lunes, 9 de febrero de 2009

El examen

La noche es el momento perfecto para estudiar. El silencio hace que las distracciones sean menores. La tranquilidad y la calma se adueñan de la ciudad. Si me concentro un poco puedo escuchar el ritmo intermitente de las respiraciones que hay en casa. Está claro que el único momento para conseguir encontrar la paz en una casa con gente es por la noche.

En el comedor enciendo la suave luz de la lámpara y preparo todo para dar el último repaso antes del examen. Todo el año preparando este momento y por fin en unas horas habrá acabado todo. Sé que es injusto jugárselo todo a una carta pero es como está establecido. Me hubiera gustado más que no existieran los exámenes y que para encontrar trabajo valoraran otras cosas como la capacitación profesional, el rendimiento y la actitud para aprender y prosperar. Si para entrar en la administración te juzgaran por el rendimiento laboral en tres meses en vez de por un examen el estado realmente funcionaría y no habría tantos incompetentes que sí han aprobado un examen y no han hecho nada más en su vida.

¡Qué poco me gustan los exámenes! Me he pasado toda la vida con el terror al folio en blanco. Por muy bien que me supiese una asignatura siempre me pasaba lo mismo. La mente se me ponía en blanco y me bloqueaba totalmente. He tenido que hacer muchas recuperaciones por culpa de ese miedo pese a ser de los que mejor tenían preparadas las materias. Pese a mi gran poder de concentración no era capaz de vencer ese miedo. Hoy en día me pasa algo parecido pero mi facilidad para distraerme ha ido en aumento. Hasta ese leve rechinar de los muelles de los colchones que estoy escuchando me molesta. Sé que tengo todo preparado y que lo único que estoy haciendo a estas horas es perder las necesarias horas de sueño pero mi nerviosismo no me permitía dormir más. Pese a estar fomentando mi inseguridad necesito leer todo una vez más.

Mi madre siempre me dijo que era un estudiante trabajador y un fracaso como trabajador. Con esta oposición voy a hacer que las cosas cambien. No es que me moleste estar en casa de mis padres con 30 años pero ya no soporto más la presión a la que me someten tanto ellos como mi hermana. La perfecta hermana con la vida perfecta y el matrimonio perfecto, hasta que su marido decidió buscar otra mujer más joven y perfecta. Mucho me reí cuando ella volvió a casa lamentando que su marido le había abandonado por una niña de 19 años. No es que me alegre de sus desgracias pero es que nunca dejaron de reprocharme sus éxitos pese a ser una alumna mediocre. Ella siempre consiguió todo y eso me remordía por dentro. Yo estaba mucho más preparado y eso nadie lo entendía.

Siempre he tenido mala suerte en esta vida. Nunca me he encontrado unos jefes que me valorasen por lo que era. Normalmente eran unos incompetentes iletrados incapaces de llevar una conversación sin repetir más de dos veces una palabra. El último trabajo fue la gota que colmó el vaso para mi paciencia. Tenía que hacer llamadas estúpidas a personas estúpidas que estaban en sus casas para venderles cosas estúpidas que no necesitaban. Sé que no me despidieron por mi rendimiento, yo era el mejor vendedor de su estúpida plantilla, pero alegaron que tenían multitud de quejas por los clientes por la forma en que los trataba. Todo eso me lo olvidaré mañana. A estas horas estaré celebrando mi ingreso como funcionario.

Es increíble lo fuerte que suena la respiración de mis padres. Ese ruido repugnante se me mete en la cabeza y me atormenta. No puedo concentrarme. Está claro que hoy todos se han puesto en contra para que no mejore. No se percatan que si apruebo me iré y les dejaré en paz con sus miserias. Y mi hermana no para de carraspear, ya le había avisado que no podía ir por la calle casi sin ropa. Lo hizo porque sabía que yo iba a estudiar y así no podría concentrarme. Los odio, los odio a todos, creo que voy a tener que silenciarlos...


Ahora todo está mejor. Todo en silencio. Sólo se enteró la desgraciada de mi madre pero duró poco. Me gusta la tranquilidad que hay en casa, aunque ahora escucho a la vecina de arriba alterada como llama por teléfono. Y a otros vecinos abrir las puertas y salir al pasillo. Está claro que no quieren que vaya a hacer el examen mañana. Voy a tener que convencerles a todos que me dejen en paz. Necesito calma.

1 comentario:

eclipse de luna dijo...

Hacia tiempo que no me pasaba pero no has perdido ni un ápice tu manera de enganchar con los relatos...buenisimo, me encanto este aunque un poco macabro.
Un besito y una estrella.
Mar