miércoles, 28 de enero de 2009

El aniversario

Los días se acortan cada vez más, es como si las horas minutos y los minutos fuesen segundos. Las semanas son imperceptibles y una estación empieza casi sin haber acabado la otra. El tiempo se ha aliado en contra mía y no puedo hacer nada para evitar ese inexorable avanzar.

Esto me recuerda a la infancia cuando el tiempo no era más que un suspiro y el verano era la época más corta del año, o eso creíamos. La felicidad es lo que hace con el tiempo, lo acorta. Con los años descubres que una forma de hacer que el tiempo se alargue es con el sufrimiento. Todavía me acuerdo de mi primera ciática. Las horas se me hacían interminables y el hecho de dar un simple paso, eterno. Pero me gustaría poder sentir otra vez esa sensación de eternidad y no esta lucha denodada contra el reloj.

Cuando alguien me decía que el problema del insomnio era el reloj yo me reía de él, pero eso era antes. Ahora soy capaz de imaginarme a esa persona insomne intentando que el tiempo avance más deprisa y al que cada segundo se le transforma en un suplicio por no poder dormir. Mas lo mío es exactamente al contrario. Quisiera sentir esa sensación y que el tiempo se detuviese, pero no como lo detienen los enamorados. Ellos paran el transcurrir del tiempo con unos segundos de pasión. El tiempo no transcurre mientras están juntos y cuando se dan cuenta las horas han pasado pero no les importa porque su existencia en esa fracción fue inmensa; vivieron unas vidas plenas en pocas horas y sus almas nacieron, vivieron y una vez muertas volvieron a renacer. Quisiera poder sentir esa sensación aunque sólo fuera una vez en la vida pero no va a poder ser, ya no.

Hace un año pensaba que 365 días eran mucho tiempo y ahora sé que eso no es más que una mísera fracción que se agota sin darse cuenta. Un día me puse a calcular cuanto sería eso en fracciones de tiempo menores 8.760 horas o 525.600 minutos o 31.536.000 segundos una barbaridad de tiempo que se escapa y que no permiten cambiar una vida si uno se empeña en no cambiarla. Quise escapar pero por mucho que lo intentara siempre acababa en el mismo sitio y muy dolorido. Un día intenté suicidarme pero justo cuando uno se empeña en morir los hados se empeñan en que eso no suceda. Más tarde intenté razonar y afrontar la situación pero según iban muriendo me daba cuenta que no podía hacer otra cosa más que esperar el desenlace final.

Por mucho que intenté dar marcha atrás no podía. Una y otra vez me imaginé en el coche y que justo cuando ella aparecía yo la esquivaba magistralmente; otras veces me vi frenando y deteniéndome a escasos centímetros de su cuerpo mientras ella me lanzaba una mirada indiferente; hasta me imaginé haciendo el camino andando para poder contemplar el paisaje mejor. Pero nada de eso sucedió. Alguna noche me desperté empapado en sudor recordando el crujir de sus huesos contra mi coche, y viéndola aterrizar por el espejo retrovisor mientras me escapaba. Recuerdo su cara destrozada y su cuerpo en una postura antinatural en el informativo del mediodía. Aun conservo la foto que apareció al día siguiente con toda la familia de la niña alrededor del cadáver. El día que mi vida pasó a ser una carrera contra el tiempo. Como toda la gente que huye pensaba que nadie me podría haber reconocido y casi tuve suerte.

Esa noche antes de abrir la puerta de casa la volví a ver. Las llaves y la cartera que llevaba en las manos se me cayeron cuando al sentir una mano sobre mi hombro me giré y vi su cara. “Todos moriréis” fueron sus palabras antes de desaparecer. A principio pensé que había sido una mala jugada de mi imaginación pero al cabo de una semana estaba enterrando a mi hijo pequeño, muerto al haberse caído por las escaleras. No le di ninguna importancia ni siquiera lo relacioné con mi “accidente” pero al mes siguiente volvía estar enterrando a la hija que me quedaba muerta al ser arrollada por un camión cuando iba en moto. La culpa había sido de ella pero el dolor que yo sentí al recibir esta segunda puñalada en el corazón me hizo recordar que posiblemente yo la había matado también a ella. Mi mujer se suicidó esa misma semana dejándome como única pieza de lo que antes era una familia feliz. En los siguientes meses perdí en otro accidente de coche a mi hermano y su familia. Mis padres murieron de infarto y pasé a ser hijo único y huérfano en poco más de tres meses. Hasta los peces que tenía en casa se murieron por un fallo eléctrico. Estaba tan desesperado que cuando me tiré por la ventana para que todo acabara ella se me volvió a aparecer y me dijo que “todavía no” y me desperté en el hospital con una pierna rota y una acusación de homicidio involuntario. Había matado a una persona al caer y yo seguía vivo.

