martes, 16 de septiembre de 2008

Último amante

La brisa que entra por la ventana hace que todo mi ser se estremezca. Hace un momento mi cuerpo hervía en pasión y ahora la contemplo extasiado. Observo detenidamente su piel tersa y la acaricio con dulzura. Descubro un poco la sábana para poder contemplarla mejor. Un aroma dulce desprende su cuerpo y nuevamente noto algo dentro de mi que pide más. Su figura está envuelta por la tenue luz de la luna que entra por la ventana y resalta aun más su figura.

Deslizo un dedo por su silueta delicadamente, recorriendo de principio a fin cada sombra, cada brillo. Aparto el pelo que le cubre su maravilloso rostro para poder besarla nuevamente. Saboreo su miel mientras mi boca se inunda. Me veo en el brillo de sus ojos como un animal hambriento mientras ella me ofrece su carne para saciarme. La atraigo otra vez hacia mi y la envuelvo en mis brazos. Los suyos caen con suavidad sobre mis piernas mientras ladea la cabeza para que pueda besarle mejor. Algo se vuelve a inflamar en mi mientras le beso y le recorro lentamente la cintura. Dejo que su cuerpo se estire sobre la cama mientras le acaricio.

Sus pies son perfectos. Unos pies que han bailado tantas veces haciendo que la gente enloquezca al verla moverse. Unos pies que me han rodeado y que se me ofrecen para poder besarlos, acariciarlos con mis labios. La noche es larga pero mi deseo parece no tener fin. Ya no percibo el frescor de la mañana mientras nos unimos una vez más. Cuando los primeros rayos de sol anuncian un nuevo día mi cuerpo empieza a protestar por el cansancio. Las noches siguen siendo perfectas para la pasión.

La vuelvo a contemplar por última vez tendida sobre la cama mientras empiezo a vestirme. Intento guardar en mi retina ese momento, ese ángel que me llevó al cielo una y otra vez. Y cierro la puerta arrepintiéndome de haberla matado tan pronto.

1 comentario:

Pedro dijo...

Me he olido lo de la muerte en las primeras líneas, pero eso no creo que le reste efectividad al relato, la verdad. La descripción de la pasión y el erotismo es suficiente.


Un saludo,


Pedro.