miércoles, 8 de octubre de 2008

El Gusto

Cada vez que me miro al espejo veo lo mismo, un monstruo horrible. Por mucho que intento ser objetiva y por mucho que intento dejarme convencer no hay forma: esa persona que veo no soy yo, o por lo menos, no es quién quiero ser. Me sobra grasa por todas partes aunque ya no tanto para mi metro setenta.

Mi novio tenía razón y supongo que por eso me dejó. Mi cuerpo no se parece en nada a las mujeres que a él le gustaban. Tenía mucho culo, mucha pierna, mucho pecho, mucha papada.... mucho de todo. Pero eso ya ha cambiado desde entonces, ahora ya no estoy tan gorda. Me sobran unos 10 kilos para estar en mi peso ideal. Lo peor de todo es lo pesada que se vuelve la gente con la comida, está obsesionada con que debo de comer a todas horas. Si sabré yo lo que tengo que comer.

Tengo todo totalmente controlado para que no me falte de nada en la alimentación ni en la dieta. Ya tomo complejos vitamínicos para que me ayuden e infusiones para eliminar líquidos. También tomo todos los días un laxante ligero para ayudarme a eliminar más toxinas. También tomo unas barritas de esas que te suplementan las comidas que están deliciosas. Me encantan las que saben a chocolate. Se me hace la boca agua de solo pensar en el chocolate. Claro que cómo voy a tener hambre. ¡Tanta comida en la mesa! Nada más verla me entran las náuseas y tengo que hacer un esfuerzo para tomarme la ensalada que me prepara mi madre. Apenas acabo de comer me levanto y voy al baño. La comida no me aguanta en el cuerpo y acabo vomitando todo. Tengo que decirle que no me ponga tanta comida en el plato. Ella ya sabe que con una rodaja de tomate y un par de hojas de lechuga ya me llega. Mi organismo no necesita más. Y pese a todo me tuve que tomar un bistec y un yogur. El estómago me duele con todo lo que comí. Las madres se empeñan en que comamos todo lo que hacen, parece que sólo estamos bien si estamos gordas y ahora ya no voy a tener más hambre el resto del día....

Hace un rato que me he despertado y mi madre se alegro mucho al verme. Me dice que ahora todo va a ir mejor y que no tengo que preocuparme. Que todo será distinto. ¿No sé por qué me dice eso? Al ir al baño del hospital y verme en el espejo me doy cuenta que ya estoy bien. Por fin he llegado a mi peso 35 kilos. Lo peor es que no sé si ahora podré hacer que él vuelva conmigo. Pero si no le gusto siempre puedo adelgazar un poco más. Lo que pasa es que me encanta el chocolate.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me quito el sombrero. Un blog muy serio y muy bien escrito. Felicidades.