lunes, 27 de abril de 2009

El jugador: Día 3

Hoy estoy cansado. Quiero terminar la partida de una vez por todas. La única cosa que ansío es en llegar al final. La misión de hoy es la de acabar con una sección completa de espías y no hace falta que sea de una forma silenciosa. No me veo yendo a casa de cada uno para liquidarlo antes de llegar al trabajo, sería ridículo y las autoridades me descubriría enseguida, sobretodo ahora que las noticias de las dos muertes son públicas.

Para esta misión dispongo de un fabuloso SVD, cuatro cajas de 7N14 de 50 balas, cinco cargadores de 10 balas cada uno, una mira telescópica estándar PSO-1 4×24 que incluye una retícula operada por batería y un filtro infrarrojo pasivo y un silenciador y un trípode para un perfecto apoyo y absorción del retroceso, es decir, una auténtica joya del ejército ruso.

Al tener que exterminar a mucha gente necesito buscar con cuidado la posición desde la que tengo que realizar la misión. La distancia no es que sea muy importante, ya que con este rifle tendría un alcance de gran precisión con 600 m. pero hasta 1000 m. me podría permitir alejarme. La hora también es fácil de seleccionar, a la salida del café. Todos saldrán distraídos y haciendo mucho ruido con lo que podría disfrutar de unos minutos vitales.

Cojo la maleta que está debajo de la cama con el arma y me dirijo a un hostal situado frente a las oficinas, a unos 500 m. Reservo la habitación de la última planta después de haber preguntado si había alguien en esa planta. Un miércoles a las 11 el hotel está vacío. Subo lentamente y sigo deleitándome con cada detalle. En el botones que me acompaña se le notan hasta las cicatrices de un acné juvenil y las pequeñas manchas de desaliño. La moqueta de la habitación está descolorida y tiene pequeñas manchas de antiguos visitantes. Me gustaría hablar con los diseñadores gráficos para ver como obtuvieron tantos datos.

Una vez que el botones se marcha abro la maleta encima de una cama con una colcha pasada de moda y procedo a montar mi herramienta. Una vez dispuesta la sitúo a un metro de la ventana, una ventana que previamente he entreabierto lo suficiente como para poder apuntar y disparar sin que me vean. Atento a los detalles enciendo la televisión con el fin de poder acallar los ruidos que el arma pueda realizar.

Con calma procedo a rellenar los cargadores mientras espero a las 12 de la mañana.

Cuando faltan cinco minutos realizo una prueba. Apunto a una paloma situada sobre el alfeizar del edificio. El animal deambula de un lado a otro de la mirilla y es perfecto para observar si realmente tengo anonimato. Respiro profundamente y aprieto. Una multitud de plumas se esparcen al explotar el animal. Si alguien estuviera en mi misma habitación apenas percibiría un sordo disparo.

Una sonrisa se vislumbra en mi boca. Dirijo la mira hacia la ventana del director técnico. Cuando llega la hora de bajar al café él siempre se queda sólo realizando una llamada a su amante después de asegurarse que nadie le puede oír. Le veo descolgar el teléfono y antes de que sus dedos acaricien el teclado un torrente de sangre sale despedido de su pecho después de que la bala le atraviese. Veo como en la pared aparece un pequeño agujero.

Desciendo un par de pisos más y me muevo hacia la izquierda. Ahí está la joya de la empresa, un probador de los juegos asiáticos y especialista en hentais masturbándose delante de la pantalla de su ordenador. Es increíble el aumento de la mira, hasta podría describir con todo detalle lo que están haciendo las japonesitas que tanto le atraen. Levanta la vista al techo y disparo. Creo que cuando la bala le atraviesa el cráneo de lado a lado se estaba corriendo.

Ahora el tiempo apremia. La mayoría de los empleados están ya en la calle. Me fijo en un grupo que gira hacia el garaje, son 6 compañeros que dialogan animosamente mientras uno saca del bolsillo una pequeña bolsita blanca. Van hacia una zona apartada y lo esparcen poco a poco sobre el capó de un coche. Con cuidado preparan su dosis antiestrés. Respiro y espero a que el último alce la cabeza mientras repite el gesto de frotarse la nariz que hicieron sus compañeros previamente y disparo 6 tiros sucesivos. El primero se introduce por un ojo que nunca más volverá a ver, la segunda atraviesa la garganta del que se empieza a reír al ver caer a su compañero, la tercera abre un agujero en la frente de uno que acertó con la dirección del disparo, la cuarta destroza la columna de la chica que se agachó intentando esconderse y la última hace girar por los aires al que se marchaba corriendo.

