Hace un momento mi cuerpo hervía en pasión y ahora la contemplo extasiado. Observo detenidamente su piel tersa y la acaricio con dulzura. Descubro un poco la sábana para poder contemplarla mejor. Un aroma dulce desprende su cuerpo y nuevamente noto algo dentro de mi que pide más. Su figura está envuelta por la tenue luz de la luna que entra por la ventana y resalta aun más su figura.

Deslizo un dedo por su silueta delicadamente, recorriendo de principio a fin cada sombra, cada brillo. Aparto el pelo que le cubre su maravilloso rostro para poder besarla nuevamente. Saboreo su miel mientras mi boca se inunda. Me veo en el brillo de sus ojos como un animal hambriento mientras ella me ofrece su carne para saciarme. La atraigo otra vez hacia mi y la envuelvo en mis brazos. Los suyos caen con suavidad sobre mis piernas mientras ladea la cabeza para que pueda besarle mejor. Algo se vuelve a inflamar en mi mientras le beso y le recorro lentamente la cintura. Dejo que su cuerpo se estire sobre la cama mientras le acaricio.

Sus pies son perfectos. Unos pies que han bailado tantas veces haciendo que la gente enloquezca al verla moverse. Unos pies que me han rodeado y que se me ofrecen para poder besarlos, acariciarlos con mis labios. La noche es larga pero mi deseo parece no tener fin. Ya no percibo el frescor de la mañana mientras nos unimos una vez más. Cuando los primeros rayos de sol anuncian un nuevo día mi cuerpo empieza a protestar por el cansancio. Las noches siguen siendo perfectas para la pasión.

La vuelvo a contemplar por última vez tendida sobre la cama mientras empiezo a vestirme. Intento guardar en mi retina ese momento, ese ángel que me llevó al cielo una y otra vez. Y cierro la puerta arrepintiéndome de haberla matado tan pronto.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Avaricia

Me gustan los cumpleaños. Después papá Noel y de los Reyes Magos es el mejor día del año. Además, mi cumpleaños es en verano, justo antes de acabar las clases y me encanta llevar los juguetes a clase para que los demás vean lo bueno que soy. Y lo mejor del cumpleaños es que no hace falta portarse bien para que te traigan los juguetes, los quiero y me los traen.

Este año les he pedido que me comprasen una consola y un coche teledirigido que vi en la tele y que puede subir escaleras. Creo que el coche me lo va a regalar mi padrino porque mi madre ya le estuvo diciendo cual era y donde lo podía comprar. Se creen que porque no tengo más que 8 años no me entero de nada. Bueno, mañana tendré 9. Haber si dejan de tratarme como un niño pequeño. Yo ya sé vestirme solo y también sé ducharme sin que me ayuden y no me dejan usar el secador porque dicen que aun no tengo edad pero eso cambiará mañana.

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¡Estupendo, me han traído todo lo que había pedido! Seguro que lo de la ropa fue idea de mamá. Estoy deseando ir al parque a enseñar mi coche nuevo, es fantástico.

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Mi coche es mejor de lo que pensaba. Es capaz de subir por todos lados y ni siquiera son capaces de cogerlo cuando lo pongo a toda velocidad. Es el mejor regalo que me han hecho en mi vida, y no, no voy a dejárselo a nadie. Es mío. Es mi regalo y de nadie más. Por mucho que se empeñe mamá y papá en que se lo deje a mis amigos no voy ha hacerlo. Que se lo pidan a sus padres. Tampoco sé porque han invitado a ese niño tan estúpido. Siempre quieren que juegue con él cuando viene a casa. Creo que es el hijo de un amigo de papá, pero es igual de tonto que su padre.

Me fastidia que intente coger el coche. Si pudiera lo atropellaría con él para que me dejase en paz. Menos mal que es gordo y que es rápido sino me lo habría cogido antes. Seguro que si le pasase algo nadie diría nada. No es justo que tenga que jugar con mis juguetes y no voy a dejarle mi coche.


Mis padres no saben que hacer con tal de quedar bien con sus amigos. Tengo que dejarle jugar con el coche. Pues van a saber quién soy yo. Nadie toca mis cosas. Le voy a decir que lo persiga y para que no se canse voy a dejar que lo alcance varias veces. Y luego creo que no voy a ser capaz de controlarlo cuando se escape entre esos coches. Con suerte no le pasará nada al coche, es muy fuerte, pero ya sabemos los niños mayores que no se debe cruzar una calle sin mirar...

sábado, 13 de septiembre de 2008

Ciega.

Le quiero. Tal vez esa es la frase que más veces me habré repetido desde que lo conozcí. Nunca me pude imaginar que una persona pudiera estar tan locamente enamorada de alguien, hasta el punto de volverse ciega. Sí, ciega. Y lo peor es que hasta este momento no lo había comprendido.