Ahora sólo rezo para que todo acabe pronto. Estoy en mi habitación en un piso 8º y apenas quedan unos segundos para que todo suceda. Ya escucho el coche en la otra habitación acelerando y acercándose a mí. Sé que es imposible de que eso pueda suceder pero ahora yo ya creo en todo. Ella abre la puerta y se ríe. Voy a morir atropellado por mi coche en mi propia habitación, pero lo deseo.

lunes, 26 de enero de 2009

Feliz: 4ª parte

Lentamente me acaricia mientras él la besa. Sus ojos brillan mientras yo juego con su cuerpo. Los dos gimen a la vez mientras sus manos finalizan en mi pequeño corazón del placer lo que han empezado, y la veo llorar de felicidad. (…)

Hace ya meses que lo tengo en mente. No se me ocurre a nadie más indicada. La veo todos los días y la confianza que tengo en ella es lo que me hace decidirme. Sé que ella es la única que me comprende y que sólo con ella me encontraría segura.

Cuando se lo planteé se quedó muda y cuando reaccionó me dijo que se lo pensaría. Pasaron los días y al cabo de una semana me dijo que sí. Me hizo tan feliz que casi la beso. (…)

Hoy es el día. Estoy tan nerviosa que no se que decirle cuando ella llega. Él todavía no sabe nada de lo que le espera. Entre las dos planeamos la situación y como haremos. No sé quién de las dos está más nerviosa.

Sé que era una de sus fantasías. Después de tantos años hablándolo creo que se lo merece, además, lo quiero tanto y me hace tan feliz que no me importa sacrificarme por él. Además, ella es perfecta. (…)

Cuando llegó le recibí con el corpiño que le gusta. Eso ya encendió en él la pasión que deseaba. Entre arrumacos y besos le fui desabrochando la ropa y lo llevé hacia la habitación. Todo estaba a oscuras, pero es nuestra casa, sabemos donde está todo.

Lo arrojé sobre la cama y le dije que hoy sus sueños se cumplirían. Entonces ella encendió la luz y su cuerpo desnudo se iluminó. Su primera reacción fue la de taparse pero le dije que no se preocupara, que ella estaba de acuerdo y que se dejara llevar. Todo fue perfecto.

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Cuando me lo dijo no supe que responder. Una cosa es ser su amiga otra participar en sus deseos de alcoba. Le dije que lo pensaría.

Esa noche no pude dormir. No sabía si estaba dolida, ofendida o siendo utilizada en un juego cruel, para mí.

Al día siguiente no fui a trabajar y al mediodía me llamó preguntándome si era por su culpa. ¡Claro que era por su culpa! Yo la quería a ella, no a él.

Estuve buscando mil excusas pero por cada una siempre me aparecía la misma respuesta: estaría con ella. Cuando la volví a ver le dije que sí.

Ella estaba tan enamorada de él que creía que con eso afianzaría más su relación. Los siguientes días estuvimos planificando todo. Lo que haríamos, lo que le haríamos… mientras yo pensaba en lo que nos haríamos nosotras. Tenía tantas ganas de probar sus labios.

Y llegó el día. Al principio pensamos en que yo llamase a la puerta mientras ella preparaba la situación, pero al final optamos por que yo apareciera en la habitación cuando todo estuviese ya caliente.

Antes de encender la luz me temblaba todo. Estaba más nerviosa que el mi primera vez. Luego se hizo la luz y los vi. Ella estaba semidesnuda a su lado. Era como en mis sueños, aunque sobraba él.

Empezamos a jugar las dos con él y nos dejamos ir. Todo era dulce, lento, suave. Su boca era mejor de lo que me imaginaba y… me sentí feliz.

jueves, 22 de enero de 2009

Feliz: 3ª parte

Hoy ha estado con él. Emana tanta felicidad por sus poros que me duele. Cruza la oficina saludando a todo el mundo. Se sienta a mi lado y me susurra que ya me contará después que ha pasado mientras me guiña un ojo. Yo me hundo en la pantalla del ordenador intentando que el tiempo pase lo más rápido posible.

Días como hoy agradezco que el trabajo no de ni un segundo de descanso. Las llamadas continuas de clientes a duras penas nos permiten parar para estirarnos o pensar. Pese a todo ella no para de canturrear, la odio,… lo odio,… los odio.

