viernes, 7 de noviembre de 2008

La Bella Durmiente

Despacio me acerco hacia ella. Sé que podría hacer todo el ruido que quisiera, que no se despertaría. Pero el verla ahí, indefensa y dormida, me impone mucho respeto. Con delicadeza la beso en la frente y me siento a su lado, esperando. Observo como su pecho sube y baja rítmicamente.

Me gustaría saber que está soñando ahora, si sabe que estoy aquí. Quisiera enseñarle las cosas que he aprendido a hacer desde que ella duerme. Yo creía que los personajes de cuentos no podrían cobrar vida, pero al verla sé, que si existe la bella durmiente, tiene que existir el príncipe.

Sé que yo no soy. La he besado muchas veces desde que quedó dormida y nunca abrió los ojos. También han venido muchos hombres a verla, pero tampoco. Nadie es un príncipe de verdad. Me sorprendo al darme cuenta de que la estoy peinando con el cepillo que había sobre la mesa. Quiero que esté lo más preciosa posible para cuando el príncipe la vea. Tal vez, el problema es que no la ven como yo la veo.

Es la mujer más hermosa que he conocido. La pena es que yo soy demasiado pequeño como para ser un príncipe. Si al menos fuera un enano podría ser un príncipe de los enanos. Nuevamente se abre la puerta.

- Me vienen a buscar, bella. – Le susurro. – Mañana volveré.

La pena es que Felipe esté casado. Le envié una carta diciéndole que la Bella Durmiente le estaba esperando para que viniera a darle un beso. Aun no me ha respondido pero mientras no lo haga seguiré viniendo a peinarla y tenerla lo más guapa. Cuando abra los ojos se va a alegrar de que yo estuviera a su lado todos los días.

Mis ojos se llenan de lágrimas cuando me separo de ella. Otra vez escucho el sonido que más odio, el de la puerta cerrándose tras de mí mientras ella queda sola en la habitación. La próxima semana cumpliré 9 años y mi deseo será que el príncipe encuentre el camino mientras pienso que, tal vez, lo mejor hubiera sido que me hubiera quedado como ella: Durmiendo feliz mientras espero.

Así no sabría lo que pasó. Así no tendría pesadillas todas las noches. No me levantaría entre gritos cada vez que me acuerdo del accidente. No recordaría cada palabra de lo que estaban diciendo cuando me cayó el yogurt en el asiento y grité. No vería como sus ojos se dirigen hacia mí mientras sigo gritando por ensuciar todo. No escucharía mis gritos cuando supe que chocaríamos contra aquel camión. No abriría los ojos tras el golpe. No tendría en mi mente la imagen grabada a fuego y sangre de mi padre decapitado, mientras mi madre permanece a su lado, transformada en una Bella Durmiente que jamás despertará… Pero sigo soñando para que algún día un beso consiga traerla de nuevo a mí, para poder pedirle perdón.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Un relato desgarrador sin duda.
Buf!
Un saludo paisa

Perséfone dijo...

Y tan desgarrador...

Aún así no dejade sorprenderme la inocencia de los críos.

Un abrazo.