viernes, 29 de mayo de 2009

El médico: 3ª parte

Siendo totalmente sincero ese día yo buscaba un medio para poder acabar con mi vida y a poder ser de la manera más violenta. Me hubiera gustado que esas puñaladas hubieran sido en mi vientre y no en la de ese pobre borracho. Cuando lo observé tendido en el suelo, agarrándose el vientre e implorando auxilio no lo pude evitar.

Me abrí paso entre la muchedumbre gritando que era médico, pues sabía que de lo contrario su vida duraría menos que un centavo en el cepillo de una iglesia. Me agaché y le descubrí la camisa. El corte había sido limpio y pese a que sus vísceras estaban desparramadas entre sus manos apenas había sangre, eso era bueno. La gente dudaba entre apartarse o acercarse más mientras su agresor me miraba estupefacto. El fervor de la lucha había remitido en sus ojos.

- Acaba con su vida o ayúdame, pero haz algo. – le grité.
- ¿Qué… qué… qué puedo hacer? – me dijo dejando caer el pincho de sus manos.
- Ve dentro y consígueme agua caliente… a poder ser limpia… y el licor más fuerte que tenga, ¡rápido! – salió corriendo hacia el interior de la taberna – Tú y tú, conseguidme una sábana limpia, hilo y una aguja. Y vosotros cuatro, ayudadme a llevarlo al interior…
- ¡NO! ¡AQUÍ NO ENTRA! – me gritó un hombre corpulento de mejillas sonrosadas y con un mandilón que rezumaba alcohol por doquier. – Tendréis el agua caliente, pero ese no entrará aquí nunca más.

Miré a mí alrededor buscando ayuda. Podría coserle ahí mismo, pero sabía que sus probabilidades de sobrevivir aumentarían si lo atendiese en cualquier sitio exento de excrementos.

- James Matius, eres el ser más despreciable que existe. Para que te dejen sus libras valen pero para curarlos no, no vaya a ser que luego tengas que dar explicaciones de un cadáver más.
- Aquí no entrará. – Reiteró bajando la mirada e introduciéndose al interior.
- Traedlo conmigo, señor. No será el mejor sitio donde os gustaría entrar pero está limpio.

Entre la multitud de desechos humanos que nos rodeaban esa mujer resplandecía como una mariposa. La riqueza y ostentación de la vestimenta me indicaba su rango. Era una madame.

- Bueno amigo, mejor morir rodeado de bellezas que de desechos. Ayudadme a levantarlo.

Varios brazos se ofrecieron a levantarlo y seguimos a la madame hacia una pequeña casa situada enfrente de la taberna. Nada más entrar el olor a limpieza y perfume barato embriagó mis sentidos. Fue como si ese sitio estuviera al margen de Whitechapel y su inmundicia. Después de avisar a sus chicas para que se arreglasen y desapareciesen de la vista nos dirigió a una cocina y sobre la mesa depositamos al herido. Su razonamiento fue el más correcto, no era lógico que sus meretrices estuvieran distrayendo a la multitud de gente que nos acompañaba y el ponerlo en la mesa de la cocina me daba una superficie dura donde trabajar cómodamente y algunos instrumentos que poder usar.

Aun andaba cavilando en cómo podría hacer cuando apareció el culpable de todo con una tina de agua aun burbujeante y una botella en un bolsillo.

- Me cobró la botella. – nos explicaba desconsolado.
- No te preocupes – le dije – ya te abonaré su importe tan pronto acabe. Gracias.
- ¡Fuera todo el mundo! – gritó la mamade – Dejen trabajar al médico.
- Gracias, pero que se queden 3 personas, me van a hacer falta para agarrarlo. – comenté.

La madame me había traído ya, la aguja, el hilo y una sábana limpia que había procedido a romper en tiras. Con la llama de una vela calenté la aguja y sumergí las sábanas y el hilo en el agua. Ya expliqué que esas prácticas que pueden parecer normales entonces eran sumamente inhabituales. Luego procedí a lavarme las manos y comencé a trabajar.

Limpié la herida con el líquido de la botella, que previamente había probado. Un excelente destilado que hizo arder mi garganta al instante.

- ¡Arggghhh! – gritó de dolor.
- Tranquilo, intentaré que te duela lo menos posible. Bebe todo lo que puedas de esto y cuando acabe ponedle algo entre los dientes para que muerda. Y aguantadlo bien.