Ya sé que ella nunca se ha fijado en mí y que yo no soy más que una compañera que se sienta a su lado. Una amiga que la escucha, que ha limpiado sus lágrimas, que se ha reído con sus anécdotas: una amiga perfecta. Pero no quiero serlo. Yo quería que ella alguna vez se diera cuenta de que yo quiero algo más que unas risas. Quiero sentir sus brazos en torno a mi cuerpo. Quiero…

No aguanto más. Me levanto y le digo que atienda el teléfono por mí un rato. Manteniendo la compostura me dirijo al baño y tras asegurarme de que estoy sola lloro. Las lágrimas salen de dentro de mí, salen de un corazón que jamás sabrá que es estar a su lado. Cada vez que pienso en ella me lo imagino con él y lloro con más fuerza. Ella lo adora, lo quiere… y ni siquiera sabe lo que yo siento.

Quisiera morirme en ese instante pero suspiro con fuerza, salgo a lavarme la cara y retocar el maquillaje. Compruebo que todo está perfecto y vuelvo hacia mi puesto. Mientras camino por el pasillo la veo tan feliz que me consuelo al pensar que ella al menos puede disfrutar.

Me siento y respiro su perfume. Hay días en que una no quisiera que la gente estuviera enamorada, pienso mientras sigo trabajando.

miércoles, 21 de enero de 2009

Feliz: 2ª parte

Su mano entra lentamente dentro de mí. Un dedo, dos… tres… con un ligero espasmo se los aprieto mientras gimo. Su boca recorre mi pecho mientras yo agarro con fuerza su cabeza. Quiero más, quiero todo…

Noto como se levanta y se arregla mientras yo me hago la dormida. Intenta no hacer ruido pero pese a todo podría describir con exactitud que está haciendo. Cuando acaba se acerca a mí y con suavidad me besa en la frente. Se marcha despacio y cierra la puerta de la calle.

Agarro con fuerza la almohada y recuerdo los últimos instantes con él mientras huelo su rastro. De nuevo me estremezco con la imagen de él sobre mí. Me encantaría no tener que ir a trabajar y mientras me ducho deseo que llegue otra vez la noche.

martes, 20 de enero de 2009

Feliz: 1ª Parte

Salgo a la calle con una sonrisa en mi cara. Me encanta disfrutar de cada instante, de cada momento. Siempre he pensado que es importante demostrar la felicidad que uno siente y enseñarla al mundo. Avanzo observando a los viandantes con sus tristes rostros. Sólo los niños tienen el semblante rebosante de alegría. Parece como si la amargura nos fuese invadiendo según crecemos.

Saludo a una mujer que se cruza conmigo y en ella aparece un gesto de extrañeza y acto seguido una sonrisa de complicidad devolviéndome el saludo. Mientras sigue avanzando por la acera la observo andar. Me gusta contemplar a la gente como se mueve, como anda, como se relaciona. Alguna vez me he sentado en un banco de los que hay por la mayoría de las calles peatonales simplemente para observar a la gente.

Las mañanas se llenan de vida y las calles están llenas de mujeres de media edad y ancianos que aprovechan para ir de compras y hacer recados; un sinfín de repartidores y comerciales que van de un comercio a otro como abejas buscando la mejor flor; escolares que decidieron disfrutar de la mañana y no de las clases; niñeras y abuelas paseando a los infantes en sus cochecitos… es un mar de caras que navegan solitarias. Y pocos sonríen.

Me dirijo hacia el coche mientras disfruto de los rayos de Sol que asoman tras las casas. Al cerrar la puerta me estremezco con el calor que hay en el interior antes de arrancar el motor. Dicen que lo importante para ser feliz es el disfrutar de las pequeñas cosas y esta es una de esas. Acerco mi mano a la cara y aun percibo el olor de ella en mi piel. Mi boca se hace agua cuando me imagino saboreándola una vez más.

jueves, 15 de enero de 2009

Calor

Hace calor. Tal vez demasiado como para pensar en nada o en concentrarse. Por mucho que lo intente los ojos se me cierran. No soy capaz de hacer nada, mi cuerpo quiere rendirse al fin. Poco a poco me recuesto sobre los brazos y me dejo ir.

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Nunca he pretendido ser quién no soy, tal vez por eso la verdad es algo que ha primado siempre para mí. Es evidente, que la verdad es algo peligroso pues casi nadie quiere decirla y menos aun oírla. Puede que ese sea uno de los motivos para que mi núcleo de amistades sea tan reducido. Si invitase a todos mis amigos a una cena cabríamos en una mesa normal de cualquier cafetería. Ellos me conocen y, con el tiempo, han acabado por permitirme mis excentricidades y mi forma de ser. Tal vez por eso lo necesito tanto, para recordarme que en el mundo aun hay gente a la que le importo.