Siempre ha sido un hombre que se preocupaba por mí. Que me quería, a su manera, pero me quería. Y no digo que ahora no me quiera, no. Sé que él me adora y que tampoco sería capaz de vivir sin mí. Somos como dos mitades de una naranja, me dice constantemente. Dos mitades de una naranja.

Nunca me ha gustado esa comparación, pues eso indica que la naranja ya está cortada, rota. Que ya empieza a estropearse. Tal vez por eso él la emplee, no sé. Tampoco me aventuré a darle mi opinión sobre eso. Le parece mal que le corrijan. Miento. Le parece al que le corrija yo. Tal vez no sea la persona más inteligente del mundo, pero me fastidia que no me deje debatirle las cosas que se a ciencia cierta que son así.

Pero bueno, esa es una de sus pequeñas manías, y ya estoy acostumbrada a ella. Que quiere tener razón, pues me callo y evito problemas. "Tienes razón", "es verdad", "lo siento", son frases que han pasado a formar parte de mi vocabulario diario con él.

Tal vez si no le quisiera tanto no hubiera aguantado todo. Las "otras manias" que tiene. Sé que el trabajo le estresa y que necesita desahogarse con sus compañeros, pero que vayan a casas de alterne siempre me pareció mal. Él siempre me dice que nunca hace nada, pero sólo he estado con un hombre en mi vida y sólo él pudo contagiarme la gonorrea. La culpa fue mía por intentar exculparlo diciendo que tal vez fue en un aseo público, pero mentí. Mentí por él y por el que dirán.

Muchas lágrimas empaparon mi almohada por ese motivo. Sus gritos diciendo que era una sucia por haberle contagiado a él, mientras yo intentaba que los niños no se enterasen de nada. Por suerte esa fue una etapa dura que ya pasó. Sigo sabiendo de sus escarceos, pero él, ahora, ya toma precauciones, y sé que me quiere o de lo contrario no volvería con nosotros cada día.

Él es un padre ejemplar y un marido atento. Cada día me deja el dinero para la compra. No es que yo no pueda sacarlo del banco, pero es que a él le gusta sentirse poderoso e importante, y ese pequeño gesto de sacar la cartera y dejarme el dinero en la mesa le hace feliz.

Mis amigas me dicen que él me maltrata pero ellas no saben que no es así. Es cierto que de vez en cuando me ha dado un tortazo, pero eso fue por mi culpa. En el fondo me lo merecía. Aun recuerdo la primera vez que me pegó. Fue en el viaje de novios.

Estábamos de luna de miel por España. Yo hubiera querido ir a el caribe, a Roma, a cualquier sitio fuera de aquí, pero no teníamos tanto dinero. Marchamos a Tenerife. Al segundo día, a la noche, estábamos en una discoteca. Después de todo el día de excursión yo estaba cansada y me quería ir a la habitación del hotel. Le dije que si nos podíamos ir y él me miró y tras darme un beso me dijo que me marchase que ya iría ahora. Yo quería dormir así que me fui creyendo que él vendría tras de mí. Una vez en el hotel preparé todo para darle una sorpresa. Me puse un camisón de esos transparentes, perfumé la habitación y esperé. Al cabo de dos horas empecé a impacientarme. Entonces no había móviles y llamé a recepción por si ya había llegado y aun no había subido. Tras disculparse y decirme que aun no había llegado al hotel me vestí y volví a la discoteca. Sé que no tendría que haber ido. Pero una recién casada quiere estar con su marido.

Una vez allí le ví. Estaba con una mujer. Restregándose con ella mientras ella le tenía la mano... ya no quise mirar. Tras gritar su nombre me marché corriendo al hotel dispuesta a volver a casa. Él me alcanzó antes de llegar y me increpó por haber vuelto. Yo sólo quería llorar y le dije que... le dije muchas cosas, cosas que sólo un amor engañado puede decir y sucedió.

Cuando su mano impacto en mi cara me quedé muda. Mis lágrimas desaparecieron. Fue como si hubieran dado a un interruptor de la luz y me hubiera quedado a oscuras. Y me habló. Tengo aun sus palabras grabadas a fuego en mi corazón. Me dijo que fuera la última vez que le hacía quedar mal delante de sus amigos y que la culpa era mia por haberme ido. Yo pensaba que él tenía razón. Le quería y no quería perderle. Era como un padre reprendiendo a un niño pequeño tras haber abierto la puerta de la habitación. Sumisa acaté sus palabras y fuimos a la habitación. Una vez allí me desvestí dispuesta a dormir y él me poseyó. Su ímpetu fue increíble. Me hizo el amor con una violencia y un deseo que nunca antes me había demostrado. Él me quería y le perdoné.

