Les faltaba menos de dos meses para casarse cuando todo sucedió. Una noche escuchamos los gritos de Javier y salimos casi todos a la plaza. Tenía el cuerpo de María inerte entre sus brazos. Al principio creímos que estaba muerta pero luego comprobamos que aun respiraba. Javier no paraba de repetir que ellos se la habían llevado. ¿Qué quién se la llevó? Bueno, para eso hay que llegar al final. Esa noche no conseguimos arrancar de él más que esas palabras. Cuando el médico salió de casa de María nos comentó que era algo que nunca había visto. Físicamente estaba perfecta pero tendrían que llevársela a la capital para hacerle pruebas.
Las dos familias estaban destrozadas y los demás sólo podíamos suponer conjeturas. Ya sabes que el los pueblos las verdades no van muy lejos pero las mentiras recorren todas las distancias. Hubo quién dijo que él la había pegado porque descubrió que ella le engañaba, otros dijeron que fueron las drogas o que si ella abortó y se quedó así. Paparruchas, nadie que los hubiese conocido podría afirmar esas sandeces. Otros dijeron que le habían echado el mal de ojo, no es que no crea en él pero, ¿quién sería capaz de hacerle daño a esos chicos? Creo que la única persona que llegó a enterarse de algo fue el párroco. El párroco y yo.
Por entonces yo trabajaba en la iglesia. No es que hiciera gran cosa pero tampoco me faltaba el trabajo. Entre arreglar las jardineras, limpiar el suelo y los altares, acondicionar la sacristía y ayudar en el cementerio el trabajo no faltaba. Normalmente yo aprovechaba los descansos entre misas o cuando la iglesia estaba con menos gente para limpiar por dentro. En todos los años que trabajé allí nunca me enteré de nada de lo que la gente le comentaba al párroco en el confesionario, yo no era de esas personas deseosas por saber los pecados de los demás, bastante tenía con mis propios problemas. Más cuando escuché la voz de Javier gritando en el confesionario me acerqué y espié por primera y última vez.

Acto seguido Javier salió de la iglesia corriendo y no lo volvimos a ver más. Yo estaba deseoso de preguntarle al párroco por esa confesión pero eso sería como el reconocer mi pecado. Hoy en día los jóvenes no creéis en nada pero todas las leyendas guardan en su interior la verdad. Precisamente el poder de ellas reside en que hoy nadie cree en ellas.
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