Alguna gente me calificaría de egoísta por eso, pero me da igual. La gente no es necesaria. Entendámonos. Con la palabra “gente” me refiero a todas aquellas personas que no están dentro de mi entorno familiar o afectivo. Esas caras anónimas que vemos cada día, o, incluso, todas esas que vemos a diario por las escaleras, en los centros de estudio o en el trabajo. Esas personas sólo hacen que nuestro mundo sea más amplio pero no tienen el suficiente poder como para influir en nuestras vidas. Bueno, podemos llegar a pensar que los profesores, los jefes o los compañeros sí influyen, pero nos mentimos. Si mañana mismo desaparecieran no nos importaría tanto como si se nos muriera nuestra mascota. Por eso algunas cosas duelen tanto.

Yo nunca soporté el engaño y la mentira y creía que mis amistades nunca me iban a fallar. Que equivocado estaba. Primero fue ella. Poco a poco se fue distanciando. Está claro que yo no soy un experto en entender a las mujeres o me habría dado de cuenta de las señales. Parte de la culpa también era mía, por eso mismo no luché. La dejé irse sin más. Un día estaba feliz con ella y al día siguiente no me quedaba de ella más que un espacio en los armarios y los cajones y un montón de fotos que tiré sin mirar.

Necesitaba hablar y llamé a mis amigos. Miento, llamé a casa de mi amigo. Necesitaba decirle que todo se había desmoronado y que mi vida estaba vacía. Que yo la seguía queriendo y que necesitaba que me alentase para volver a conquistarla, pero no pudo ser. Ella me cogió el teléfono y colgué sin articular palabra. También lo había perdido a él.

Miré a mi alrededor buscando una solución, buscando cualquier cosa, pero estaba sólo. Mi vida había desaparecido, no había nada más. Con dolor por dentro me levanté y me dirigí a la cocina. El Sol entraba con fuerza por la ventana y había calentado el suelo lo suficiente como para notarlo pese a llevar zapatillas. Cerré la puerta y me descalcé. No sabía lo que estaba haciendo pero actuaba por inercia. Abrí las espitas del gas y me senté a esperar mientras pensaba que nadie lloraría por mí.

Por fín

Nunca se dan cuenta. Por mucho que nos empeñemos en arreglarnos no se dan cuenta, como mucho te sueltan eso de "qué te has hecho". Hoy he ido a arreglarme para mí, con él no cuento ya nunca. Después de cuatro horas estoy perfecta. Ha sido una sesión completa: primero depilación, a continuación un masaje para relajarme de los tirones y para finalizar un cambio de color y corte al pelo. ¡Sí, estaba deprimida! aunque sé que él no se da cuenta de nada.

En el fondo son todos unos estúpidos machistas a los que lo único que le importa está situado por debajo de su ombligo, muy abajo. Si por lo menos lo usaran bien en vez de pensar que saben usarlo. Hace tanto tiempo que no disfruto que hasta me da vergüenza comentárselo a mis amiga, menos mal que siempre me queda mi "amigo infalible".

¡Qué susto se llevó cuando me lo encontró en el cajón!, está claro que las comparaciones son odiosas… "para ellos". Es un auténtico imbécil, al final le acabé diciendo que había sido un regalo de la despedida de soltera para que no se sintiera defraudado. No estoy dispuesta a estas alturas a andar enseñando lo que hay que hacer ni cómo jugar.

Ya estoy cansada, muy cansada. Supongo que por eso lo del cambio de aspecto, necesito verme distinta. Una mujer distinta para una vida distinta. De hoy ya no voy a pasar. Estoy harta de tonterías, de discutir, de hacer todo yo, de hacer de madre .. ¡estoy harta de él! Cuando llegue le plantearé lo que hace tiempo que tenía que haberle planteado. Gritará, gritaré y, lo mejor es que cuando acabe el día, él va a estar seguro de que me ha dejado porque quiere y que yo soy una estúpida por no apreciar lo maravilloso que es. Me encanta que los tíos se crean que son ellos los que toman las decisiones, ¡pobrecitos!

Y mañana saldré a hacer algo que hace mucho que no hago...¡disfrutar!

miércoles, 14 de enero de 2009

Cartero

Como todas las mañanas recibo la llamada en el timbre del portal. ¿Por qué los carteros siempre llaman al piso de arriba? Debe ser que nadie puede asomarse para comprobar que es verdad.

Estaba recién salida de la ducha y empezando a secarme el pelo. Me encanta estar sola en casa, sola y desnuda. Con mis compañeras no es igual, ellas son muy pudorosas y enseguida me dicen que me tape. Justo cuando estoy a punto de encender nuevamente el secador suena el timbre de la puerta. Parece ser que el cartero nos trae algo, debe de ser para Zaira, que últimamente recibe muchos regalos. Alzo la vista y le cojo el albornoz a Elloise. A ella no le gusta que la llamen así ni que usen sus cosas, pero es un caso de fuerza mayor, no quiero que el cartero se desmaye.

