sábado, 11 de octubre de 2008

El Tacto

Nunca he pretendido destacar ni llamar la atención. Se me podría definir como la típica compañera de clase que sabes que está ahí y que sólo se suele recurrir a ella para pedirle los apuntes, nada más. Tampoco destacaba por mis notas que eran de lo más normal y eso que me esforzaba por mejorarlas. La definición más común con la que me definían era con un simple "es de las del montón". ¿Del montón?, ¿del montón de qué?, ¿de mierda? Cada vez que escuchaba eso me entraban ganas de gritar y decirles cuatro cosas pero nunca me atreví a hacerlo, eso contradecía mi espíritu. Yo no pretendía ser nada más que lo que era y si alguien era lo suficientemente perspicaz ya me descubriría. Y así pasaron los años de instituto y más tarde los de la universidad, sin que nadie me descubriese.

Lo que llevaba peor era mis relaciones con los chicos, mejor dicho, la ausencia de ellas. Estaba claro que tampoco era de las que resaltaba en ese aspecto. Las únicas experiencias sexuales que había tenido habían sido conmigo misma y he de reconocer que eran muy satisfactorias pero quería algo más. Debía de ser de las pocas mujeres que con 23 años nunca le habían propuesto llevarlas a la cama o a donde fuese y eso me frustraba.

Enfrente del baño yo tenía un espejo en el cual me miraba cada vez que salía de la ducha y no estaba nada mal, bueno, estaba aceptable. Tal vez me sobraban 4 o cinco kilos pero he de reconocer que la naturaleza se había portado muy bien en donde me había repartido esos kilos de más. Tenía un cuerpo bastante apetecible. Unas piernas bien hechas, un buen culo, la cintura se adivinaba bastante bien, los pechos bien plantados pese a ser una 100, y respecto a la cara y al pelo nada que objetar. Supongo que el problema residía en que nadie me había visto nunca así, ni siquiera la compañera que tuve de piso en la universidad. También he de reconocer que la forma en que me vestía no contribuía mucho a resaltar mi figura, mejor dicho: no contribuía nada.

En el trabajo solía escuchar entre susurros que yo vestía como si llevase un saco en la cabeza cada vez que elegía la ropa. Pero es que a mi me daba igual lo que opinaran yo siempre intentaba ir cómoda y floja. Me encantaba la ropa holgada con la que podía sentir el roce de la tela en mi piel cada vez que andaba. No comprendía a esas mujeres que les encantaba ir tan... encorsetadas. Me gustaba notar mis pechos cada vez que movía. Supongo que si mis compañeros supieran que nunca llevaba sujetador se abrían fijado en mí, pero no quería ser "una de esas". También me gustaba llevar el pelo suelto. Tenía una melena riza la cual me tapaba la cara y que sólo recogía cuando me sentaba delante del ordenador.

Y así pasaban los días. Nunca pretendí ser otra persona y siempre esperé a que llegase ese momento especial hasta hoy. Estando en el metro noté como una mano me rozaba, al principio creía que era uno de esos típicos cerdos que se entretenían tocando a las mujeres pero notaba en esa forma de rozar algo distinto, algo que me gustaba. Así que opté por no hacer nada y dejarle hacer. Notaba su inseguridad en cada caricia. Notaba como se deslizaba en mi cintura como si fuese el pliegue de la ropa. Me estremecía con cada caricia creyendo que no podría contenerme. Su mano se deslizaba suavemente por mi espalda hasta tocar el pelo. Era imposible que nadie se diese cuenta de lo que estaba pasando. Cuando la sentí en mi cuello tuve mi primer orgasmo no causado por mí. No podía más y decidí darme la vuelta y en ese mismo instante me enamoré.

Ya llevamos casi dos años juntas y todavía me estremezco recordando esa primera caricia, esa primera vez. Y soy feliz de ser como soy.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

He recordado de que caricias halas. Es la primera vez que te leo y mientras iva leyendo el post sabía que esa caricia, provenía de una mujer. Gracias por compartirlo.
Noa

eclipse de luna dijo...

Sabes, yo tambien fui de las del monton hasta que aprendi a valorarme,ahora me miro de distinta forma, y hasta los chicos lo hacen asi
Me ha gustado la sensualidad de tu relato..precioso.
Un besito y una estrella.
Mar

Anónimo dijo...

Ser como se debe ser, no es más que reconocerse cuándo te miras al espejo y ante los demás. A partir de entonces todo lo que se vive, es de verdad real. Me encantó, porqué me he sentido identificada. Un abrazo