martes, 9 de diciembre de 2008

Mi lugar

La superficie vuelve a ondular. Ahora son cada vez más espaciadas y ya no suspira. Al caer otra se da cuenta de las maravillosas ondas que crean sobre el agua sus lágrimas. Siempre consideró que el mejor lugar para poder desahogarse era un buen baño. Nunca permitía que sus sentimientos aflorasen en público y tampoco le gustaba llorar en el dormitorio. No está bien llevar las penas a la cama, siempre te levantarías entristecida por haber dormido sobre la pena. Su lugar es la bañera.

Lo descubrió hace años, después de que sus padres la hubieran reprendido por haber estado con un chico. Ella no había hecho nada malo, sólo había cometido el error de comentárselo a su padre. No llegó a pegarle pero las palabras que le dijo fueron peores que cualquier tortazo. Antes de la discusión ya había preparado una bañera muy caliente para relajarse después de las emociones de ese día y cuando se metió en el agua caliente todo el rencor y el resentimiento que tenía dentro empezó a manar. Se sentó con medio cuerpo sumergido y apoyándose las manos sobre la cara y dejó que todo fluyera. La sensación del vapor sobre la cara y del calor en el cuerpo le hizo perder la conciencia de cuanto tiempo llevaba llorando, pero cuando acabó el agua empezaba a estar tibia. Volvió a abrir el grifo del agua caliente y se sumergió completamente. El ruido del agua llenando la bañera zumbaba en sus oídos. Los sonidos se amplificaron bajo el agua mientras aguantaba la respiración. Por un momento pensó en quedarse ahí pero se dio cuenta que ya no estaba triste. Esa fue también su primera vez.

Desde aquel día volvió a haber muchos más. Había encontrado su refugio y su descarga para los sentimientos. Aunque hacía ya años que no lo había vuelto a usar de esa forma. No había tenido motivos y nada le había hecho sentirse de esa forma y con tantas ganas de llorar, hasta hoy.

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