Me dirijo hacia la puerta excitada por la situación que se me presenta. Otras veces tengo recibido así a la gente y me encanta ver la cara de sorpresa cuando observan la silueta de mis pechos. Yo ya no soy tan joven como las impetuosas de mis compañeras pero para mis casi ... bueno para mis veintitantos años, estoy muy bien, y la gravedad aun no me ha afectado. A decir verdad, tengo un pecho precioso y en su sitio, una 95 bien completa que ha conseguido que mas de uno se haya ido después de estar una hora hablándome y no verme los ojos ni una sola vez. Antes me daba vergüenza, pero ahora disfruto con la estupidez de los hombres.

Al abrir la puerta veo a un jovencito entretenido con la libreta que tiene en la mano. A cámara lenta va alzando la mirada recreándose en lo que está viendo, creo que le he alegrado el día. Tartamudeando me dice que le firme, alargando el brazo le cojo el bolígrafo y dejo que el albornoz se abra un poco. Si el pobre supiera como me encuentro dejaría de repartir esa mañana. Con una sonrisa y un insinuante gracias tomo el sobre y cierro con suavidad la puerta.

En cuanto escucho el clic me encuentro totalmente excitada y ansiosa. Estoy pensando en ir a la habitación a relajarme un poco cuando vuelve a sonar la puerta. Esperando encontrarme otra vez esa cara de sorpresa que me va a alegrar la mañana vuelvo a abrir la puerta. Tan pronto como mi mano gira el pomo siento un golpe enorme contra mí: alguien ha entrado en mi casa.

Cuando recupero la consciencia me duele todo el cuerpo. Estoy atada de pies y manos y por el dolor que noto alguien se aprovecho de la situación. Noto como las arcadas me suben y vomito. Tan pronto como me tranquilizo alzo la cabeza y busco a mi alrededor esperando no encontrarme a nadie pero él está ahí, de pie, desnudo y observándome. Grito con todas mis fuerzas pero él es muy veloz y salta sobre mi cuerpo golpeándome en la cara. Siento como mi mandíbula gira de una forma anómala pero quiero seguir gritando.

Si no le hubiera visto la cara sé que hubiera tenido una oportunidad pero ahora no. Una sucesión de golpes consiguen cerrarme los ojos en sangre. Al cabo de un rato ya no tengo fuerzas para nada y solo quiero que todo acabe, que aparezcan ellas por la puerta y lo destrocen, que alguien me haya oído y que llamara a la policía, cualquier cosa, pero me vuelve a violar.

No se cuanto tiempo ha pasado, una eternidad. Cuando nuevamente acaba se levanta y suspiro entre sollozos. Un minutos, dos minutos, tres minutos… todo está en silencio. Si pudiera abrir los ojos los abriría. Me concentro en mis otros sentidos, no mejor sólo me concentro en el oído, no quiero que mi piel sienta, quiero olvidar su olor y su gusto, y escucho su respiración junto a mí. Justo cuando un nuevo grito va a salir de mi garganta un fuerte golpe en mi pecho me atraviesa. Creía que era un puñetazo pero sé que todo ha acabado. Lo que más pena me da ya no es que quede impune, no, ni siquiera que alguien lo pueda ver salir. Lo que siento es no volver a ver a mi familia, siento no volver a cumplir más años, siento fastidiarle la boda a Zaira… y todo por culpa del cartero.

martes, 13 de enero de 2009

Playa

El Sol acaricia mi piel desnuda mientras disfruto de su calor. Permanezco quieta mientras disfruto sintiéndome libre. El rumor de las olas hace que me adormezca mientras me arrulla con su melodía. Intento aislarme para que las voces que oigo a mi alrededor desaparezcan. Ya estoy harta de escucharla. Si pudiera le taparía la boca de una vez por todas pero respiro profundamente e intento percibir los rayos del Sol recorriéndome, calentándome, entrando en mi interior, poseyéndome. De repente noto como me ruborizo por lo que acabo de sentir.

Su carcajada me devuelve a la realidad. La odio con todas mis fuerzas. Le encanta ser el centro de atención y todos parecen disfrutar con ella. Claro, eso de estar con los pechos al aire también ayuda. No es que esté celosa, pero no soporto sus aires de superioridad.

