miércoles, 31 de diciembre de 2008

Lagrimas IV

Aquella fue la primera de las muchas veces que estuvimos juntos. Todos mis sueños se estaban haciendo realidad. Aun me estremezco al recordar ese primer día. La primera vez que nuestros cuerpos se vieron, se desearon y se unieron. A partir de ese momento nuestros mundos parecieron explotar para crear un nuevo universo en el que los dos éramos el eje. Cada vez que me alejaba de él, aunque fuera para ir al trabajo, notaba como el corazón protestaba y a él le pasaba lo mismo. Constantemente estábamos mandándonos mensajes contándonos lo que nos haríamos cuando nos viésemos. No podíamos estar alejados.

Ese tiempo con él fue un regalo que disfruté plenamente. No quería que nada cambiase. Deseaba que cada segundo que estábamos juntos fuera eterno o que el mundo desapareciera en ese instante para que nada pudiera alterar mis sentimientos por él. Pero los sueños siempre acaban desapareciendo dando paso a la realidad, tal vez por eso los sueños sólo pueden existir en el rincón que crea nuestra mente.

Desde hacía unos días que las cosas no seguían un cauce normal. Su actitud frente a mí había cambiado. No es que fuera en algo obvio, eran pequeños detalles. La frecuencia de sus llamadas había descendido vertiginosamente y los roces casuales empezaron a ser eso, casuales. Hasta en la cama parecía menos animado. No es que no fuera bien, iba muy bien pero era algo en sus ojos que me hizo sospechar que la bola de nieve había empezado a girar. Intenté hablar en un par de ocasiones pero infructuosamente. No sabía que hacer para que esto no acabara pero parecía que el fin de la relación como la conocía era inevitable.

Esta mañana sucedió algo que de no ser por mis sospechas no tendría importancia. Se marchó de casa sin besarme y de una forma apurada, y en toda la mañana no fui capaz de ponerme en contacto con él. Un simple mensaje en el móvil me informaba que iríamos a comer fuera y nada más. Mi corazón se iba encogiendo según se acercaba la hora. No estaba dispuesta a que todo desapareciera sin más, sin luchar por él y por mí.

No hay comentarios: