¿Cómo demonios sabía que llevaba un pijama verde? Esa frase me asustó. Me asustó tanto que me marché de la habitación a cerrar la puerta y me puse a mirar por las ventanas buscando alguna señal de que alguien me estaba viendo pero delante de mi casa solo había un parque que a estas horas sólo lo frecuentaban algún perro o algún drogadicto. Estuve un buen rato observando pero no observé nada fuera de lo normal. Al volver a sentarme frente a la pantalla vi que me había enviado una imagen y que había puesto un simple “te deseo” antes de volver a desaparecer. Abrí el archivo y observé un precioso ramo de flores apoyado ¡en mi puerta! No podía ser. Me acerqué a la entrada, miré por el visor y no vi a nadie pero cuando abrí la puerta un enorme ramo de flores se deslizó delante de mis pies. Al cogerlas vi una nota en la que sólo ponía tres cosas: el nombre de un restaurante y una fecha y una hora. Esto no me podía pasar a mí.
Me pasé toda la semana inquieta, tan inquieta que mis incursiones a la red se redujeron drásticamente. No sabía si estaba preparada para volvérmelo a encontrar. Nada más acabar la jornada laboral me dirigía rápidamente a casa. Tan pronto llegaba cerraba la puerta y todas las persianas. El hecho de que supiera el color de la ropa me hacía sospechar que me estaba vigilando pero no notaba nada ni en la calle ni en ningún sitio. Casi todas las mañanas me despertaba sobresaltada como si alguien hubiera estado en la habitación, aunque se que eran imaginaciones mías. Y llegó el día.
Era un domingo como cualquier otro sin apenas ruido en la calle. Unos leves rayos de sol se vislumbraban por los huecos de la persiana iluminando la pantalla del ordenador. En todos estos días no me había acordado de él. Mientras intentaba quedarme dormida de nuevo escuché un suave ruido en la puerta de la entrada y me levanté alarmada. Sabía que nadie podía abrir la puerta, uno de los hábitos de mi ex era dejar la llave con media vuelta, decía que no había mejor forma de bloquear una puerta, por lo menos a alguien que intentase abrirla desde fuera. Al acercarme observé una carta en el suelo. La cojo y la leo. Aun no había acabado de leerla cuando se me cayó de las manos... ¡me estaba sugiriendo la ropa que me tenía que poner! y lo peor de todo es que parecía conocer mejor que yo mi guardarropa. Me dirijo al teléfono para llamar a alguien para comentarle lo que estaba pasando y me quedo dubitativa, ¿a quién llamo?, ¿quién me creería? y lo peor es que otra cosa me atenazaba aun más ¡la curiosidad!
Así que me dispuse a prepararme siguiendo las instrucciones al pie de la letra: El vestido negro largo con espalda al aire (sólo lo había usado una vez en una boda), pelo secado al aire y recogido de medio lado, zapatos negros de tacón los que tienen un bordado pequeño en forma de mariposa, la gargantilla de oro y brillantes con los pendientes y el anillo a juego... y sin ropa interior.
1 comentario:
Vaya sigues sorprendiendome con tus historias..me acabo de leer las tres partes y ya estoy de nuevo enganchada a ellas..
Una historia que a veces supera la realidad..
Un besito y una estrella.
Mar
Publicar un comentario