miércoles, 17 de septiembre de 2008

Estrellas

El cielo se haya cubierto totalmente de estrellas. Puede que para una persona que vive en el campo eso no sea más importante que una flor en medio del césped, pero para un niño que toda su vida ha estado en una ciudad esa es una visión increíble. Hace ya tiempo que Juan alza el vuelo hacia su mundo de ilusión. Una ilusión creada por él mismo y que cada noche se encarga de irla ampliando. Todos los días guarda en sus mejillas el mar de lágrimas con el que creará las estrellas. Una vez en su cúpula negra se desprende lentamente de cada gota de amargura, miedo o tristeza y empieza a formar una nueva estrella.

Esta noche va a crear una muy grande gracias a su padre. Él no es malo, lo que pasa es que algunas veces vuelve con ese olor tan desagradable y se dedica a gritarles y pegarles a su mamá y a él. Sabe, también, que por la mañana todo habrá pasado y que su padre le comprará otro juguete porque le quiere. Por eso Juan guarda en el cielo las estrellas, para que cuando su padre venga a verlo por la mañana no esté triste.

Aún se acuerda de la primera vez que encontró este lugar. Esa noche no podía abrir los ojos de los hinchados que estaban y tampoco podía dormir de lo que le dolía la espalda y, sin saber como, se encontró flotando. Primero despacio, ascendiendo por encima de su casa y luego, al mirar hacia arriba, empezó a volar velozmente hasta que tropezó con un enorme cristal negro que en el centro tenía una pequeña Luna a la que le faltaba un trozo. Juan ya sabía lo que era la Luna, cualquier niño de 5 años lo sabía. Pero la Luna estaba muy sola. Fue cuando se fijó en una luz que tenía de sus mejillas. Se frotó para quitárselo y al sacudir las manos vio como las gotas que salieron de sus manos empezaban a brillar con fuerza al lado de la Luna. Eran estrellas. Ya las había visto alguna vez en los cuentos o en las películas. Estuvo contemplándolas mucho tiempo hasta que escuchó unos pasos a su alrededor y cayó sobre sí mismo, mejor dicho, sobre el Juan que estaba en la cama. Abrió los ojos asustado y vio a su padre entrando lentamente por la puerta con las manos a la espalda. Cuando se le acercó a la cama le besó en la frente y dejó sobre él una bolsa de caramelos. Quería estar triste pero no lo estaba porque sabía que su tristeza estaba ahora al lado de la Luna. Por eso, cada vez que su padre se enfada con él, Juan guarda las lágrimas para seguir aumentando el universo y no estar triste por la mañana.


Ahora Juan tiene 8 años y sabe que, aparte de estrellas, hay constelaciones y galaxias y que, cuando las estrellas chocan porque no hay sitio, se transforman en agujeros negros. Su universo es enorme y acaba de crear una nueva galaxia en una esquina, una galaxia tan grande que no se ha dado cuenta de cuando se abría la puerta. Y se olvidó volver.

3 comentarios:

Galina dijo...

Hola
He leído lo del "secuestro" de tu antiguo blog y lo que has dicho de que sigue "online". ¿Has recuperado los relatos? Si no sabes cómo hacerlo te puedo echar una mano porque todo lo que está en la Red se puede copiar. Si no es así, pues nada. Saludos.

Galina dijo...

Los diseños no importan demasiado, es cuestión solamente de paciencia y experiencia, algo que a la larga adquiere todo el mundo si se lo propone. ¿Has oído hablar de Lulu.com? Funciona genial y no cuesta un céntimo y ahí puedes ir publicando todo lo que escribas.
Besos.

Galina dijo...

El Quijote escrito en unas servilletas es una obra maestra, y cualquier escrito de Ana Rosa Quintana encuadernado e ilustrado por Ediciones Siruela es una mierda. :)
Bueno, voy a cenar que aquí hace mucho que es noche cerrada.