lunes, 29 de diciembre de 2008

Cariño

Le quiero. Es el amor de mi vida. Cada día me repito estas palabras como un mantra.

Sobre la cama aun siento el olor de su cuerpo. Mantengo los ojos cerrados y aspiro embriagándome de él. Disfruto de estos minutos de silencio y tranquilidad. Poco a poco me levanto y me dirijo hacia el baño. Dejo caer el camisón en el suelo y me introduzco en la ducha.

Abro el grifo y ese primer chorro fría me dice que estoy viva. El agua se va calentando lentamente y mi cuerpo lo agradece. Al cabo de 10 minutos ya estoy totalmente limpia pero sigo en la ducha 15 minutos más mientras recuerdo sus ojos. Le quiero y no me imagino mi vida sin él.

Cierro el grifo y dejo que el agua resbale por mi piel. El agua resbala por mi cara, por mis ojos... Agarro la toalla y antes de secarme la acerco a mi cara y la huelo mientras me seco despacio, explorándome. Una vez acabo recojo el camisón sucio del suelo y marcho desnuda a la habitación con la toalla envuelta en mi cabeza.

Me visto pensando en él, en qué le gustará más. Quiero que cuando llegue esté todo perfecto. Saco las sábanas de la cama y las llevo también a lavar. Antes de salir de la habitación me agacho a recoger un trozo de tela roto del suelo y camino hacia la cocina.

Veo la taza que usó para desayunar en la mesa de la cocina junto con la mermelada y las rebanadas de pan. Nunca se acuerda de guardar las cosas pero él es así, tiene muchas preocupaciones en la cabeza. Abro el saco de la basura y tiro lo que en su momento fue una prenda de ropa, dejo en la lavadora las sábanas, el camisón y la toalla y tras poner un programa largo aprieto el botón y suspiro. Le quiero más que a mi vida.

Tras tomar un pequeño desayuno me dispongo a limpiar la casa y recoger las cosas que están tiradas. Todos los días se rompe algo, eso es inevitable. Sólo es dinero, me digo cuando recojo los restos de una figura de porcelana. Él tampoco sabía que esa figura había sido un regalo de mi abuela ni que era importante para mí. Él siempre está muy ocupado para pensar en esas cosas.

Al cabo de unas horas la casa vuelve a estar limpia y todo en su sitio. Hoy no voy a bajar a hacer la compra, la gente siempre se mete en lo que no le importa y hace preguntas. Vuelvo a la cocina y tras mirar lo que hay en la nevera empiezo a hacer la comida.

Un gazpacho fresquito siempre le encantó y de segundo le haré una paella, tengo algo de marisco y sé que le gustará comerlo. Hoy me dirá que todo está rico pero quiero que así sea. Le quiero con todas mis fuerzas.

Cuando se acerca la hora de que llegue empiezo a estar inquieta. Reviso todo para que no haya ningún error. La mesa está puesta, el gazpacho enfriando, la paella en su punto... voy por la casa asegurándome que no haya nada fuera de lugar mientras me froto las manos. Él es un perfeccionista y por eso le quiero.

Por fin escucho como la llave se introduce en la cerradura y mi corazón se agita. Voy a recibirle y me miro en el espejo. Su sonrisa es perfecta y me mira con señal de aprobación. Parece que he acertado esta vez. Con suavidad me da un beso en la boca y pese al dolor se lo devuelvo. Me encanta como besa y también lo quiero por eso.

Mientras va al baño a asearse saco el gazpacho y lo sirvo. Me aseguro de que el arroz está aun en su punto, perfecto. Escucho los ruidos que hace y cuando lo siento andar hacia el comedor voy hacia allí con el primer plato. Él ya se ha sentado y me mira como le traigo la comida. Esa mirada siempre me puso nerviosa y me hace estremecer.

Tras servirle me siento. Él está encantado con ese primer plato y observo como lo prueba. Un suspiro de placer sale de su boca y yo empiezo a comer también. Me mira mientras intento sorber pero acabo usando la cuchara para que no se extrañe de nada. Bien, me encuentro bien. Yo también te quiero.

Tras recoger las tazas voy a la cocina a por el segundo plato. La paella huele de maravilla y está en su punto. La sirvo lentamente para que la presentación sea perfecta. Va a estar muy feliz. Cuando llego al comedor él ya se ha bebido un par de vasos de vino, odia esperar a que le sirvan.

Sus ojos vuelven a iluminarse cuando ve la paella. Siempre ha sido su plato preferido. Entonces empieza a mirar alrededor buscando algo mientras yo me vuelvo a sentar. ¡El pan!, ¡me olvidé del pan! Me levanto intentando disculparme mientras le digo que hay pan de molde, pero a él no le gusta ese pan. Me ofrezco a ir a buscar el pan abajo pero ya no lo quiere.

Coge el plato y lo arroja al suelo mientras yo lloro pidiéndole disculpas. No me quiere oír llorar y se levanta. Yo intento volver a la cocina pero sus manos se cierran en mis cabellos. Siento como mi cuerpo deja de responderme mientras me lanza contra el suelo. Un suelo que tantas veces he limpiado de sangre. Las primeras patadas vuelven a romperme las costillas mientras me repite que no me puedo olvidar del pan. Yo le quiero hablar, pedirle perdón, decirle que nunca más lo volveré a hacer y que lo quiero más que a mi vida.

Su pie se levanta sobre mi cabeza y escucho como una nuez se rompe a mi alrededor. Luego el silencio. Le veo moverse mientras sigue gritando. Al cabo de unos minutos se calma y vuelve a mi lado. Yo quisiera levantarme y decirle que gracias a él yo conocí la felicidad. Pero ya no podré. Mi amor me ha matado por no querer ver que nunca me amó.

Por desgracia un nuevo fin.

1 comentario:

AsiSoyYo dijo...

Por desgracia... esto a veces no son sólo palabras... sino que se convierten en realidad... Estremecedora historia... y acaso esto es amor? ufff...


Un saludo