Eso fue antes, cuando estaba ciega. Bueno, es una ironía. Justo ahora que no puedo ver es cuando realmente veo lo que antes no quería ver. Tal vez si esa primera vez no le hubiera perdonado y me hubiera marchado ahora no estaría así. Tal vez si no hubiera consentido todos estos años no me habría tenido que enfrentar a él la semana pasada. No hubiera tenido que defender a mi hijo pequeño de sus golpes de borracho. No me habría pegado con fuerza, ni me hubiera tirado al suelo, no habría perdido el conocimiento. Mi hijo pequeño me dijo que él siguió dándome patadas en la cabeza, en la cara. Por suerte no sentí como mis ojos reventaron ni tuve que ver como mi hijo mayor mataba a su padre.

Sé que fue lo mejor, pero yo le quería.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Una noche

Hace horas que me tenía que haber levantado. Esta noche ha sido increible. No recordaba la última vez que estuvimos todos juntos aunque por otra parte es normal. Ya se sabe que cuando una se casa y tiene hijos las cosas ya no son como antes.

Bufff, es que antes era, cómo diría... antes era desenfreno constante. Ya no sólo por salir, que va, era mucho más. Chicos, alcohol, chicos, música, chicos, pastillas.... chicos. ¡Ja ja ja! y ellas. Mis amigas eran de lo mejor que una se puede encontrar, siempre dispuestas a todo. ¡Cuánto extrañaba todo eso!, así que cuando el pasado lunes me llamaron para recordar los viejos tiempos ni lo dudé.


Bueno, miento un poco, sí que lo dudé, más que nada porque tenía que dejar a la niña con alguién hasta que se quedará dormida. Aunque tengo una vecina que siempre que puede me hecha una mano. Es encantadora y también es una madre soltera como yo. Es que todos los hombres son iguales, unos capullos. Parece que lo primero que le hacen a los hombres al nacer es ponerles un chip de imbecilidad que se activa con el tiempo y les dura toda la vida. Menos mal que por lo menos sirven para algo... ¡para pagarte las copas! Y se creen que están ligando, serán ilusos.

¡Qué dolor de cabeza! menos mal que les dije que acabáramos en mi casa sino no se donde me habría despertado hoy. Ya no estoy acostumbrada a tomar las pastillas como antes. Con la primera ya noté un subidón que casi me dura toda la noche. Era la reina de la fiesta. Parecía que no habían trascurrido 4 años desde la última vez. Hasta le dije que me dejara unas pocas para esos días en los que se me cae la casa encima.


Bueno, ya va siendo hora de levantarme además no escucho a Laura, seguro que se ha salido de su cuna y está haciendo de las suyas. Las niñas pequeñas son tremendas, basta que no las escuches para que sepas que están haciendo algo malo. ¡Vaya desastre hay en el salón! parece que estuvimos hasta muy tarde. Me va a llevar toda la mañana arreglar este desorden. ¡Un momento! ¡LAS PASTILLAS! ¿Laura?, ¿Nena, dónde estás?, ¿Laura?, ¿Laurita?, ¡LAURA!, ¡POR FAVOR, NO!, ¿Qué he hecho?

jueves, 11 de septiembre de 2008

Un comienzo


Faltan poco minutos para que el Sol asome su cara por el horizonte. Por fin la noche se acaba. Todos los días suplico porque mi espera se haga más corta. No quiero acostarme, no quiero dormir, no quiero...

Es increíble lo lento que pasa el tiempo cuando estás pendiente de él. A mi lado su presencia se me hace insoportable. Quisiera escapar, huir en mitad de la noche hacia una nueva vida, pero luego dirijo la mirada a mis cosas, mis recuerdos, la vida que cree y pienso que siempre hay tiempo, que todo puede cambiar.

A través de los huecos de la persiana voy notando como la luz empieza a ganar intensidad iluminando a mi torturador. Esa persona que ocupó el lugar de con quién me casé. Ese desconocido que fue apareciendo poco a poco al mismo ritmo que destruía mis ilusiones. Esa persona que me hizo un hijo, que me viola cada día. Quisiera que un día la luz no le iluminase y en su lugar sólo hubiera un espacio libre. Quisiera no estar aquí.

El despertador empieza a sonar con fuerza y noto como da un respingo en la cama, alza una mano y de un golpe lo apaga. Lentamente me incorporo, cojo la bata y, tras cerrar lentamente la puerta de la alcoba, me dirijo a la cocina intentando no hacer ningún ruído. Al cabo de unos minutos la cafetera empieza a silbar y me dirijo a la cueva de la bestia a despertarlo.

Espero que hoy esté de buen humor.

Hola

Espero que esto sirva para que por lo menos alguien pueda pensar que siempre existe algo distinto, algo mejor.

Un saludo a quién ha llegado hasta aquí.

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