jueves, 22 de enero de 2009

Feliz: 3ª parte

Hoy ha estado con él. Emana tanta felicidad por sus poros que me duele. Cruza la oficina saludando a todo el mundo. Se sienta a mi lado y me susurra que ya me contará después que ha pasado mientras me guiña un ojo. Yo me hundo en la pantalla del ordenador intentando que el tiempo pase lo más rápido posible.

Días como hoy agradezco que el trabajo no de ni un segundo de descanso. Las llamadas continuas de clientes a duras penas nos permiten parar para estirarnos o pensar. Pese a todo ella no para de canturrear, la odio,… lo odio,… los odio.

Ya sé que ella nunca se ha fijado en mí y que yo no soy más que una compañera que se sienta a su lado. Una amiga que la escucha, que ha limpiado sus lágrimas, que se ha reído con sus anécdotas: una amiga perfecta. Pero no quiero serlo. Yo quería que ella alguna vez se diera cuenta de que yo quiero algo más que unas risas. Quiero sentir sus brazos en torno a mi cuerpo. Quiero…

No aguanto más. Me levanto y le digo que atienda el teléfono por mí un rato. Manteniendo la compostura me dirijo al baño y tras asegurarme de que estoy sola lloro. Las lágrimas salen de dentro de mí, salen de un corazón que jamás sabrá que es estar a su lado. Cada vez que pienso en ella me lo imagino con él y lloro con más fuerza. Ella lo adora, lo quiere… y ni siquiera sabe lo que yo siento.

Quisiera morirme en ese instante pero suspiro con fuerza, salgo a lavarme la cara y retocar el maquillaje. Compruebo que todo está perfecto y vuelvo hacia mi puesto. Mientras camino por el pasillo la veo tan feliz que me consuelo al pensar que ella al menos puede disfrutar.

Me siento y respiro su perfume. Hay días en que una no quisiera que la gente estuviera enamorada, pienso mientras sigo trabajando.

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