lunes, 10 de noviembre de 2008

La Merienda

- No te preocupes. Los niños están bien. Están jugando en la habitación.- Dice acercándose una galleta a la boca.
- Es que ya sabes, basta que no escuches ningún ruido para que ya te alteres.
- Y qué me vas a decir a mi. cada vez que Ángel está en silencio ya empiezo a temer lo peor. Y casi siempre es así. La última vez le había roto varios libros al padre que aun no me explico como no le dio un sopapo. Él decía que estaba recortando animales y que “su papá” le había dejado. Y claro, yo le pego un tortazo, le castigo y el padre cuando viene es el que le hace las carantoñas. A los que había que castigar es a los tíos.
- Sí es verdad, les encanta ser a ellos los buenos. Mucho gritar pero a la hora de la verdad son los primeros en dejarte quedar mal con los niños. ¡mmmm! Qué café tan rico, ya me dirás que le pones para que sepa tan bien.
- Mujer, no le pongo nada más que una pizca de achicoria. Recetas de la abuela... Pues yo, aun tuve ayer una bronca con Antonio por culpa de Javi. Le había dicho que no le íbamos a comprar nada y ¡no le trae un balón! Casi van los tres por la ventana, el balón, el niño y el padre.
- Claro, es que se creen que con regalos lo arreglan todo.
- ¿Claro? - Dice María enfadada.- ¿A quién se le ocurre comprarle un móvil a un niño de 8 años? Sólo al imbécil de su padre. Por lo menos los vuestros no os están agobiando con el puñetero teléfono. ¡Con ocho años y ya he pagado una factura de cien euros!
- ¿Quién, Javi ha gastado cien euros en móvil? ¿Pero con quién habla un mocoso de ocho años? - Pregunta Elena revolviéndose en el sillón. - Si a Marco se le ocurre comprarle un teléfono a Ángel tendremos muchos problemas en casa. ¡Marco y yo!
- Pero que dices Elena, si el pobre Marco no es capaz de atarse los zapatos sin que se lo mandes.

Las tres irrumpen a carcajadas con ese último comentario y siguen tomando tranquilamente la merienda mientras en la habitación del fondo se escuchan las voces de los tres niños. En esto se abre la puerta y Javi se dirige enfadado al comedor.

- ¡Mama! ¡Mama! Ángel y Andrés no paran de insultarme. Me dicen que soy tonto y que no se jugar.
- Bueno, ya estamos otra vez con problemas. Diles a tus primos que como vaya yo allí les voy a lavar la boca con jabón.
- Y dile a Andrés de mi parte. Que como no se porte bien le llevaré arrastras del pelo hacia la habitación. - Dice María mientras coge la cafetera.- ¿Queréis este poco o voy a preparar más?
- Haz un poco más. Que aun quedan pasteles y galletas. Nos vamos a poner como focas.
- Ya nos veo a dieta por culpa de la merienda de hoy. - Comenta Elena mientras hincha la barriga.
- Mujer, si tú estás muy bien. Aun no me explico cómo quedaste tan bien después del parto.
- ¿Tan bien? Pero si me quedé casi sin tetas. Si lo llego a saber le enchufo el biberón nada más salir.
- Pues no se de que os quejáis las dos. - Dice Teresa levantando la camiseta y enseñándoles el torso. - ¡Mirad esto! ¡Tengo barriga de cinco meses y los pechos descolgados pero no me arrepiento de nada!, lo que sí que me arrepiento es de no haberle cortado cierta cosa a Antonio. Javi es un cielo pero el capullo de su padre es un cretino que ni siquiera sirve para...
- ¿Que no sirve? - dicen Elena y María a un tiempo.
- Pues cuando quieras te lo cambio por Andresito. Si no fuera porque me apaño sola...
- ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Ya sabía yo que iba a ser un buen regalo de despedida de soltera.
- Así que fuiste tú.
- No, no fue ella. La idea fue mía. - Dice María sonrojándose.
- Pues por lo menos ahora sabéis que tiene utilidad.

Nuevamente escuchan gritos y llantos en la habitación de los niños y la puerta vuelve a abrirse.

- Esta vez es Ángel, Elena.
- ¡Mamaaaa!- suspira Ángel entre sollozos.- Andrés me ha pegado y dice que no puedo ir a jugar con ellos.
- ¡ANDRÉS!- Grita María por el pasillo. - ¡Cómo te vaya ahí te voy a arrancar todos los pelos de la cabeza!
- ¡Vale Mama! - se escucha tras la puerta.
- Vete ya a seguir jugando Ángel.- dice Elena dándole un beso en la mejilla.

Las tres se dirigen a la cocina a preparar más café y cierran la puerta para no escuchar el alboroto que siguen armando los niños en la habitación.

- Estos tres son increíbles. Ahora se pegan, ahora se adoran.
- Sí,- se ríe María mientras le da un cachete a Elena, - y nosotras éramos igual, ¿o ya no te acuerdas?
- ¡Eh!, ¡que eso me ha dolido!

Durante un rato las hermanas inician una pequeña refriega en la cocina que se salda con un vaso roto y unas cuantas nalgas coloradas.

- Estoy agotada. Ya no me acordaba de lo que es jugar. - Jadea María mientras se arregla la ropa.
- ¿Qué raro que no hayan vuelto los niños? ¿se habrán cansado de pelear también?
- Déjalos haber si se quedan dormidos. - exclama Teresa mientras se abrocha la camisa.
- No habrá suerte. ¿Haber quién viene ahora? - Pregunta María tras escuchar nuevamente un portazo.
- ¿Javi, pero de qué te has manchado? ¿qué es eso?
- ¡Mama, Andrés dice que ya no va a volver a decir palabrotas!
- ¿Andrés? ¿qué ha pasado Javi? - Pregunta María alterada.
- Nada, no quería dejar de decir palabrotas ni pegarnos y le castigamos. ¿Pregúntale a Ángel?

Las tres madres se giran hacia la puerta en la que se haya Ángel con la ropa toda manchada y las manos llenas de una masa informe.
- Pero ¿qué habéis hecho? - Suplica Elena.

Corriendo se dirige a la habitación y empieza a gritar entre sollozos. Al abrir la puerta, María y Teresa, se la encuentran abrazando a un Andrés cubierto en sangre que no para de llorar y de repetir que nunca volverá a decir palabrotas, pero que le devuelvan el pelo.

2 comentarios:

eclipse de luna dijo...

No me esperaba este fimal...
Un besito y una estrella.
Mar

Perséfone dijo...

Lahistoria se me hacía familiar... Hasta que llegó ese crudo final.

Qué fuerte.