lunes, 24 de noviembre de 2008

La Cita: 6º parte

La situación era sumamente tensa. Por mucho que intentaba calmarla no encontraba la forma. Todos mis intentos eran vanos, parecía que no existía nada para ella. Los primeros días la desesperación lleno su vida como un alud llena de nieve el valle. Esos días se volvieron eternos entre llamadas telefónicas y denuncias en todos los lugares que se le ocurrían. Las visitas al instituto para interrogar a sus compañeros resultaron infructuosas. Estaba totalmente enloquecida y era incapaz de razonar o de hablar con nadie, sólo sollozaba y se encerraba en sí misma.

En un afán de consolarla le había sugerido la idea de llamar a los medios de comunicación y eso pareció animarla. Esa noche me dejó hacerle el amor. Fue extraño pero la ausencia de su mente me gustó. Hizo que mi mente pudiera trabajar sola y me imaginé nuevamente con ella. Le hice todas las cosas que un hombre le puede hacer a una mujer y de todas las maneras posibles sin ninguna resistencia por su parte. Esa noche terminé extenuado pero comprendí que ya no había nada que me retuviese. Esa fue la última vez que yacimos juntos.

Dejé pasar los días y después de muchas declaraciones policiales y entrevistas con periodistas, a fin de cuentas había sido el último que la había visto con vida en la discoteca, apareció el cadáver. No pensaba que fuera a tardar tanto en aparecer, casi dos meses. En un primer momento nadie pensó que ese desecho humano pudiera ser Eva. El estado de deterioro al que lo había sometido las criaturas del mar, las rocas y el ácido, aunque esto sólo lo sabía yo, había sido brutal. El reconocimiento tuvo que ser por muestras de ADN y cuando obtuvimos el resultado positivo María se hundió definitivamente. Intentó velar los restos de su hija pero nadie se lo permitió.

Yo estaba tranquilo. Todas las investigaciones de la policía científica y de la forense resultaron nulas en resultados. Sólo supieron que Eva había sido asesinada antes de ser arrojada al mar pero nada más. El caso sería archivado por falta de pruebas y yo quedaría totalmente impune. Tal vez por esa impotencia María me dijo que me marchase y que la dejase sola. Pese a ser lo que yo quería insistí en acompañarla en esos momentos pero ella se negó y la dejé con su dolor.

Como María me dijo que se encargaría de recoger todas mis cosas y que me las enviaría a mi antigua dirección, aproveché para irme de viaje un par de meses. Ya había transcurrido más de medio año del “accidente” de Eva y necesitaba cambiar de aires.

1 comentario:

eclipse de luna dijo...

Que fuerte..como se es feliz sin conciencia..
Un besito y una estrella.
Mar