Cambio con calma el cargador y busco. Al parecer dos han visto caer al último y se dirigen corriendo al garaje. El que va detrás es el primero en caer con los brazos extendidos como si quisiera volar. El segundo corredor, al escuchar el golpe de su compañero en el suelo se para, sabe que va a morir y me busca. Dejo que se gire y observo su cara de terror, veo como de sus ojos caen lágrimas, le veo taparse la cara y destrozo su corazón.

Nuevamente apunto a la entrada y me fijo en los que están animosamente hablando mientras queman sus pulmones. Odio el tabaco. Me preparo para 5 tiros rápidos. Una cabeza destrozada, un pulmón perforado y un corazón destruido hacen que los otros dos consigan huir aunque consigo alcanzar a uno en un pié. Sin oírle escucho sus gritos de miedo y veo como alza la mano pidiendo ayuda. Apunto hacia la oscuridad a la que mira y cuando observo una sombra disparo nuevamente. Sus manos cubren su cabeza cuando ve caer a quién le dejaba sus pitillos y me aseguro que nunca más vuelva a fumar esparciendo sus sesos y parte de su rostro por el suelo.

Se acabó la sorpresa, la calle es un hervidero de gente corriendo. Ya no elijo sólo dejo que la mira se mueva y tan pronto como veo un objetivo disparo. Mujeres, hombres caen indiscriminadamente tiñendo la calle de color. Miro hacia las ventanas y veo a los curiosos, esas personas que siempre aparecen y nunca hacen nada. Como patos en una feria empiezo a destrozar las cabezas que se asoman a cotillear en la desgracia ajena.

Cuando escucho un nuevo clic en falso procedo a recargar el arma instintivamente. Ahora los gritos se escuchan pese a la televisión. Al tirar la segunda caja vacía al suelo me duele el dedo de disparar, aun así vuelvo a mirar por mi ventana de muerte. Por fin la policía hace acto de presencia, menos mal, ya no quedaban más victimas a quién apuntar. El primero a duras penas puede salir del coche cuando se desploma herido mortalmente. Disparo, disparo, disparo…. me embriago con cada caída, gozo con cada vida destrozada. Ya no se trata de matar a los objetivos, todos son objetivos.

Ya han pasado dos horas, sólo me queda munición para 3 cargadores más y las fuerzas especiales han entrado en escena. Veo como pequeñas cabecitas se alzan sobre uno de los edificios y con calma me preparo y espero. Veo como su mira telescópica me busca justo antes de explotar atravesando su masa encefálica con mi bala, pero ha sido una mala idea. Escucho un disparo a mi alrededor, me han localizado.

Esto se ha transformado en una caza contrarreloj. Ansioso busco más objetivos y localizo uno en la zona donde abatí a mi primera víctima mirando hacia mi posición con su rifle. Nuestros disparos se cruzan en el aire pero es el mío en que alcanza su objetivo mortal. ¡Argh! Una bala alcanza mi brazo, ¡será cerdo! Me separo de la ventana cogiendo mi fusil y escucho pasos en el pasillo. Se detienen frente a la puerta. Tengo que sorprenderlos antes que ellos hagan nada. Me acerco a la puerta y disparo una ráfaga. Cuando la abro tres cuerpos yacen en el suelo. Suspiro mientras pienso en las pocas balas que me quedan y uso mi penúltimo cargador. Un cling me avisa del ascensor y me giro antes de que la puerta se abra. Una nueva ráfaga barre con los cinco soldados que iban a entrar. 10 balas nada más y no voy a poder escapar.

Me dirijo a las escaleras con el arma al hombro. Si estuviera más tranquilo me agacharía y tomaría prestado uno de los rifles de asalto que hay en el suelo, pero eso sería profanar la misión. ¡Uhm! Calor en mi pierna. A través de la ventana de las escaleras me han vuelto a alcanzar. Me aparto de las cristaleras y llego a la planta de abajo. No hay nadie, despacio me dirijo hacia la recepción cuando escucho abrirse una puerta. Disparo sin mirar y veo como el cuerpo de un muñeco sale despedido por los aires. ¡Noooo! Gritan tras de él y vuelvo a disparar. La mujer cae al lado de lo que creía un muñeco, su hija pequeña.

Me doy cuenta de lo que acabo de hacer. Como un interruptor mi mente se enciende. El juego ya no existe sólo el miedo a lo que acabo de hacer. Caigo de rodillas sobre el suelo mirando los ojos vidriosos de la niña. Quiero gritar y todas las caras de mis compañeros me aparecen, mi antigua pareja, su novia... los desconocidos que veía cada día. El estrés, mirando a mi fusil de colección apoyo el cañón bajo mi mandíbula. Otra vez escucho pasos por las escaleras y disparo.

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