sábado, 11 de julio de 2009

El médico: 8ª parte

Pasos. Gritos. Carreras por la calle. En un principio creía que seguía dormido pero a mi pesar no fue así. Con fuerza empezaron a golpear la puerta de la habitación y desperezándome me puse una bata encima del pijama y me encaminé dispuesto a atender una urgencia. Yo era lo más parecido a un servicio de urgencias para los vecinos de Whitechapel.

- Endora… han matado a Endora. – Fue todo lo que pudo articular Lynda antes de salir corriendo escaleras abajo.
- Pero, ¿qué puedo hacer yo? – pregunté en voz alta.

Sin saber que hacer me vestí rápidamente y me dispuse a ir al encuentro de todas. Todas las chicas estaban llorando cuando llegué al recibidor. Pese a ser una mujer especial, Clarice se había grajeado el respeto de casi todas con sus muestras de afecto y apoyo. Este era un duro golpe. Luego me enteré que Clarice también había influido en Annie lo suficiente como para que fuera una más.

Tras cerrar el local nos dirigimos hacía la casa donde solía trabajar Endora. En la calle se había congregado una gran multitud ávida de noticias. En cuanto vi al Sr. Lusk le dije que intentase que todos se apartasen.

- ¿Qué ha pasado George? – Le pregunté esperando que él me dijese que no estaba tan mal.
- ¡Ah, Dr. Johnson! Es usted. Puede pasar pero no creo que pueda hacer nada por ella, la han matado.

El George Lusk, o Sr. Lusk como prefería ser conocido había sido nombrado recientemente presidente del comité de vigilancia y estaba inaugurando el cargo de la peor manera posible. Con ayuda de una docena de hombres intentaban mantener la zona lo suficientemente libre para cuando llegasen las fuerzas del orden. En tal situación el verme a mí pareció avivar su decisión de mantener la zona lo más despejada posible.

- ¡Qué no pase nadie mientras subimos el doctor y yo! – dijo a uno de sus subalternos. – Venga por acá, está en su habitación.

Yo sólo pude limitarme a mirar como Annie quedaba atrás protestando mientras era arrastrado a la escena del crimen. Mientras subíamos las escaleras me refirió una multitud de conjeturas sobre el culpable del asesinato, como si yo pudiera hacer algo al respecto. Yo sólo me limitaba a recordar la cara de esa mujer mientras me preparaba a lo que iba a descubrir.

- ¡Aquí es! – me dijo abriendo la puerta y dándome paso hacia el horror.

En cuanto se apartó pude ver una escena dantesca. Toda la habitación estaba salpicada de sangre y en una esquina una gran mancha bañaba el cuerpo tapado con una sábana de Clarice. Sin llegar a entrar me limité a observar la escena para quedarme con el mayor número de detalles en mi retina.

La habitación había sido revuelta, pero ningún cajón se hallaba volcado lo que indicaba que se había defendido. La cantidad de gotas sanguinolentas que había por las paredes me decían que el agresor le había apuñalado varias veces y que había seccionado alguna arteria, de ahí la altura que había alcanzado la sangre. La zona de la entrada apenas se había ensuciado, salvo por unas huellas que tenían distintos trayectos. Dos pares distintos provenían del cadáver, seguramente unas serían de nuestro amigo el Sr Lusk, las otras podrían ser del asesino. Inteligente, muy inteligente, antes de bajar las escaleras se limpió concienzudamente los pies en el felpudo.

1 comentario:

José Luis López Recio dijo...

Me encanta el dinamismo que das a tu narrativa, es estupendo.
La historia la llevas de un modo magistral.
Saludos