Ella era mi amiga. Ella era la persona más importante de mi vida, pero no pudo evitarlo. Me engañó. Claro que luego quiso enmendarlo pero el cristal de nuestra confianza ya estaba roto. Yo la quería, incluso llegué a pensar que lo nuestro era algo más. La amaba. Pero varias conversaciones entre las dos contribuyó a tender una pequeña valla entre nosotras. Después de eso ella sólo aparecía en mis sueños más íntimos.

Me doy la vuelta y hundo la cabeza en la toalla. Por favor que se calle o gritaré. Sé que como me levante le diré cualquier impertinencia y sólo contribuiré a que todos la crean a ella. Al fin se van a bañar dejándome sola. Menos mal, ya no aguantaba más. Me giro para ver como van todos tras ella como corderitos. Si supieran lo que ella piensa de ellos seguro que no se comportarían como idiotas. Ella piensa que los hombres son basura y que sólo muy pocas cosas son reciclables.

Una ola la cubre y escucho sus grititos para llamar la atención. Si se ahogase no me importaría. Pero las cosas nunca son como una quiere. El agua hace que su cuerpo brille como una diosa. Es realmente guapa. Hundida en mis pensamientos me dejo caer hacia atrás mientras la rabia me recorre por dentro. Nadie se acordó de que yo estaba a su lado.

Nuevamente me giro y grito ahogando el sonido contra la arena mientras agarro con fuerza la toalla. Las lágrimas han aflorado con mi rabia. Cuando por fin me tranquilizo me seco la cara. Y al incorporarme la veo frente a mí con su pelo castaño cubriéndole la cara.

- No sabía que te sentías así. – Me dice mientras sus ojos empiezan a brillar. – Te quiero y quiero que me perdones.

Abro la boca y la vuelvo a cerrar. Sólo unas palabras salen de mis labios mientras ella se acerca para abrazarme.

- Yo también.

miércoles, 7 de enero de 2009

Un lugar

Seguíamos compartiendo los mismos días, tardes y noches. Estábamos sentados en el mismo lugar de siempre, con la misma gente y rodeados por el mismo ambiente. Las palabras y las miradas eran las mismas que hacia tan solo unos meses, y algo perturbó nuestro día a día. Algo te hace desaparecer y no regresas. Ya no sé donde esta mi sitio y rauda huyo al lugar donde me escondía contigo y tan solo pido que regrese la paz que tanto ansío ahora.

Nuestro rincón ya no existe. Las casas se han apropiado de nuestro árbol, de nuestras flores. Esas lilas que tantas veces recogiste para hacerme una cama de pétalos sobre el que luego hacíamos el amor. Odio el habernos perdido eso también. Tal vez, si hubiéramos venido antes que los constructores hubieran empezado a edificar lo nuestro se habría arreglado. Pero vino la monotonía, la desidia.

Poco a poco fuimos abandonando todo y al final me abandonaste. Quisiera llorar por todo. Porque no estás a mi lado, porque no existe nuestro rincón, porque tengo que seguirte viendo cuando ya no estás conmigo… pero soy incapaz. Tal vez porque ya sabía que todo iba a pasar. No había que ser muy inteligente para ver que ya no me querías. Y luego vino ella.

Era la mujer perfecta: guapa, inteligente, atenta, divertida… tal vez por eso era mi amiga. No sé si me duele más que me hubieras dejado por ella o haberla perdido como amiga. Tantas confidencias que nos contamos en las largas noches en que tú no estabas, por culpa de un trabajo que te alejaba de mí durante la semana. Tantos lloros, tantas alegrías. Ella también desapareció.

Ahora os contemplo como una extraña cada vez que os cruzáis por delante de la tienda, y añoro el pasado queriendo volver a él.

- Son horribles. – Doy un respingo sobresaltada. – Este lugar era antes un parque precioso donde las parejas venían a pasear.
- Es verdad, pero la ciudad absorbe todo. – Le digo suspirando. – Yo antes venía aquí, también.
- Vaya. – Sus ojos me contemplan y me escrutan. – Que pena no haberla conocido por entonces. Aunque soy un poco mayor que usted…
- Alba, me llamo Alba. Y no creo que sea mucho mayor que yo. Tengo 30 años ya.
- Encantado Alba, soy Alexis. – Me dice dándome dos besos. – Es verdad, yo también tengo esa edad aunque parecía que eras mucho más joven.
- Gracias. Sí, yo venía acá hace tiempo, con quién era mi pareja. – Le dije desviando mi mirada al cielo de la noche.
- Una noche preciosa para pasear y hablar. ¿Te apetece?

