lunes, 29 de septiembre de 2008

Pereza

«No puedo aguantarlos más. Se pasan todo el día pidiéndome cosas como si no existiese nadie más a quién fastidiar. Yo ya sé lo que quiero hacer y no hace falta que se pasen todo el rato detrás de mí recordándome que estudie, que arregle la habitación, que coma, que duerma, que no salga con mis amigos, que no hable por teléfono... no creo que haya nadie más vigilado y más sometido que yo.

Cada vez que llego a casa eso parece un tribunal inquisidor. ¿Dónde he estado?, ¿con quién?, que si he ido a clase o qué he tomado. Uno se harta de estar todo el rato respondiendo preguntas tontas. Seguro que sus padres eran más tolerantes cuando eran ellos pequeños. Lo peor es que me hacen sentir raro. Mis amigos no son sometidos a esa tortura. Sus padres sí que son “guays”. Les dejan hacer lo que les da la gana y no están todo el rato detrás de ellos y les dejan hacer lo que quieren. Ni siquiera se preocupan a donde van el fin de semana o con quién. Yo ya soy lo suficiente mayor para hacer lo que me dé la gana, tengo 16 años. También sé lo que quiero hacer de mayor: quiero ser D’J, estoy harto de estudiar para nada. Sólo soy feliz cuando estoy fuera de casa. Menos mal que mis padres no me viene a buscar a la discoteca, si lo llegasen a hacer me iría de casa.

Cuando estoy en la disco la cosa cambia. Un par de pastillas, música a tope y bailar, siempre y cuando no aparezca una niña a la cual hacer un favor, aunque siempre aparece alguna. Durante esas horas soy en amo del mundo. Si mis padres me vieran comprenderían que soy feliz haciendo lo que me gusta. A veces subo junto a la cabina del discjockey y lo observo moverse. Cada noche es perfecta, las pistas se mezclan de una manera casi imperceptible manteniendo siempre ese ritmo frenético que nos lleva al éxtasis. Lo que más me gusta de él es que se niega a poner peticiones. Él tiene el poder de la noche y nosotros somos sus siervos. Las chicas están como locas para que les haga de todo. ¡Es el mejor trabajo del mundo!

De las pocas veces que me ha hablado he sabido que tampoco quiso estudiar. Se fue de casa con 18 años y desde entonces vive muy bien sólo. Tiene su propio apartamento y un coche, cada noche está con una chica distinta y toma lo que le da la gana sin que nadie le recrimine. Hasta me dio a probar las “pirulas” que toma y estuve durante un par de horas alucinando. Ojalá él fuera mi padre.

Ya lo hemos decidido. Mi colega y yo nos vamos a ir de casa este fin de semana. Hemos venido a la discoteca a despedirnos de la gente y disfrutar lo más posible de nuestra última noche en el pueblo. Han venido cuatro D’J y la fiesta promete. Hemos pillado dos docenas de “pastis” para no perdernos nada. Estoy harto de que mis padres se empeñen en dirigir mi vida. Esta ha sido la última vez que me recriminan por haber suspendido todo. Entre mi amigo y yo hemos robado cerca de 2000 € y eso nos llega para tres o cuatro meses viviendo tranquilos. Hemos cogido unos billetes de autobús para irnos a Madrid nada más acabe la fiesta, y desde allí iremos al sur. Vamos a hacer la ruta de la costa. Hemos quedado ya con alguna gente de por allá que nos van a acoger en sus casas y así no tendremos gastos. Luego buscaremos cualquier trabajo y me dedicaré a observar a todos los D’Js de por allí. Voy a hacerme famoso, seré el número uno.»


• Sus padres estuvieron llorando durante meses pero su corazón se quebró para siempre. Ellos habían hecho todo lo posible para que su hijo tuviera de todo y tal vez ese fue su fallo. Querían que nunca le faltase de nada y le dejaban tomar sus propias decisiones pero sabían que sólo podrían empeorar las cosas y le decían que dejase a sus amigos. Ahora se arrepienten de no haberlo alejado de sus amigos y de tomar otras decisiones. Su madre siempre le ocultó a su marido esos pequeños hurtos que notaba en el bolso por miedo a que él le pegase. Su padre siempre le ocultó a su mujer esas pastillas que cayeron del bolsillo una noche que le ayudó a meterse en cama. Los dos se arrepienten de no haberle ayudado a pensar de una forma distinta pero ahora es tarde.

Él tomó su última decisión cuando salió de casa esa noche. Él no quiso escucharlos nunca porque ellos no sabían nada de la vida y por eso compró esas pastillas. Él nunca quiso luchar por el futuro porque eso nunca llegaría y cuando notó como su cerebro explotaba deseó que todo hubiera sido un sueño, pero en la vida real los sueños no existen y cuando te despiertas pagas por todo lo que has hecho.

Ahora sólo quedan lágrimas.

1 comentario:

eclipse de luna dijo...

uff un relato duro, al final se oyo un suspiro hondo que salio de mi..es tan dura y cruel la realidad..
Un besito y una estrella.
Mar