miércoles, 5 de noviembre de 2008

La Otra

Todas las horas son iguales para mí. Desde mi existencia no he conseguido estar tranquila ni un sólo instante. No tengo tranquilidad ni más compañía que la tristeza que me sigue allí donde vaya. Miedos, temores, secretos acallados para siempre, amantes separados, enemigos y amigos, almas que no llegaron a ver la luz del sol o las que vieron muchos inviernos, reyes triunfantes y pobres esclavizados,... eras enteras transcurrieron bajo mi yugo y muchas otras que partirán al mismo sitio del olvido.

Siempre espero a ese último instante en el que los ojos me ven buscando una salida. Me bebo su terror y me alimento de su miedo. Implacable camino por el mundo intentado descansar pero no lo consigo. No creo que nunca pueda detenerme un segundo para ver como la rosa atraviesa la tierra triunfante y proclama su existencia. No creo que llegue a ver como florece y como inunda el jardín con su efímero perfume. Ni siquiera creo que pueda disfrutar del momento en el que el cielo vibra al marcharse el sol, o cómo las gotas de lluvia crean una melodía de vida en su suicidio. Quisiera poder ver los ojos del amor y ser correspondido, y estremecerme al sentir su piel. O simplemente ser el roble que guarda en su seno las memorias de cada ser que habitó en él, y que soñó con estar bajo su abrigo.

No quiero seguir caminando ni trabajar pero no me queda más remedio. Así fue desde el principio y seguirá siendo hasta el final. El infinito es mi manto y eso me permite observar los momentos previos a mi trabajo. Intentar deleitarme con los pensamientos que desaparecerán y caerán en el olvido. Y esta noche es ella.

Su nombre no importa, nunca importan los nombres sólo los pensamientos. Me introduzco en sus ilusiones y noto su alegría. La felicidad que desborda por haber conseguido lo que quería en su vida. Veo a su amante y cómo yacen juntos cada noche. Lo siento en cada poro y lo vuelvo a ver en sus sueños. Los sacrificios que pasó hasta llegar a este momento y todas las cosas que dejó atrás. El sufrimiento y el dolor, el miedo, los rencores perdonados,... cada suspiro de su existencia está ahora en mí. Hasta el corazón que empieza a formarse en su vientre es mío.

Disfruto con cada fracción de tiempo que queda y entonces hago mi trabajo. Con mis garras arranco sus almas dejando tras de sí un cascarón vacío. Le hago mirarme a los ojos y empieza a comprender, pero cuando mira en mi otra mano ve lo que guardaba en su interior y grita. Gritará eternamente pero nadie podrá oírla ya. Hundo mis colmillos sobre su espectro y empiezo a devorarla saboreando su delicadeza e intentando que nada se me escape esta vez. No quiero que pueda seguir vagando como muchos espectros. Esos es lo que son los pequeños bocados que no llegué a terminar. Deseo que esta vez todo su ser pase a formar parte de la inmensidad y que sólo yo posea el recuerdo. Cuando acabe iré a por él. No me gusta separar a las familias, aunque a veces es inevitable. Hay gente a la que la muerte aun no le alcanzó. Aunque no importa mucho unos días o unos años cuando se vive en la eternidad.

1 comentario:

Perséfone dijo...

Acabo de acordarme leyendo ste relato de un amigo que hace poco perdió a su novia en un accidente de tráfico.

También esperaban un bebe.

Esta histria bien pudiera haber sido la suya...