Le miré y por primera vez me imaginé un futuro distinto. Y empezamos a andar.

martes, 6 de enero de 2009

Atardecer

El Sol se cierne sobre el horizonte haciendo que los colores cambien hacia el naranja. Como cada tarde Alba se aproxima al acantilado para disfrutar de los últimos rayos de luz. Se sienta y sumida en sus pensamientos mira sin ver. La luz naranja hace que su silueta se funda con el paisaje como si ella perteneciera a él, como si siempre hubiera estado ahí. Es un momento perfecto para cualquier observador y eso había sido y soy yo.

Me encanta pasear por el monte y por los acantilados para observar y escuchar el rumor de las olas mientras hago fotos. Un día la vi llegar. Sus pasos lentos la acercaron al mirador. Yo me quedé mirándola, deleitándome con el contorno de su silueta mientras ella se quitaba la cazadora y la dejaba sobre el suelo. El Sol acababa de acariciar el horizonte y empezaba a hundirse en la lontananza. Cogí mi cámara y la enfoqué. Sin darme cuenta me encontré fotografiándola intentando no perder un ápice de su belleza, quería inmortalizar ese momento como si nunca más fuera a suceder. Entonces observé como su rostro refulgía de una manera especial.

Intenté aproximarme de manera que ella no me viera. Cambié a un objetivo mayor y enfoque su cara ahora anaranjada por la luz. Lágrimas recorrían su rostro, lágrimas que no encontraban consuelo. Ella se arrodilló y tapó su cara con las manos y gritó. Gritó con toda la fuerza que sus pulmones le permitieron. Gritó como sólo un corazón roto sabe hacerlo. Durante todo ese tiempo yo nada más pude seguir mirándola a través del objetivo de mi cámara sin saber que hacer. Yo la veía a mi lado mientras ella estaba allí, sola.

Entonces empezó a quitarse la ropa. Sorprendido empecé a disparar. Su cuerpo se mostró a la naturaleza y yo estaba allí como testigo de ello. Ella se pone en pié y alza su mirada al cielo mientras empieza a andar. Sabía lo que pretendía hacer. Lo que su mente envuelta en un halo de locura le conducía y actué. No sabía quién era pero me dio igual, no podía dejar que siguiera avanzando. Grité para que se detuviera, para que no siguiera avanzando. Me levanté de mi parapeto y volví a gritarle.

Ella se giró y debió de sorprenderse de ver a un hombre que le gritaba alzando una mano mientras en la otra mantenía una cámara de fotos porque se agachó a coger algo de ropa con que taparse. Al verle reaccionar empecé a bajar hacia donde ella estaba mientras le decía que no lo hiciera, que me esperase,… cualquier cosa con tal de poder estar a su lado y evitarlo.

Cuando estaba a penas unos paso de ella corroboré que su belleza era aun mayor de lo que había visto. El Sol a sus espaldas hacía que su perfección fuera suprema. Le supliqué que no siguiese mientras me presenté. Ella se derrumbó ante mí. Su alma se mostró y cuando acabó de hablar las estrellas nos acogían.

Lo que le había sucedido ya no importa, ahora estaba yo. Cada día volvíamos al lugar donde ella renació y donde su locura desapareció mientras el mar traía el suave sonido de las olas en cada atardecer.

lunes, 5 de enero de 2009

Petición

Esto no es un cuento al huso, es más bien un experimento en honor a los pocos que osan a leer alguna de mis historias.

La próxima tendrá un poco de aquella persona que se digne a contestar a esta petición.

Necesito:

- Una frase de 10 líneas o menos,
- un sentimiento o una idea,
- un color,
- un momento del día o una hora,
- un nombre o dos
- y por último, el tipo de cuento que quiere.

Feliz noche de Reyes y gracias por haber llegado hasta acá.

domingo, 4 de enero de 2009

Frío

He salido de casa, de eso sí que me acuerdo. El problema es que no sé dónde vivo ni hace cuanto tiempo de eso.

Me muevo por la ciudad como si nunca hubiera vivido en ella. Es irónico, pero cualquiera que me conociera se reiría si me viese deambulando por las calles que me vieron nacer como si fuera la primera vez que paso por ellas. También es cierto que mi aspecto me hace ser irreconocible. Mi vestido se ha transformado en unos harapos andrajosos los cuales he ido ocultando con otras ropas que he ido encontrando en los contenedores de basura.

La capacidad de supervivencia del ser humano es algo digno de estudio. No soy capaz de reconocer una calle o una cara pero si sé que en los contenedores de basura cercanos a las tiendas de comestibles puedo encontrar comida, o que si voy a las puertas de las iglesias podré conseguir unos pocos discos metálicos que puedo cambiar por algo de pan y leche. Es la única utilidad que les encuentro pese a que sé que para la gente tienen más valor.

