viernes, 28 de noviembre de 2008

Llegar a casa

No sé qué hacer. No soy capaz de enfrentarme a ella con esta sensación de ser un fracasado en la vida. Ni siquiera he sido capaz de mantener este empleo el tiempo suficiente como para pagar el crédito. Ella me adora y sé que, pese a que me va a decir que es un bache y que lo superaremos, las cosas no se van a arreglar tan fácilmente.

Cada vez me es más difícil competir con esa multitud de jóvenes preparados y dispuestos a dejarse asovallar con tal de llevar el dinero suficiente en el bolsillo el fin de semana. Yo no puedo rebajarme a eso. No sé como conseguir el dinero necesario para llegar a fin de mes. El paro no nos puede ayudar mucho en estos casos y esta vez no he llegado a trabajar lo necesario como para poder cobrarlo. No sé que hacer.

Llevo dadas más de 10 vueltas por el barrio y tampoco hay ningún sitio donde aparcar. Todas las cosas me salen torcidas. Todas salvo mi matrimonio. Aun no me explico que hace ella con un fracasado como yo. Al principio no queríamos que ella trabajase pero los dos sabíamos que si no lo hacía estábamos abocados a la miseria o peor aun, a volver con nuestros padres para pedirles ayuda. Al final ella encontró un trabajo de azafata de una firma comercial. No es un gran sueldo pero la llaman habitualmente para trabajos de una semana o de un mes. Aunque de esta vez ya lleva más de dos meses en el mismo sitio. Ella es una mujer muy capaz y con don de gentes, ojalá yo valiese la mitad de lo que vale ella.

No sirvo ni para suplicar. Cuando el jefe me llamó esta tarde y me dijo que no volviese mañana me limité a decirle gracias y cerrar la puerta despacio. Una vez dentro del coche encendí la radio y estuve llorando durante media hora. No valgo nada. Bueno, algo sí valgo. Si muriese ella quedaría libre de mi carga y cobraría los 30.000 € de la póliza de mi seguro de vida. No es mucho pero le daría para empezar una nueva vida y olvidarse de mí.

Ahora está en el salón esperándome, la luz está encendida. Debe de encontrarse sobre el sofá adormecida delante del televisor, con el pijama que le regalé estas navidades y tapada con la bata. Cuando escuche cerrar la puerta abrirá los ojos y me buscará con la mirada. Me brindará la más dulce de las sonrisas y me pedirá un beso. Me abrazará con suavidad y me dirá que estaba esperándome para hacerme el amor. Yo le preguntaré si antes quiere cenar algo y ella me dirá que a mí. Me arrodillaré frente a ella y la llenaré de besos apasionados, esos besos que sólo son capaces de dar dos adolescentes que no piensan en otro futuro que el de la felicidad, pese a hacer años que dejamos nuestra adolescencia, y la llevaré a cama. No puedo subir.

Nuevamente empecé a llorar. Tampoco sirvo para eso. Ni siquiera tengo el valor de estrellar el coche contra una pared. Aparco y me dirijo lentamente a casa. Tengo la sensación de estar subiendo al patíbulo con cada peldaño que me acerca a mi hogar. Deslizo la llave en la cerradura y la giro. Suavemente cierro la puerta y la veo a ella en el salón requiriéndome con la mirada. Su cara está iluminada y eso me hace daño en el corazón. Preferiría que estuviese enfadada conmigo o que tuviese a otro en su vida. Me acerco a darle un beso y me dice unas palabras que aplacan mi sufrimiento: "Sin ti no podría seguir siendo tan feliz. ¡Felicidades papá!".

En ese momento todo lo que sentía desapareció, no podía dar crédito a lo que estaba oyendo. Iba a ser papá. ¡Íbamos a ser padres! No sé si un hijo cambia mucho la vida pero en ese momento algo en mí creció. No sé que pasaría mañana ni como iba a encontrar trabajo pero no importa, saldríamos adelante. Tengo suerte de estar casado con el ángel más bello del cielo.

1 comentario:

Perséfone dijo...

Hoy sí lo has conseguido: se me saltan incluso las lágrimas porque sé perfectamente (a través de mis padres) que esta historia la viven muchas personas de este mundo.

Ojalá ese retoño sirva para eliminar la frustración y los malos pensamientos y coger toda la fuerza del mundo.

Ojalá el amor fuese siempre tan puro y auténtico.

Ojalá tantas cosas...

Perdonas si te parezco una ñoña. Ya te digo que me has emocionado.