
Hasta nuestra vida sexual ha notado esa mejoría. La rutina y el aburrimiento hacían que hasta me diera asco el que me tocase. Ahora deseo que acabe pronto la semana para que él vuelva y me posea una y otra vez. Parece que hemos vuelto a la adolescencia. Me vuelve a besar como me besaba antes y me hace estremecer con cada caricia furtiva. Buscamos cada instante a solas para tocarnos y los escarceos en cualquier sitio me apetecen. El otro día no le dejé escapar del ascensor sin que me penetrase, apenas lo hizo y me sentí marchar a ese lugar que sólo conoce la gente que vivió plenamente un éxtasis igual.
Como cada lunes él me llamará para que desayunemos juntos mientras espero en la cama aun caliente e impregnada de su olor y de sus fluidos. Luego irá a darle un beso a nuestros dos hijos y volverá a besarme con pasión nuevamente. Luego cogerá su equipaje y volveré a contar los minutos que faltan hasta que vuelva a verle. ¡Le quiero tanto!
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Otra semana más de luna de miel, otra semana más a su lado. Esta semana tenemos bastante trabajo y esas horas que estamos juntos las tenemos que aprovechar al máximo. Para no perder tiempo yo ya he ido buscando todos los catálogos de las cosas que me gustan para que él me dé su opinión. La habitación del niño ya está lista y pintada y sólo nos queda comprar los muebles y la cuna. Cuando le dije a mi madre que iba a tener un hijo ella casi se muere del susto, yo, que era de esas que nunca tendrían hijos. Claro que de aquella yo no le había conocido a él.
Aun me acuerdo de la primera vez que observé esa sonrisa tan maravillosa que me hizo sentir el centro del universo. Las palabras que me dijo a continuación ya no tenían sentido, estaba enamorada y sabía que mi vida no tendría ningún sentido fuera de su lado. A los pocos meses estábamos casados y el bebé tampoco se hizo esperar demasiado, en dos meses cumpliremos nuestro tercer aniversario y si las cuentas van bien por esas fechas nacerá nuestro hijo. Todo nos sale como en un cuento de hadas, sólo tengo una pega, su trabajo. No debieran de permitir esos trabajos en los que los maridos abandonan su hogar más de unas horas. Odio los lunes con todas mis fuerzas, aunque no todos, sólo los de las semanas impares. Deseo que nunca lleguen porque sé que él se irá. Cada vez que sucede me digo que es por su trabajo y que todo irá bien, que no son más que siete días y que cada día él me llamará dos veces, las que le permiten en la empresa. Y como cada lunes que eso sucede estoy feliz pero cuando él se vaya lloraré por no tenerlo a mi lado. ¡Le quiero tanto!
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..... Y mientras él, y como cada semana, continuará con su mundo de mentiras mientras piensa en lo afortunado que es teniendo a dos mujeres que lo adoran.
2 comentarios:
wauuuu...q xoff me has dejado al leer las últimas frases...vaya tela.
un beso
Llevo pasando algunos días por tu blog sin dejar ninguna palabra... pero hoy me apetece pararme un poco más...
Decirte que me encanta y me sorprende la facilidad que tienes para hacer llegar cada una de tus historias, por momentos parecía que era yo la chica que lavaba los platos (a pesar de no haberme pasado nunca nada parecido), luego decirte que todas tus historias al final me acaban sorprendiendo y esta no iba a ser menos...
Uf.. si es que a veces la vida es tan dura... pero a veces la realidad supera la ficción (no sé si esto es verdad o ficción, desde luego espero que sea ficción... demasiado doloroso para que sea verdad...)
Un saludo y con tu permiso te enlazo.
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