Tan pronto como dio cuenta de la botella, procedí a lavar el intestino que había aflorado con abundante agua e irlo introduciendo en la cavidad abdominal. Cuando todo estuvo en su interior enhebré la aguja y comencé a coserle las capas abdominales, que por fortuna no habían sido muy dañadas. Si todo salía bien y no moría en las próximas 72 horas podría lucir un precioso tajo en su barriga con el cual ganarse alguna copa en alguna taberna contando alguna historia inverosímil.

- Listo. Ya he hecho todo lo que podía por él. – dije cortando el hilo sobrante y buscando un sitio en donde poder lavarme las manos.
- Muchas gracias señor. – me dijo la madame. – Si me acompaña le diré donde asearse y algo de ropa limpia.
- No es necesario, ¿señora…?
- Annie, puede llamarme Annie. Si se queda un tiempo por acá ya descubrirá como me llama la gente de este barrio, pero mi verdadero nombre es Annie. – me dijo azorada.
- Gracias Annie.

La seguí a través de un pasillo vestido con una lujosa alfombra a una amplia habitación presidida por una bañera con el agua ya caliente. Al parecer habían estado calentando el agua en otro sitio o yo no me había dado cuenta si lo habían hecho en la cocina. Junto a la bañera una silla, con un albornoz y unas zapatillas que esperaban ser vestidos, y un tocador con los utensilios necesarios para un aseo, un espejo y una pequeña campanilla.

- Cuando se quite la ropa déjela en la puerta y me encargaré de que la limpien. Puede bañarse con tranquilidad. Si necesita cualquier cosa llámenos usando la campanilla y una chica vendrá a ayudarle… o lo que haga falta. – esto último me lo dio con un guiño pero lo único que yo quería en ese momento era meterme en la bañera y relajarme.
- Gracias. Es más de lo que podría esperar, Annie. Sólo hice mi trabajo.
- Otro en su misma situación no habría hecho nada… ¿Sr.?
- Disculpe, me llamo Johnson, Albert Johnson. – hubiera podido inventar cualquier nombre pero preferí darle el verdadero, tampoco creía que eso fuera a importar, dadas las circunstancias.
- Me reitero en lo dicho, muchas gracias Sr. Johnson. No se imagina lo agradecida que estoy por lo que ha hecho.

Y dándose la vuelta se marcho cerrando la perta con suavidad y dejándome a solas. Tras desnudarme me puse el albornoz, dejé mi ropa fuera y me metí en la bañera. El agua estaba caliente y un agradable olor a sales me invitaba a la relajación. En estas últimas horas mi forma de ver la vida había cambiado bruscamente. Desnudo en el agua me había olvidado de porqué estaba en ese barrio y respirando lentamente me quedé dormido.

miércoles, 27 de mayo de 2009

El médico: 2ª parte

El haber elegido mi profesión es algo que en 1879 tendría que haberme reportado una economía holgada y fama, sobretodo teniendo en cuenta que la profesión médica estaba muy bien considerada. Independientemente de la cantidad de muertes que se producían por nuestros actos. Muchos de estos errores se le achacaban a que la persona se moría de "un mal" o la típica frase de "hice lo que pude y queda en manos de Dios". Los grandes avances en la medicina y los descubrimientos de los antibióticos vendrían a posteriori.

Mucha gente que nos consideraba "matasanos" tampoco estaba muy equivocada. Una sala de cirugía era más parecida a un pasillo de los horrores que a algo que busca la curación. Mucha gente moría tras los postoperatorios motivado por la falta de higiene que existía. Yo era de los escrupulosos con mi limpieza pero entonces no era lo habitual. Tal vez por eso acabé teniendo mi propia clínica, lo que no tiene un motivo fácil de entender es el porqué en Whitechapel.

Algunos creían que me escondía de algún acto ilegal cometido y que huía de la justicia, otros que había sido engañado por mi esposa quien se había fugado con un Lord y los más aventureros decían que el colegio médico me había expulsado del hospital por mala praxis… realmente los el por qué llegué aquí ahora no tiene razón de ser. Lo importante es que soy el único salvavidas de toda esta escoria que se reúne en este barrio marginal.
Para ellos soy su partera, su médico de cabecera, su boticario y su cirujano.

Han pasado ya cinco años desde que llegué a borough Tower Hamlets. Ese primer día me limité a pasear observando a la gente y sus miserias, los niños jugando entre excrementos y ratas y la enfermedad. Era increíble como alguien podía sobrevivir en este caldo de cultivo. Pasaron horas de observación y asombro cuando llegué al barrio de Whitechapel en donde todo lo visto con anterioridad llegaba a límites inhumanos.

