Cuando me desperté me hallaba tumbado sobre una hermosa cama con doseles y sábanas de raso. No sabía cuando tiempo había transcurrido desde que me había quedado dormido ni como había llegado hasta allí. A los pies de la cama tenía un vestuario completo y por lo visto era de mi talla, y sobre la mesilla que estaba a mi lado todas mis pertenencias. Me levanté y tras vestirme salí al exterior de la habitación. Nuevamente me hallaba en el pasillo que ya había recorrido con anterioridad y me dirigí hacia la cocina. Al llegar allí estaba Annie junto a seis hermosas mujeres de apenas veinte años.
- Buenos días Sr. Johnson, me alegra ver que ha descansado. Servidle un poco de té.
- Muchas gracias, pero cómo he llegado…
- No se preocupe. No es la primera vez que acompañamos a alguien a una habitación. Aunque sí es la primera vez que nadie le acompaña.
Las chicas se rieron ante ese comentario mientras yo me encontraba incómodo ante esta situación.
- Su ropa estará lista hoy a la tarde, la mandé a lavar a un sitio de confianza. Si quiere puede esperar a que llegue o enviar a buscarla, entendería que optase por esta última opción.
- No sabría donde ir ahora mismo. No tengo alojamiento y tampoco…
- No tiene porque darme ninguna explicación. Soy una experta en no preguntar. Si no hago preguntas no recibiré mentiras por respuestas. Dejadnos solos, por favor.
Como en una danza las meretrices abandonaron la cocina y me quedé frente a ella. No podría calcular su edad con exactitud. Su cuerpo me indicaba que no tendría más de treinta años, sus ojos me decían que había visto y vivido más que mucha gente de su misma edad y su forma de hablar me indicaba una educación digna de la corte.
- Gracias por lo que hizo ayer. – me dijo agarrándome las manos.
- ¿Qué tal está ese hombre?
- Mucho mejor. Se queja un poco del dolor pero lo enfajé y le preparé unas infusiones para que mejore el ánimo. ¡Gracias!
- No tiene porqué dármelas, sólo hacía mi trabajo. Ya se lo dije ayer. Lo que hice por ese hombre lo hubiera hecho por cualquiera…
- Pero ese hombre es mi hermano.
- ¿Eh?
Sus ojos empezaron a brillar tras ese último comentario y yo no sabía que hacer ni que decir, deje que el silencio de sus labios creciera. Ahora entendía muchas cosas de las acontecidas. Tomé un sorbo de un delicioso té hindú y dejé que mis ojos se introdujeran en la profundidad de los suyos. Sólo el ruido proveniente del exterior interrumpía el sonido de nuestras respiraciones.
- Bueno, me tengo que ir… tengo que buscar un sitio, un alojamiento…
- Si necesita un alojamiento puedo darle uno. Me gustaría… nos gustaría poder contar con sus servicios. Nadie quiere atender a la gente de este barrio. No, no sería aquí. Tengo una vivienda cerca. Es una pequeña vivienda de sótano y dos plantas. Tiene dos entradas independientes y sería perfecto para una pequeña consulta.
- Yo…
Nuevamente no sabía que decir. Yo quería alejarme de mi profesión pero estaba claro que no podía. Salimos de la residencia y cruzamos la calle ante la mirada inquisitoria de los vecinos. Unos pocos se acercaron y me hablaron de sus pequeñas dolencias a lo que respondí con una simple sonrisa. Annie en cambio del informaba que en una semana podrían pasar por mi consulta. Al parecer su labor como negociante era mayor que la mía. Por fin llegamos a una pequeña casa con la fachada llena de desconchones y algunos cristales rotos. Parecía que llevaba abandonada varios años, aunque eso mismo se podría decir de todas las viviendas del barrio. Annie me puso en las manos un manojo de llaves.
- Entre y piense todo. Si necesita cualquier cosa estaré enfrente y si cuando vuelva a la tarde no está lo entenderé. - Y tras darme dos besos se marchó.
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