Pero lo peor son las noches. Noches frías y húmedas. Noches en las que recorro la ciudad buscando cualquier lugar abrigado y seguro. Una vez casi me matan de una paliza, pero no me acuerdo ya de eso, sólo queda en mí un pequeño temor a los ruidos nocturnos y a los lugares demasiado escondidos como callejones. Por eso duermo en portales abiertos o en las entradas amplias de algunos comercios. Por suerte duermo poco porque enseguida viene alguien a despertarme. Con dolor me levanto y escucho el crepitar de mis articulaciones. Ignorando los gritos de quién me dice que me vaya inicio un nuevo camino hacia otro lugar donde descansar un poco más.

Recuerdo que tuve un perro pequeño y que unos niños jugaban con él. Recuerdo que eran momentos felices aunque ya no se si esas imágenes son sueños de una vida mejor o si realmente sucedieron.

Me muevo durante el día de contenedor en contenedor, de esquina a esquina, de iglesia a iglesia. Soy un ser invisible para la gente que camina a mi alrededor. Ni mis pasos renqueantes o los quejidos que emito por culpa del dolor de mi cadera parecen alarmar a nadie. La multitud se abre a mi alrededor y me siento como un barco cruzando un océano inexplorado.

Hace mucho frío. Estuvo todo el día nevando y por mucho que intente abrigarme no soy capaz de calentarme. Mis pies parece que no son míos y soy incapaz de encontrar un lugar donde cobijarme esta noche. Me dirijo hacia un parque ahora abandonado. El viento mueve las cadenas del columpio y ese rumor me atrae hacia él. Como una niña que soy me subo y empiezo a balancearme. El frío golpea mi rostro con fuerza con cada vaivén. Esa fue mi última noche.

La única reseña fue el de un número más en la noche más gélida del año. Pero nadie se acordará ya.

jueves, 1 de enero de 2009

Calor

¡Qué calor! No soy capaz casi ni de pensar con claridad. Por mucho que la gente se empeñe en que le encanta el verano tanto calor no debe de ser bueno. Llevo casi toda la mañana esperando a que llegue bajo este sol. Me imagino que soy como un gran cucurucho derritiéndome y que cuando ella llegue, por fin, de mi no quedará más que una masa informe sobre el pavimento. Además, no hay ni una mísera sombra donde cobijarme y en el coche ya no aguanto más. El próximo coche que compre será con aire acondicionado. Y sigo sin verla llegar, eso que normalmente de estas horas ella ya tendría que estar por acá. Es tan puntual que desespera, nunca se retrasa, y desde donde estoy yo la debería de ver llegar por anticipado. Ella nunca se imaginaría que yo estuviese esperando tanto tiempo por que llegara. Mejor dicho, ella ni siquiera se imagina el verme, sobre todo después de cómo acabamos la última vez. Pero yo le traigo una sorpresa que le va a encantar. ¡Qué asco! Tengo la camisa totalmente empapada en sudor, es una sensación muy incómoda. Con gusto me la quitaría pero aun recuerdo las palabras machacantes de mi madre diciéndome que lo principal es la presencia, pues así te ven así te tratan. Odio esas frases jactanciosas de las madres, parece que para ser madre hace falta un cursillo de frases, refranes y leyes de Perogrullo. Aunque soy de los afortunados que ya no tienen madre, era insoportable, sobre todo con su manía de meterse en mi vida como si aun fuera un niño pequeño. Está bien que no se merecía acabar como acabó. Pero me alegro, así aprendió por fin que la vida de los demás es eso, de los demás. Nada, que no da llegado. Lo primero que le diré cuando la vea es que llega tarde. He esperado años para que eso sucediera y tenía que ser justo hoy. Lo único que está consiguiendo es que yo me impaciente, y ni siquiera hay un bar cerca donde tomar una cerveza. Mi boca está pastosa, los ojos enrojecidos y me duelen las piernas de tanto esperar. Pero esto no quedará así, en cuanto le de su regalo me iré a tomar una cervecita bien fría para refrescarme y luego a casa a desnudarme. El pantalón me está escociendo. Creo que allí viene y con compañía… mejor será que le espere en el coche para que no me vea impaciente, así se sorprenderá más

Últimas noticias: Una nueva víctima de la violencia doméstica. Esta tarde cuando se dirigía a su domicilio M.J.F.M. ha sido asesinada por su antigua pareja. Un testigo que acompañaba a la víctima nos comentó que no pudieron hacer nada. J.T.C. se les abalanzó y empezó a golpearla con un martillo mientras gritaba “ahora llegarás tarde”. J.T.C. fue detenido por los agentes de seguridad cuando se encontraba en un bar celebrándolo.