Ante mis ojos se cometían todos los hechos punibles y delictivos que un ser humano podía cometer. Tráfico de mujeres, de niños, de órganos. Robos de todo tipo y en una de sus múltiples cantinas varios hombres mantenían una sangrienta pelea a navajazos ante el fervor de los viandantes que se deleitaban con cada corte.

También había gente que quería sobrevivir. Antiguas curtidurías, pequeños orfebres, algún matadero y una fábrica de cerveza mantenían un constante ir y venir de carretas que aumentaban el hedor del barrio haciendo que se fijase en la piel de uno.

Y siendo más una posible víctima o un usuario desesperado de la multitud de servicios de baja calaña me vine vivir o mejor dicho: a trabajar.

miércoles, 13 de mayo de 2009

El médico: 1º parte

Todo es oscuro. Los pasos acallados por la cantidad de mugre que se hacina en las aceras hacen que la única zona más o menos limpia sea la carretera. Tampoco es que el pasear por ella sea peligroso, por lo menos para mí. Pese a eso la mayoría de los carruajes se niegan a pasar por Whitechapel tan pronto como se cierra el cielo. Aun así me encanta esta zona.

Las caras anónimas me miran buscando las pocas libras que pueda llevar encima. Multitud de meretrices acabadas me reclaman ofreciéndome sus servicios. Es en la única parte de la ciudad donde pueden campar a sus anchas sin miedo a que los gendarmes les digan nada. No, a estas horas de la noche.

Es irónico que haya tanta promiscuidad justo alrededor de St. Mary Matfelon, una de las capillas más hermosas de todo Londres. También es cierto que toda esta fauna nocturna suele tener una gran devoción religiosa llegando al extremo que bandas rivales comparten asientos a la luz del día. Pero no siempre fue así.

A raíz de la exposición universal del 1862 fue cuando llegó el sumun de la decadencia. Multitud de trabajadores llegados de todas partes se quedaron en paro. La reina Victoria I estaba contenta del resultado obtenido y de la properidad que demostraron al exterior, pero eso no fue más que un caldo de cultivo perfecto para lo que sucedió a posteriori.

Algunos trabajadores volvieron a sus granjas, fueron los que tuvieron suerte. Los que se negaron a abandonar la ciudad acabaron en la Blackwall. Hombres alcoholizados por su incompetencia sólo encontraron una forma de conseguir alguna moneda: protituyeron a sus mujeres.

Irlandesas, judías, galesas y alguna que otra inglesa compartieron sus miserias entre lágrimas y palizas. Los años fueron avanzando despacio en Whitechapel y los burdeles y las pensiones proliferaron como setas en otoño. En 1887 no podías dar un paso al atardecer sin ser acosado por multitud de manos ansiosas.

La justicia intentó hacer un recuento de las meterices que ejercían sólo salió a la luz la punta del iceberg. La policía contabilizó 72 burdeles y 188 profesionales, pero todos sabemos que eso es mentira. En cada casa, en cada rincón siempre aparecía una mujer dispuesta a conseguir el pan para su familia.

Este es mi barrio y en el centro de este negro corazón yo resido, en Dorset, donde ejerzo una de las profesiones más respetadas por toda esta masa humana: soy su médico. Aunque yo me defino más como un "cierra y calla".

martes, 12 de mayo de 2009

El jugador: Epílogo

Epílogo:
Al día siguiente todos los noticiarios y periódicos del país hablaban de la noticia:

En el día de ayer, I.A.N., un antiguo empleado de la empresa PCXogoS armado con un fusil realizó una matanza delante de la empresa para la que había estado trabajando. El número de muertos es de casi 200 personas entre hombres, mujeres y niños, los cuales masacró sin piedad. Al mismo tiempo se ha abierto una investigación paralela y están investigando si era el responsable de los asesinatos de su antigua pareja y de la novia actual de esta.

Nadie se explica el motivo de ese acto de locura sin sentido. Aunque algunos se apresuran a decir que la responsabilidad es de los creadores de juegos tan violentos, en los que la realidad no difiere de la ficción. Por otra parte, los actuales propietarios de PCXogoS, los cuales lamentan la perdida de muchos de sus empleados, han comentado que a finales de año saldrá a la venta el nuevo juego “El Francotirador”.